Inicio Análisis y Perspectivas El fascismo arremete; ¿de quién es la culpa?

El fascismo arremete; ¿de quién es la culpa?

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En el caso chileno, la culpa o la responsabilidad hay que buscarla en quienes hicieron todo lo posible por no someter a juicio a quienes deberían haber pagado con años de cárcel sus crímenes y sus robos.

Arturo Alejandro Muñoz

La prensa occidental, Hollywood y muchos profesores de Historia estábamos completamente equivocados respecto de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. “El día 30 de abril del año 1945, los ejércitos de la Unión Soviética derrotan las últimas resistencias de la wermacht alemana y se apoderan finalmente de Berlín, en el preciso momento que Adolf Hitler se suicida en su bunker bajo la Cancillería… con ello caía derrumbado el fascismo y el nazismo”.

Paremos ahí, por favor.  Siempre nos tragamos esa pildorita donada graciosamente por los poderes fácticos occidentales, pero en realidad lo que rusos, norteamericanos e ingleses derrotaron no fue más que una expresión, poderosa, es cierto, del nazismo y del fascismo. Y si nos trasladamos a Chile en esa época, el Frente Popular había logrado exactamente lo mismo: derrotar electoralmente no sólo a la derecha conservadora sino, también, a las fuerzas pro nazis que habían logrado posicionarse con cierto éxito en algunos lugares del país.

Mas, en ambos casos –Europa y Chile-, fascismo y nazismo continuaron con vida, lamentablemente. Además, no olvidemos que los servicios de inteligencia estadounidenses. habían reclamado con fuerza al gobierno chileno por la escasa preocupación de nuestras autoridades en desarmar lo que a juicio de Washington y del FBI era “la mayor red de espionaje nazi en Sudamérica”, instalada y operando en nuestro territorio.

La única trágica y lamentable excepción fue la cobarde masacre de jóvenes pro nazis efectuada por elementos de Carabineros durante el segundo gobierno de Arturo Alessandri Palma, en el edificio del Seguro Social, en pleno centro de la capital chilena (5 de septiembre de 1938).

Sin embargo, es un hecho cierto que el fascismo y el nazismo jamás se fueron de Chile, pues en estricto apego a la cruda verdad nunca fueron realmente derrotados, y ello puede constatarse con la amable y plácida vida que siguieron disfrutando miles de partidarios del líder nazi, especialmente aquellos que vivían en la zona sur de nuestro país, y que comprobadamente habían colaborado con el régimen nacionalsocialista alemán antes y durante la guerra, agregando a lo anterior que entre ellos se encontraban también muchos coadyuvantes del espionaje nazi. No hubo demandas, juicios ni sanciones legales.  

Años después explotó el caso de Walter Rauff,  oficial de las SS responsable de la aniquilación de al menos 100.000 personas, y que estaba denunciado por los aliados –EEUU, Inglaterra y Francia- por sus actividades como criminal de guerra, El 19 de diciembre de l962 Rauff fue detenido en Chile (en Punta Arenas, donde se había radicado)  debido a que Alemania Occidental solicitaba su extradición. La Corte Suprema rechazó la demanda y Rauff fue liberado. El presidente Salvador Allende, a mediados de 1971,  no pudo modificar la situación, y en una amistosa carta dirigida al cazador de nazis Simon Wiesenthal, le explicó que no estaba dentro de sus atribuciones ni de sus posibilidades remover la decisión tomada por la Corte Suprema en l962.

Respecto de estos mismos asuntos, lo siguiente fue publicado por The Clinic el 13 de junio de 2013·: <<En 1949 (Rauff) se fue a Quito, y en 1957, según el escritor Gerald Posner, Rauff viajó a Santiago por una semana, ocasión en la cual se habría reunido con otros dos connotados nazis: Joseph Mengele y Hans Ulrich Rudel, con los cuales permaneció una semana en la capital chilena. Sus dos hijos mayores ya se encontraban en el país desde 1954, cuando Alfred ingresó a la escuela de Oficiales de la Armada y su hijo Walther (posteriormente) a la Escuela de Oficiales del Ejército>>

Avanzan los meses y se produce el golpe de estado cívico-militar en septiembre de 1973 alentado no sólo por empresarios  y miembros de la derecha conservadora, sino también por el gobierno de Estados Unidos y, era que no, por elementos filo fascistas y neonazis que desde siempre habían encontrado en las filas de partidos derechistas, y en algunos cuarteles militares, el nido apropiado para refugiarse a la espera del momento adecuado que les permitiera salir a la luz pública y actuar en consecuencia con sus inamovibles ideales totalitarios, racistas y xenófobos.  La acción de organizaciones como Fiducia, Tizona y Patria y Libertad,  dan cuenta de cuán cierto fue ello.

Lo ocurrido en los 17 años de dictadura no requiere mayores narraciones. Se trata de historia ampliamente conocida no sólo en Chile, sino también a lo largo y ancho del planeta. En esas casi dos décadas, el fascismo y el neo nazismo se nutrieron de fuerzas, dinero, poder y seguridad, bajo el cobijo de grupúsculos de desquiciados criminales pertenecientes a las ramas de las fuerzas armadas y carabineros, conjuntamente con el apoyo irrestricto de otro pequeño grupo, el de los dirigentes de los cofradías políticas, empresarial y periodísticas.

