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El dios Jano y la reconstrucción

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POLITIKA

El imperio estima que es el momento de dar el zarpazo final en Venezuela. Los rumores de «intervención militar humanitaria» pululan, con el fin de habituarnos a lo inevitable. La marioneta auto proclamada, de patronímico predestinado, -Guiado-, ofrece ‘amnistías’ mientras los EEUU la sepultan bajo miles de millones de dólares secuestrados al patrimonio de un país soberano e independiente. Pero hay algunos detalles molestos: los millones y millones de venezolanos que permanecen leales a un proceso que hizo de ellos un pueblo con derechos. La movilización popular que celebró 20 años de rebelión contra el dominio imperialista fue impresionante. Un análisis, lúcido, de Reinaldo Iturriza López.

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El dios Jano y la reconstrucción


Por Reinaldo Iturriza López – publicado en Rebelión


Tras seis años de ataques sistemáticos contra la sociedad venezolana, y previo balance del daño infligido, el gobierno estadounidense considera que es el momento oportuno para poner sobre la mesa una oferta programática al país, para iniciar su “rescate, recuperación y transformación” (1). De eso se trata, ni más ni menos, el “Plan País” presentado el jueves 31 de enero por Juan Guaidó.

Estos años han dejado una profunda herida en el alma nacional. Es un período plagado de violencia y signado por el desquiciamiento de la economía, que inicia con el shock que supone la desaparición física de Hugo Chávez, y en el que se ha hecho hasta lo indecible por destruir su legado material y simbólico.

Tras haberse empleado a fondo en esta empresa destructiva, el gobierno estadounidense cree haber alcanzado un punto de no retorno. Solo así es posible entender que ofrezca como solución a todos nuestros problemas nada menos que un plan de contenido profundamente neoliberal (2).

Destrucción simbólica significa, entre otras cosas: tal pareciera que el chavismo nunca existió. Veinte años intensos y, en su gran mayoría, gozosos, felices, han sido comprimidos en seis tortuosos años en que el “socialismo del siglo XXI” (3) acabó con el país. Según este relato, la década 2003-2013, la mejor que hayan vivido las clases populares venezolanas en toda su historia, tanto material como simbólicamente, nunca existió. Aquellos maravillosos años 2002-2004 en que el pueblo derrotó un golpe militar en menos de 48 horas, resistió un lock-out patronal y un paro-sabotaje de la industria petrolera que se prolongó durante dos meses, y protagonizó una nueva Batalla de Santa Inés, nunca existió. Aquel extraordinario 1999, en que el pueblo redactó y refrendó una nueva Constitución, nunca existió.

Revísense los indicadores utilizados en el “Plan País” para intentar demostrar que Venezuela es un “Estado fallido” (4): casi todos evitan referirse al país de 2003-2013. Solo una vez es aludido: en el aparte en que nos explican “cómo llegamos aquí” (5). Llegamos aquí, nos dicen, porque no se aprovechó la “bonanza petrolera”. Es como decir que todo aquello ocurrió fortuitamente (había una vez una bonanza…), sin intervención de la voluntad humana, mucho menos la voluntad de las mayorías populares. Apenas ocurrió, que es casi como decir que nunca existió.

Ahora, si se trata de 2013-2019, y siempre según este relato, vaya que el chavismo existió. Hizo y deshizo: un “modelo político totalitario”, “desmantelamiento de la democracia”, un “sistema económico fracasado”, “destrucción de la industria petrolera”, “financiamiento monetario para cubrir la corrupción, la ineficiencia, el gasto excesivo y el sobreendeudamiento” (6).

De hecho, cualquiera podría pensar que el antichavismo tampoco existió, y que eso que hoy se levanta y despereza tras seis años de catástrofe, precedidos de catorce años de “bonanza” desperdiciada de los que ya nadie se acuerda, es la “Venezuela democrática” (7), inocente y virginal.

