El “Bukelazo” provocó un terremoto político en El Salvador, asustando a moros y cristianos. Todos creíamos sepultada para siempre la época de los golpes de Estado y la instauración de dictaduras militares, pero la movida política del presidente Nayib Bukele, el pasado 8 y 9 de febrero del año en curso, nos hizo recordar que el peligro de los gobiernos dictatoriales que se apoyan en las fuerzas armadas, es un peligro real permanente.
Las réplicas del Bukelazo se han hecho sentir nuevamente en el panorama político salvadoreño. Recientemente, en una reunión con funcionarios del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Bukele expresó “(…) Yo les digo: si ustedes vivieran un día en El Salvador, créanme que quemarían a todos los políticos juntos, pero no lo viven (…) estábamos gobernados por una bola de delincuentes y lo que sucedía en El Salvador es que todo estaba hecho para la corrupción y poco estaba hecho para el desarrollo”. (Nodal 20/02/2020).
Los furiosos ataques contra los diputados de la Asamblea Legislativa en general, y contra los del FMLN y ARENA en particular, nos indican que Bukele está intentando replicar la misma estrategia que lo llevó al triunfo en las elecciones presidenciales de febrero del 2019, pero en esta ocasión de cara a las elecciones legislativas del 2021.
No debemos olvidar que Bukele ascendió al poder porque supo interpretar y aprovechar el descontento social contra el bipartidismo ARENA-FMLN, bajos cuyos gobiernos el país se ha hundido en la barbarie, violencia y corrupción generalizada. Bukele se presenta ante el pueblo salvadoreño como el “salvador supremo” ante el rechazo general del pueblo a los partidos tradicionales, pero para impulsar su proyecto bonapartista ha tenido que apoyarse, no en el pueblo, sino en el aparato represivo de las Fuerzas Armadas de El Salvador (FAES) y en la corrupta Policía nacional Civil (PNC) que surgió después de los Acuerdos de Paz de 1992.
Los objetivos, métodos y metas de Bukele se nos presentan con meridiana claridad, al menos para los socialistas centroamericanos. Los partidos ARENA y FMLN, cada quien, desde su punto de vista e intereses particulares, no quieren librar una batalla política contra Bukele, sino más bien conciliar con él. Creen que haciendo concesiones pueden calmar al “loco” de Bukele, pero no es así, nuevamente están equivocados y de continuar con esa resistencia vacilante al proyecto bonapartista de Bukele, serán nuevamente derrotados y de manera aplastante.
El proyecto bonapartista de Bukele es muy claro: reformar las instituciones del Estado, cambiar el régimen político y demoler el actual sistema de partidos, utilizando para ello el ariete de la lucha contra la corrupción.
En estas circunstancias, hay solo un sector social que puede frenar a Bukele: los sindicatos y los grupos de izquierda que, por cierto, están muy dispersos y debilitados. En El Salvador, antes y después de la firma de los Acuerdos de Paz de 1992, surgieron una variedad de organizaciones de izquierda que rompieron con el reformismo del FMLN, muchos de estos grupos o corrientes terminaron desapareciendo de la escena político, otros se volvieron grupos marginales, pero en general podemos decir que existe una vanguardia revolucionaria que, aunque dispersa y debilitada, se mantiene en los sindicatos, organizaciones campesinas, indígenas y populares.
La lucha para frenar el proyecto bonapartista de Bukele nos plantea la imperiosa necesidad de establecer una coordinación ente estos grupos, máxime que el FMLN atraviesa una profunda crisis interna debido a que bajo los gobiernos de Mauricio Funes y Sánchez Cerén abandonaron definitivamente la lucha revolucionaria, para dedicarse a administrar el Estado burgués. Precisamente, el vacío que está dejando la crisis del FMLN está siendo aprovechada por Bukele para intentar ganar las elecciones legislativas del 2021.
Es urgente que los grupos de izquierda revolucionaria profundicemos los lazos y establezcamos una coordinadora nacional para unificar fuerzas en el objetivo común de frenar a Bukele, preparando condiciones para postular nuestros propios candidatos independientes en la batalla electoral que se avecina. Es hora de presentar una alternativa distinta ante el ocaso del bipartidismo del ARENA y del FMLN. Ahora es cuando, no hay otra oportunidad.