Pepe Gutiérrez-Álvarez, Estado Español
El impacto de la revolucionaria serie Raíces motivó la apertura de otras aportaciones cinematográficas y televisivas del mismo tipo. Aparte de una segunda parte que empezaba en 1882, y seguía el hilo de la historia hasta el presente. Menos conocida pero mucho más rigurosa y descriptiva, La lucha contra la esclavitud, un docudrama que combinaba el documental con la reconstrucción dramática y que se dio en la 2 de TVE a principios de los ochenta. No obstante, solo unos años después, ya en plena restauración conservadora, la serie creada por Mitchell Beazley TV y RM Arts para el Chanel Four británico, Historia de Africa, dirigida nada menos que por Basil Davidson (1992), por l oque fue agriamente contestada en los «medias» neoliberales por sus «demagógicas» referencias al esclavismo.
El viento de los diversos mayos del 68 que produjo el fenómeno del «orgullo negro» de Raíces comenzó a cambiar de dirección durante hasta la restauración conservadora consagrada por la presidencia de Reagan, un férro adversario de los Derechos Civiles. No es abusivo pensar que en este ambiente de ascenso reaccionario, que un posible equivalente de Raíces en el cine no llegará hasta Amistad. Su director decía que había realizado La lista de Schlinder porque «sentido desde muy joven había sentido y vivido –el «shoah»– como judío», y en respuesta a Jackson se había mostrado dispuesto a «contar diferentes historias que sirvan para destapar errores históricos cometidos contra otras razas y culturas». La oportunidad se la brindó la productora y actriz Debbie Allen –su papel más recordado fue el profesora de baile en Fama (Alan Parker 1978)–, cuya determinación sería decisiva por realizar una aproximación a la historia del barco negrero español gracias al descubrimiento casi casual de dos volúmenes de artículos titulados Amistad y Amistad 1, escritos por historiadores y filósofos afronorteamericanos.
Después de estas lecturas, Debbie no llegaba a comprender como era posible que jamás hubiera oído hablar del aquel incidente, ni del líder rebelde Senghe Pieh, al que los españoles llamaban Cinqué. Así ocurrió que, mientras que por un lado se «llenaba de orgullo y entusiasmo (por)que hubiera ocurrido algo así», por otro, se sintió «robada y estafada porque nunca me habían hablado de ello siendo estudiante». a lo largo de trece años Debbie tanteó con su proyecto a directores como Jean-Jacques Annaud (La victoria en Chantant) y Barry Levinson (Good Morning Vietnam), llevada por la «fe», convencida de que estaba delante de «una historia verdadera, de un momento de importancia histórica que el mundo debía conocer». Debbie veía la historia «como un gigantesco tapiz en el que aparecían implicados todos nuestros antecesores: africanos, abolicionistas, esclavistas, españoles, cubanos, británicos…». En apoyo al proyecto la escritora (y «madre» de Kunta Kinte en Raíces, aparte de directora de cine) Maya Angelou, escribió por su parte: «Algunas historias son pequeñas, conciernen sólo a una familia. Otras son largas, describen a una nación entera. La historia del «Amistad» es las dos cosas a la vez. A mí, la crónica de Cinqué y su heroísmo me trajo luz en un tiempo de gran oscuridad: mi infancia. Cuando un grupo de hombres blancos cogió a un hombre negro y lo linchó en mi pequeña ciudad de Arkansas, escuché esta historia de Cinqué, y recuerdo que recobré la esperanza».
Ni que decir que el horror del esclavismo también forma parte de nuestra historia, pasada y presente