Así como no existió el chavismo entre 1999 y 2013, tal parece que tampoco existe el pueblo chavista que, a pesar del shock económico que ha debido padecer durante los últimos seis años, se mantiene de pie, aunque el costo haya sido enorme; el mismo que ha resistido estoica y disciplinadamente cuatro oleadas de violencia, en 2013, 2014, 2017 y 2019, logrando evitar que escalara la confrontación, conjurando una y otra vez la guerra fratricida.

Este intento de hacer tabula rasa, es decir, de provocar un shock histórico, de manera que los pueblos pierdan la memoria, es característico del “capitalismo del desastre”. En nuestro caso, una vez consumada la destrucción, puede Estados Unidos abrirse paso, removiendo escombros aquí y allá, e iniciar labores de “reconstrucción”. Puede rescatar, recuperar, transformar. Comenzar de nuevo.

Escribe Naomi Klein:

“Cuando el Katrina destruyó Nueva Orleans, la red de políticos republicanos, think tanks y constructores empezaron a hablar de ‘un nuevo principio’ y atractivas oportunidades; estaba claro que se trataba del nuevo método de las multinacionales para lograr sus objetivos: aprovechar momentos de trauma colectivo para dar el pistoletazo de salida a reformas económicas y sociales de corte radical. La mayoría de las personas que sobreviven a una catástrofe de esas características desean precisamente lo contrario de ‘un nuevo principio’. Quieren salvar todo lo que sea posible y empezar a reconstruir lo que no ha perecido, lo que aún se tiene en pie” (8).

Tal es la tarea que corresponde al pueblo venezolano en general, sin distingo de parcialidad política: iniciar la tarea de reconstrucción del país, manteniendo a raya a neoliberales y guerreristas que, y esto es vital entenderlo, son exactamente lo mismo, y están ansiosos por terminar de echar abajo lo que aún queda en pie, que es mucho todavía, contrario a lo que pudiera creerse.

Al chavismo, en particular, le corresponde asumir cuanto antes que el shockhistórico es una realidad, y que ha dejado una larga estela de desmoralización, frente a la cual no se puede seguir reaccionando desde la superioridad moral que se camufla como irreductibilidad; que éste ha provocado también estupefacción, perplejidad, rabia, dolor, porque se trata, justamente, de que nuestros marcos interpretativos nos resulten inútiles, y ya no seamos capaces de explicarnos lo que nos sucede ni recordar de qué luchas venimos.

Nos corresponde, en fin, volver sobre aquella pista que nos revelara Chávez en su entrañable e inolvidable discurso de toma de posesión, hoy hace exactamente veinte años: la “visión jánica”. Decía Chávez:

“Es tratar de armarnos de una visión jánica necesaria hoy, aquella visión del dios mitológico Jano, quien tenía una cara hacia el pasado y otra cara hacia el futuro. Así estamos los venezolanos de hoy, tenemos que mirar el pasado para tratar de desentrañar los misterios del futuro, de resolver las fórmulas para solucionar el gran drama venezolano de hoy” (9).

Así estamos.


(1) Plan País: la Venezuela que viene. Pág. 3.

Puede descargarse en. https://www.elinformador.com.ve/2019/01/31/descargue-aqui-el-plan-pais-lo-que-viene-para-venezuela/

(2) Reinaldo Iturriza López. Venezuela y el “capitalismo del desastre”. 31 de enero de 2019.

https://www.telesurtv.net/bloggers/Venezuela-y-el-capitalismo-del-desastre-20190131-0001.html

(3) Plan País: la Venezuela que viene. Pág. 10.

(4) Plan País: la Venezuela que viene. Págs. 4-6.

(5) Plan País: la Venezuela que viene. Pág. 9.

(6) Plan País: la Venezuela que viene. Pág. 10.

(7) Plan País: la Venezuela que viene. Pág. 2.

(8) Naomi Klein. La doctrina del shock. Paidós Ibérica. 2007.

(9) Hugo Chávez. Discurso de toma de posesión como Presidente Constitucional de la República de Venezuela, 2 de febrero de 1999, en: La construcción del socialismo del siglo XXI: discursos del Comandante Supremo ante la Asamblea Nacional [1999-2012]. Tomo 1 [1999-2001]. Fondo Editorial de la Asamblea Nacional William Lara. Caracas.

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