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Argentina – El “sinceramiento” económico PRO sigue destruyendo empleos

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Despidos y cierres

El “sinceramiento” económico PRO sigue destruyendo empleos

Los anuncios de cierre y despidos de Pepsico en Florida, y de la química Lanxess en Zárate no son casos aislados. Porque la economía no arranca y por las señales que envía el gobierno, podría haber más amenazas para el empleo.

Esteban Mercatante

La Izquierda Diario, 22-6-2017

http://www.laizquierdadiario.com/

Semanas atrás, el ministro de Trabajo Jorge Triaca aseguraba que en materia de empleo se había terminado la caída que acompañó desde el primer día al gobierno de Mauricio Macri. “Recuperamos todo y empezamos a crecer», afirmaba el funcionario.

Los anuncios de esta semana de cierres y despidos de importantes fábricas, la alimenticia Pepsico y la química Lanxess, muestran que esto está lejos de ser así. A esto se suma el anuncio de Puma que despide a 160 trabajadores en las plantas de Chilecito y Chamical, y el anticipo de la fábrica de plástico mendocina ITEC de que podría definir antes de fin de mes 100 o 120 nuevos despidos. Estos casos son apenas un botón de muestra de una realidad que recorre a gran parte de los sectores de la economía, para los cuales los brotes verdes del relato macrista siguen sin llegar.

El empleo deprimido

La idea de que el empleo se recupera no encuentra asidero en los números disponibles. La semana para el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) dio a conocer el nivel de desempleo para el primer trimestre de este año en los 31 aglomerados urbanos que releva la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que llegó a 9,2%, un nivel que el titular del organismo Jorge Todesca admitió que es “alto”. Estamos hablando de 1 millón 150 mil desocupados en los conglomerados relevados, que podrían llegar a 1 millón y medio o más en todo el país. Los más afectados son las mujeres (10,2 % contra 8,5 % en los hombres) y los jóvenes (el 20,1 por ciento de las mujeres y el 17,2 por ciento de los varones hasta 29 años están desocupados).

Al mismo tiempo según los datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) que provee información sobre la cantidad de trabajadores registrados, en marzo de este año había 51 mil trabajadores menos en el sector privado que cuando asumió Macri. Este número podría parecer alentador, considerando que la destrucción de empleo superó los 100 mil puestos de trabajo durante el año pasado (a lo que hay que sumar los despidos en el sector público y en la economía informal que explican el elevado nivel de desocupación relevado por la EPH), lo cual mostraría una reversión parcial respecto de los peores niveles alcanzados. Pero esto significa que algunos pocos sectores beneficiados por la política económica están levantado algo de vuelo, como es el caso del agro o la agroindustria, energías renovables, y construcción. El resto, siguen planchados o en retroceso. Esto mostraron los datos de actividad económica para el primer trimestre difundidos el miércoles por el Indec, que arrojó un crecimiento de 0,3 % para toda la economía respecto de igual período del 2016. La industria tuvo una caída de 2,2 %; el sector comercial cayó 0,9 %, explotación de minas y canteras retrocedió 5,4 %. El muy moderado repunte, encierra altas disparidades entre rubros económicos y sectores geográficos.

El informe del ministerio de Trabajo que releva los datos del SIPA destaca que en un año creció 0,9 % la cantidad de registrados en el SIPA. Pero la mayor parte de este moderado crecimiento se concentra en monotributistas e inscriptos en el monotributo social, seguidos por el empleo público. Siendo que la categoría de monotributistas engloba tanto trabajadores independientes como empleo precario que adopta diversas formas, se trata de un indicio de que la “recuperación” de una parte de los puestos de trabajo destruidos por el ajuste macrista se da mediante un salto en la degradación de las condiciones laborales para decenas de miles de trabajadores.

