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The Economist anuncia cambios del “modelo chileno”

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LA VOZ DE LOS QUE SOBRAN

por Roberto Pizarro Hofer | Jul 21, 2020

La revista británica The Economist, firme defensora del capitalismo liberal, sorprende con su reciente artículo sobre Chile (18-07-2020). Lo encabeza con el título “El Covid-19 acelera los cambios del modelo económico chileno” y agrega en el subtítulo que “como consecuencia de la crisis sanitaria el país se encamina hacia la social democracia”.

Es claro que a la revista británica le disgusta la gestión de Piñera. Destaca la torpeza y lentitud del Gobierno en defender a los chilenos de las consecuencias económicas del Covid-19. Esta crítica coincide con los argumentos opositores y la de los parlamentarios de derecha, que han apoyado el retiro de los fondos de las AFP. Agrega que los chilenos ricos obtienen muchos mejores servicios de salud y educación que los pobres y que “Las pensiones que los chilenos ahorran para su vejez, resultaron ser más bajas que lo que muchos esperaban cuando el sistema fue implementado en 1980”.

La revista británica se ha dado cuenta que Piñera no tiene capacidad para gobernar y que está conduciendo al país a una dramática crisis. The Economist ya lo había cuestionado cuando se produjo el estallido social del 18-O. En esa oportunidad destacó que sus respuestas fueron ineptas y ayudaron a desatar la crisis. Se refería a esa “guerra” que anunció Piñera y, también, a los torpes dichos de los ministros de Economía y de Hacienda que obligaron a sus despidos del gabinete.

The Economist no hace más que constatar que nuestro país vive un momento de cambios. Las vigorosas protestas del 18-0 contra el orden económico-social y, ahora, el masivo apoyo ciudadano al retiro del 10% de los ahorros en las AFP, revelan que existe una fuerza mayoritaria para transformar el modelo neoliberal. Esto se ve ratificado por el acuerdo parlamentario mayoritario, de la oposición y parte de la derecha, para convertir en ley el retiro del 10%.

El sentido común está cambiando. La hegemonía cultural neoliberal comienza a hacer agua porque ha crecido la conciencia que el actual estado de cosas no puede seguir. Y, si la clase política no apoya el camino de transformaciones, que está exigiendo la mayoría ciudadana, se desatarán incontenibles protestas sociales. La revista británica, prefiere cambios al sistema capitalista antes que éste entre en una completa debacle.

La dolorosa experiencia del coronavirus es una lección no sólo en el ámbito de la salud, sino desnuda el injusto e irracional sistema económico y social existente; pero, fueron las protestas de octubre del año pasado las que abrieron el camino. El coronavirus y el 18-O desafían también a una clase política que achicó el Estado y que se convirtió en protectora del sistema de desigualdades e injusticias.

La crisis en curso ofrece condiciones de posibilidad para los cambios. Sin embargo, éstos no serán automáticos, sino dependerán de la lucha de los hombres y mujeres – pobres y sectores medios- afectados durante décadas por insoportables desigualdades e injusticias. Pero, los cambios también dependerán de la construcción de la convergencia política de todos aquellos dispuestos a terminar con el neoliberalismo. Habrá que caminar en esta dirección teniendo como faro la Constituyente.

En suma, se precisa una nueva estrategia de desarrollo, que termine con el Estado subsidiario y que coloque en su centro a toda la sociedad y no la protección del 1% de los más ricos.

En primer lugar, habrá que diversificar una estructura productiva fundada en los recursos naturales. Porque las actividades extractivas muestran inestables ingresos de exportación, deterioran el medio ambiente, no ayudan a generar encadenamientos hacia el conjunto de la economía y generan empleo precario e informal. Además, porque este estilo productivo ha acumulado rentas extraordinarias en el 1% de los más ricos, concentrando un poder económico, que domina la política y los medios de comunicación. Aquí radica la base material de las desigualdades y la dificultad para convertirnos en país desarrollado.

Segundo. El Estado subsidiario necesita ser reemplazado por un Estado promotor de políticas de fomento, en favor de actividades industriales y/o que intervenga directamente en iniciativas productivas, que al sector privado no le interesan. Un Estado activo también deberá apoyar seriamente a las pequeñas empresas y, muy especialmente, regular con efectividad el comportamiento competitivo de los mercados.

Tercero. Se precisa aumentar sustancialmente la inversión en ciencia, tecnología e innovación, condición indispensable para que la inteligencia se incorpore en la transformación de los procesos productivos y para agregar el valor necesario en la diversificación de bienes y servicios.

Cuarto. Un nuevo modelo económico exige políticas sociales universales para mejorar radicalmente la educación formal y la capacitación de los trabajadores, así como implementar un sistema de salud pública de calidad para toda la sociedad. Nuevas tecnologías y procesos modernos exigen profesionales y trabajadores con formación y salud de calidad. Ello resultará en mayor productividad, mejores salarios y distribución del ingreso.

Quinto. El desenfrenado ataque a la naturaleza no puede continuar. Los procesos productivos y el crecimiento no pueden poner el peligro el funcionamiento de los ecosistemas ni la salud de los seres vivos.  

Finalmente, después del Covid-19, los productos médicos y otros bienes y servicios fundamentales para nuestra sobrevivencia serán de producción nacional. En consecuencia, es altamente probable que en la post pandemia se refuercen nuevas líneas industriales en bienes que antes se importaban. También habrá que poner atención a los mercados cercanos, ya que será más eficiente acercarnos productiva y comercialmente con los países de Sudamérica. Habrá que replantear entonces nuestra política de comercio exterior, otorgando mayor prioridad a las relaciones con los países vecinos.

La revista The Economist nació en 1843 y, a lo largo de casi 180 años, ha sido firme defensora del capitalismo. En consecuencia, su enojo con Piñera responde más bien a la torpeza que éste ha mostrado para protegerlo antes que a diferencias ideológicas.

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