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¿Va a sufragar el 2021? Entonces lea esto

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La política y los políticos son parte viva de la esencia de un sistema institucional que conocemos con el rimbombante apellido de “democracia”. Nada nuevo bajo el sol. Pero, al igual que la frase del magnífico autor teatral, dramaturgo y humorista español, Enrique Jardiel Poncela, quien afirmaba que “la belleza de la mujer fracasa en el codo”, podemos también argüir que “la democracia y la política fracasan en los alcaldes de municipios pequeños y rurales”. 

A este respecto he escrito ya varios artículos. Respecto de uno de ellos, recibí –hace tiempo ya- algunas quejas de lectores en el mismo sentido, quienes criticaban mi habitual conducta de relatar una realidad, pero sin proponer salidas. El siguiente es el  ejemplo más  reciente, y provino de uno de esos lectores.

“Entonces, ¿qué sugiere que hagamos? Porque una cosa es vendernos la pomada de que todos somos unos burros ignorantes y unos bueyes de casino andar, lo cual ya nadie duda, y otra es que nos endilguen o insinúen por qué camino seguir y que nos libre de esas dos tan graciosas realidades”.

No, pues, amigo mío; si a pesar de todo lo que ha leído y experimentado aun no tiene claro cuál debe ser su conducta y decisión, significa entonces que los articulistas y columnistas hemos fallado medio a medio, o que usted nunca entendió el fondo del asunto. Así y todo, no pretenda que sea yo quien le diga qué hacer, por quién votar, dónde participar. Esa es una responsabilidad que amerita una decisión suya, sólo suya y nada más que suya. En lo que a mí respecta, me considero un mensajero, un relator que cuenta los asuntos de la polis, pero no dirige la polis. Soy como el profesor de Historia, que la relata y la enseña, pero no la hace.

En cuestiones políticas esta ya no es época de ‘iluminados’ ni de caudillos. Es la hora de las organizaciones. Hay que buscar allí la respuesta que se requiere. He aprendido que la vida no nos da lo que queremos, sólo nos entrega lo que merecemos. Y en política, lo que tenemos no es sino lo que exactamente merecemos como sociedad, y si ello es malo o es bueno, la responsabilidad es nuestra; suya, mía, de todos.

Por ello, en atención a lo anterior, me permito decirlo ahora y aquí, públicamente, para que nadie se mueva a engaño ni a sorpresa: “en la democracia institucional y en la política como actividad pública en el actual sistema apañado por el neoliberalismo y la corrupción no hay nadie más nefasto y menos democrático que un mal alcalde”.

Quienes  más y mejor saben de cuán certera es esa opinión, son las  propias tiendas partidistas que en comunas pequeñas /( más aún, en las rurales) nominan como candidatos a ediles y a concejales, generalmente, a los peores de su propio lote, a los que con suerte pueden juntar la eme con la erre porque no llegaron ni a octavo básico pero ‘compraron’ una licencia de enseñanza media para cumplir con la ley, a los que no tienen remota idea de lo que es la administración pública, a los que aseguran que la municipalidad se transformará en su predio particular y convertirán la comuna en una especie de feudo para pagar los favores recibidos, malversando fondos públicos, burlándose de las urgentes necesidades planteadas por las organizaciones comunitarias, pero que, en cambio, serán obsecuentes cipayos de las órdenes del partido al que pertenecen, mismas que les serán entregadas por el diputado o el senador de la zona, sean ellas buenas, malas o muy malas para la comuna y su gente.

Estos seudo-políticos, metidos a administradores, son los responsables del deterioro que presentan muchas comunas en el país, ya que una vez que acceden a la silla edilicia comienzan la cacería de brujas expulsando del sistema municipal precisamente a quienes conocen al dedillo y al detalle cada una de las formas y aristas del mismo, con lo cual dejan a sus municipios en manos de inexpertos y hambrientos lobeznos traídos por los  caudillejos regionales desde las fronteras últimas de sus propios partidos o coaliciones políticas.  