Retornada la democracia en 1990, el fascismo y neo nazismo se recogieron a sus respectivos nichos, atemorizados tal vez por una posible avanzada de la justicia, la que jamás se produjo. Aquella ‘justicia en la medida de lo posible” se tradujo concretamente en el corolario de la máxima que define a los gobiernos concertacionistas: “política de los acuerdos’ y ‘actuar sólo según señala lo políticamente correcto’. Ergo, no actuar… o hacerlo de acuerdo a la técnica gatopardista, vale decir, revolver el gallinero dejando la sensación que todo cambiará para que, en verdad, todo siga igual. O peor.

Filo fascistas y neo nazis vieron con alegre estupor que los principales responsables de asesinatos, robos al estado, traiciones y corruptelas varias, no sólo quedaban exentos de concurrir a tribunales, sino, además, eran vitoreados por dirigentes conservadores, megaempresarios y una prensa canalla que decía estar casada con la democracia y la justicia, pero que nunca amó a ninguna de ellas.

Si  usted recorre la historia de cualquier país que experimentó algo parecido a lo que nos correspondió vivir entre 1970 y 1990, comprobará que solamente en Chile los responsables de la tragedia (y responsables de derecha, centro e izquierda) volvieron a ocupar cargos públicos o de representación popular. Sólo hay que considerar que el principal representante de la dictadura, una vez restaurado el estado democrático, continuó en la comandancia en jefe del ejército y luego fue senador designado. Ello es suficiente motivo para arrancarse los cabellos.

¿Qué vieron filo fascistas y neonazis en los primeros años de ‘democracia protegida’? Con alborozo descubrieron que los ‘renovados’ demócratas -con su actuar corrupto y traicionando a su gente y a su propia historia-  estaban permitiendo una sobrevida política a los responsables civiles de la masacre, defraudando completamente a quienes escucharon sus peroratas demagógicas, pues esculpían la democracia según sus intereses coyunturales y extendían sus manos para recibir pecuniariamente la gratitud de sus antiguos adversarios, asociados ahora en la misma empresa.

Nazis y fascistas criollos constataron durante los gobiernos concertacionistas que muchos dirigentes de ese bloque político –entre quienes estaban ex izquierdistas, ya  ‘renovados’ y convertidos a la fe neoliberal- demostraban con sus hechos y acuerdos de escritorio cuán poco les importaron los miles de asesinatos y millones de decepcionados….total, (seguramente eso pensaban, o al menos los fascistas aseguran que tales individuos así lo hacían), esos muertos y esos decepcionados pertenecían al pueblo, a ese pueblo sumiso y abúlico que sobrevivió a masacres anteriores, pero que se manifiesta dispuesto a apoyar con su voto y su esfuerzo a los mismos hombres que actuaron de verdugos morales.

Para fascistas y nazis la mesa estaba servida. Era asunto de proponérselo y actuar. La justicia no les tocaba ni con el pétalo de una rosa, pues confirmaron en estos 18 años de endeble democracia que el posible adversario, vale decir, progresistas e izquierdistas,  era como un tigre de papel que nada haría, nada en serio ni definitivo, si ellos, los fascistas, apretaban tuercas y salían a romper huesos. Así lo hicieron, así está ocurriendo, y el resultado lo sabemos.

En Chile suceden cosas graves sin que la argamasa institucional logre contar con fuerza suficiente para sancionarlas y combatirlas. ¿Ejemplos de lo dicho? Apuñalamiento de mujeres en marchas pacíficas; otorgamiento de libertades a genocidas; montajes policiales para engañar al público, como fue el de la fallida Operación Huracán; asesinatos  de mapuches; robos en descampado realizado por militares y carabineros alcanzando una suma que en total supera los cincuenta mil millones de pesos;  declaraciones del comandante en jefe del ejército, quien, muy orondo, amenazó al país afirmando que ellos –los militares- defenderían con “dientes y muelas” su privilegiado sistema previsional; múltiples amenazas abiertas y públicas lanzadas por ultraderechistas a personas que no comulgan con sus ideas… ello lo hacen a través de las redes sociales, vía telefónica e incluso mediante “patotas” que actúan ante la vista de la policía y de la prensa en plena calle.

Son demasiados ya los hechos de gravedad absoluta, como esos dos intentos de secuestrar personas, meterlas a golpes dentro de un automóvil mediante amenazas arma en mano. Ocurrió en Valparaíso a un dirigente de la Unión Portuaria de Chile –Francisco Báez- que participaba en la mesa de diálogo con el gobierno debido a la huelga existente en el puerto de Valparaíso, y le sucedió también a  un estudiante universitario en Santiago. En ambos casos, tanto los vecinos del dirigente sindical como los compañeros del estudiante lograron evitar la acción de estos ‘comandos’, cuya forma de cometer delitos y crímenes es  similar a los de la antigua DINA y CNI.

Lo dicho, el fascismo y el nazismo no fueron totalmente derrotados en Berlín, el mes de abril de 1945. Tampoco en Chile. Ambos están de regreso. La culpa en el caso chileno, hay que buscarla en quienes hicieron todo lo posible por no someter a juicio a quienes deberían haber pagado con años de cárcel sus crímenes y sus robos. La noche no ha quedado atrás.

 

 

 

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