El fantasma de la “reconversión”

Incluso a pesar del ligero cambio de tendencia que muestra la economía, no es de sorprender que el empleo en numerosos sectores no se recupere o siga cayendo. De hecho una parte del plan económico del gobierno de Macri incluye la “reconversión” de numerosos empleos en sectores productivos a los que el gobierno le viene recortando el apoyo económico. Esto va desde rubros como el de la electrónica, afectado por la baratura de las importaciones, que es resultado de la rebaja de impuestos así como del dólar planchado respecto de la inflación, hasta textiles y calzado. En todos los casos, el gobierno favoreció la competencia con la producción importada poniendo fin a numerosas restricciones para el comercio exterior. En medio de una economía en caída y un consumo en desplome, la participación de los productos importados fue en aumento. Desde el sector automotriz (las ventas de vehículos nacionales en concesionarios acumulan en el año una caída de 14,4% mientras que las ventas totales crecieron 18,3, siendo los vehículos provenientes del exterior los que cierran la brecha), hasta línea blanca: la importación de calefones, termotanques y calentadores, aumentó del 27 por ciento medido en cantidades durante el primer trimestre de este año.

El llamado Plan Productivo Nacional, que el gobierno tiene en carpeta, apunta a la “reconversión” de nada menos que 364 mil empleos, en sectores “latentes y sensibles”. Se trata del 20 % del empleo industrial. Algunos pocos pasos en ese sentido dieron con el Programa de Transformación Productiva, mediante el cual el ministerio de Trabajo subsidia la contratación de trabajadores que son despedidos que fábricas que cierran, abaratando así los costos de creación de empleo en los sectores que que para el gobierno son “competitivos”. Pero son muchos más los empleos que podrían verse afectados después de las elecciones, si el gobierno de Macri “profundiza el modelo”. Demasiados para ser reabsorbidos por los pocos sectores que entran en la Argentina competitiva que sueña Macri, caracterizados en muchos casos por una creación de empleo limitada como es el agro, la agroindustria, las energías renovables o los servicios financieros. A la Argentina de hoy, en la mirada de los CEOs, le sobran sectores productivos y cientos de miles de trabajadores cuyo destino, si el macrismo llegara a desplegar plenamente su proyecto económico, será “reconvertirse” en “emprendedoristas” de la economía informal o directamente en desocupados.

En medio de este contexto general, hay patronales como la de la multinacional Pepsico que, lejos de poder fundamentar el cierre de su planta de Florida en la crisis, encara esta decisión mientras amplía su plantel en la fábrica de Mar del Plata. Se trata de una medida que apunta a atacar la organización de los trabajadores, favorecida por el clima económico creado por las medidas de Macri. Para hacerlo, la patronal se ve además respaldada por la cruzada anti-obrera que el gobierno viene impulsando con su ataque a la “mafia de los juicios laborales”, el impulso a paritarias por debajo de la inflación y otras iniciativas de similar calibre. De hecho aunque el ministro Triaca manifestó ayer que el gobierno no «acompaña» la decisión de la multinacional yanqui, al mismo tiempo enmarcó el cierre de la planta dentro de los procesos de reconversión productiva que el gobierno viene monitoreando, y destacó como dato «positivo» que la empresa incorpore 150 trabajadores en su planta marplatense. Para no acompañar, suena como un respaldo bastante fuerte a una empresa que con el cierre busca dar un golpe a colectivo de trabajadores con fuerte tradición de lucha. No sorprende, ya que esto va muy bien para los planes flexibilizadores que tiene el gobierno para la clase trabajadora.

Sectores de la burocracia sindical aprovecharon la decisión de la firma alimenticia para decir sin ningún prurito que «donde está la izquierda hay despidos». Como si no fueran los principales responsables de dejar pasar los ataques macristas (despidos, golpe al poder adquisitivo del salario y flexibilización en los convenios) durante este año y medio de tregua, sólo interrumpida por una movilización en 2016 y el paro del pasado 6 de abril. Al contrario, donde la izquierda y sectores combativos tienen peso en las comisiones internas, las patronales se vieron confrontadas con una disposición a enfrentar los ataques que contrasta con la pasividad de los burócratas sindicales.

 

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