Esos ediles son, precisamente, quienes sienten temores de ser ‘traicionados’ no sólo por los funcionarios de planta sino, también (y muy particularmente), por aquellos nuevos trabajadores que su tienda política les ha endilgado. Y no dejan de tener cierta razón, pues generalmente –en especial cuando se trata de un alcalde medio ignorante, algo inculto, de mala oratoria y peor comportamiento social- esos nuevos funcionarios, ante los ojos del pueblo, pueden convertirse rápidamente en los mejores candidatos para suceder al edil de turno.  Es lo que un actual alcalde -de cuyo nombre no quiero acordarme- llama “la sombra” (o “me hace sombra”) a todos los profesionales que logran destacar con luces propias ante la comunidad merced a sus cualidades y a sus  positivas conciencias sociales. 

De esta forma, son muchos los alcaldes de municipios pequeños y rurales que sienten que se les está ‘traicionando’ a diario, y adoptan una postura dictatorial-patronal, casi draconiana, con los funcionarios municipales y con los profesionales de la Salud y la Educación de la comuna, llegando a extremos que en otros ámbitos de la política nacional serían inaceptables, como por ejemplo insultarlos a voz en cuello y ante usuarios del municipio, con groserías propias de barras bravas.

Para que los alcaldes se enteren,  en particular los ignorantes (ergo, el 70% de los ediles que hay en el país), los funcionarios no son “sus empleados particulares”, ni sus “trabajadores de temporada”…ellos no deben mostrarle al edil una lealtad rayana en la incondicionalidad, pues los funcionarios deben ser solamente fieles al sistema municipal y a su marco jurídico, ya que los alcaldes pasan y pasan…pero los funcionarios quedan. Estos (y no los ediles) representan el andamiaje sobre el que se sustentas el sistema municipal estructurado por el legislador.  

Se persiguen solos muchos alcaldes, es la verdad. Ello se debe a la  falta de educación, de capacitación técnica y de humanidad positiva que manifiestan al momento de abrir la boca. También hay alcaldes que viven encuevados en sus oficinas,   temerosos de salir a terreno y enfrentar las necesidades crecientes de su comunidad. Otros ediles culpan al gobierno de turno, asegurando que desde Santiago le han marcado con una  equis negra, y que la SUBDERE, tanto como el mismo gobierno regional, le niegan la sal y el agua por no pertenecer a uno de los  partidos de la coalición oficialista.

Muchos de estos ‘políticos’ que ofician de primeras autoridades comunales no pueden siquiera mirarse en el espejo, ya que de inmediato saldrán gritando: “traición, traición”. Para ellos,  ‘traición’ es que  un funcionario –o un miembro de una organización comunitaria- les impida robar a destajo, ordenar la ejecución de estupideces de marca mayor, gobernar contra las necesidades de la comunidad, deambular por la comuna haciendo las de quico y caco como si fuera el patio de su casa, dilapidar el presupuesto municipal como si ellos lo hubiesen regalado, etc., etc.

Definitivamente, un significativo número de alcaldes carece de educación mínima necesaria, de capacidad administrativa en períodos de democracia institucional, creyendo que las comunas a su cargo pasan a constituir propiedad personal durante cuatro años, y que nadie puede oponérseles, criticarles ni corregirles la plana. Para muchos ediles, la comuna, durante esos tristes cuatro años, se convierte en su feudo, en su negocio, en su corral.

Por ello, ante la falta de preparación, de honestidad y de rigor administrativo, muchos ediles –incultos y casi delincuentes- constituyen un peligro real para la democracia y un mal ejemplo para la juventud que, desde hace décadas,  no cree ni se interesa en la política…y con justa razón.  

Las tiendas partidistas tienen la palabra… y la responsabilidad. Las comunas rurales –graneros del país- requieren también de la atención del centralismo que  vive mirándose el ombligo.

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