por Diego Carmoni
En medio de esta pandemia, probablemente no haya un mejor ejemplo de por qué, es mucho más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, que las respuestas de los gobiernos a la actual pandemia de Covid-19. La consigna «socialismo o la barbarie» fue un eslogan apropiado a principios del siglo XX, pero ya no lo es. Considerando las profundas crisis interrelacionadas que están en vísperas de destruir el planeta, el eslogan que refleja la realidad del siglo XXI es «SOCIALISMO O APOCALIPSIS».
El sistema mundial capitalista en el que vivimos ha demostrado ser completamente incapaz de enfrentar una pandemia de este tipo, que desafortunadamente es el menor de nuestros problemas, considerando las crisis ambientales, sociales y geopolíticas que están esperando en nuestra puerta. Claramente, el problema en cuestión no es la falta de conocimiento científico, tecnología o medios sociopolíticos para detener la propagación de un nuevo virus. Tenemos todo esto a principios del siglo XXI. El verdadero problema es que, bajo el capitalismo, cualquier estrategia o forma de acción que potencialmente podría salvar millones de vidas se rechaza de inmediato si tiene el efecto secundario de detener o ralentizar temporalmente el ritmo de acumulación de capital, y por lo tanto de ganancia.
Está claro que el carácter de clase de las relaciones capitalistas está profundamente en desacuerdo con el objetivo manifiesto del estado de proteger la vida de los ciudadanos. Las respuestas de los gobiernos a la pandemia de Covid-19 revelan una vez más que cuando los gobernantes de todo el mundo se dan cuenta de que tienen que elegir entre arriesgar la acumulación de capital o la vida humana, la mayoría opta por arriesgar / sacrificar esta última sin mucha vacilación. Esta elección es evidente en las sugerencias hipócritas que varios gobiernos han hecho sobre cómo detener la pandemia. La mayoría ignora el carácter de clase del mundo en el que vivimos y las condiciones concretas de la fuerza laboral global.
En todos lados se les pide a las personas de clase trabajadora, que no pueden permitirse el lujo de perder sus trabajos o sus salarios, que trabajen desde casa si pueden y que no vayan a trabajar si están enfermos. Sin embargo, en la mayoría de los países, no se les otorga ninguna licencia por enfermedad remunerada. Se aconseja a las personas que busquen ayuda médica de inmediato cuando muestren síntomas de fiebre alta y tos seca. Sin embargo, se les niega el derecho a la asistencia sanitaria universal y la seguridad social adecuada. Esto es un ejemplo claro en términos de falta de seguridad social y derechos de atención médica universal. Para muchos trabajadores precarios de todo el mundo que intentan sobrevivir dentro de los intersticios de la economía informal, por ejemplo, el «distanciamiento social» no es una opción porque significa falta de pagos de arriendo por la vivienda y hambre. Si bien se pide a los ciudadanos que se queden en sus hogares, que creen sus «oficinas en el hogar» y tomen tiempo para protegerse, los «trabajadores esenciales» (una categoría que debe registrarse como confesión del capital sobre quién produce «valor» en la economía) La producción, la circulación y la logística (y, por supuesto, en las industrias de la salud) se ven obligadas a trabajar y reproducir sus medios de vida en condiciones inseguras.
La pandemia de Covid-19 está desencadenando una crisis para el capitalismo. Como en toda crisis, el efecto de la crisis en las empresas capitalistas será desigual en todos los sectores. Mientras que algunos sectores ven muchas quiebras, otros se beneficiarán del caos y la miseria. Hasta ahora, la propagación del coronavirus ha sido una mina de oro para los mercados de comercio electrónico y los sectores de logística / entrega (como Amazon, Instacart, Alibaba.com, Deliveroo), muchos productos farmacéuticos y compañías de entretenimiento, transmisión y videoconferencia en línea, por citar algunos.
Sin embargo, si desviamos la mirada de las empresas capitalistas a sus trabajadores, veremos una imagen diferente. Incluso los trabajadores empleados en empresas que producen superganancias a partir de la crisis actual se verán afectados negativamente por la crisis. Compañías como Amazon e Instacart pueden negar más fácilmente las demandas y derechos de los trabajadores debido a la acumulación de un gigantesco ejército de reserva de mano de obra de aquellos que han perdido sus empleos debido a la desaceleración de la economía y a las órdenes de quedarse en casa, lo que ha dejado a muchos ansiosos por tomar trabajos peligrosos con bajos salarios y condiciones de trabajo inseguras en caso de que Amazon y la empresa necesiten reemplazar a los empleados recalcitrantes. La abrumadora mayoría de los desempleados no reciben una compensación adecuada para pagar el alquiler, cubrir sus facturas y cuidar a sus familias. El tamaño relativo y la extensión geográfica del emergente ejército de trabajo de reserva probablemente superará con creces los niveles que vimos después de la crisis de 1929. En resumen, el dictamen de Rosa Luxemburgo es aún más relevante hoy: lo único peor que ser explotado por el capital en condiciones mortales / inseguras durante una pandemia es no ser explotado en absoluto.
La crisis sanitaria ha puesto en evidencia los límites del capitalismo, ha desnudado el sistema. Pero como la crisis no es una crisis típica del capitalismo los defensores del sistema tratan de explicarla como si fuera solo una catástrofe ambiental.
Entonces es muy importante atar bien los cabos. Los socialistas y los anticapitalistas, debemos poner de relieve no sólo que capitalismo no está en condición de atender la crisis, sino que también el capitalismo crea las condiciones para que se creen crisis de este tipo.
Está claro que como consecuencia de la pandemia habrá una crisis económica. Sin embargo, los defensores del capital están construyendo el mito que el sistema fue trastocado por un agente externo, su objetivo es restablecer el orden perdido.
Esta es una primera cuestión. Hay que explicar cómo la crisis sanitaria se produce por mecanismos que son propios de las sociedades capitalistas. La causa directa obviamente es biológica, pero la propagación es producto de la globalización, la destrucción del medio ambiente y otros elementos propios de esta fase histórica
La segunda cuestión es que habrá una variedad de propuestas conservadoras. Algunas pretenden un retorno al capitalismo como antes de la pandemia, y otras quieren hacerle un lavado de cara al capitalismo.
Hasta la fecha, las medidas que se están tomando sólo pretenden resolver la crisis dentro del marco del neoliberalismo. La mayor intervención estatal no modificara el patrón neoliberal de producción. Es propio del neoliberalismo aplicar ciertas medidas paliativas, recurrir a cierta intervención estatal para salvar al sistema.
No se debe olvidar que el estado es un estado de clase y que en estos casos interviene en favor del capital, aun cuando redistribuya en momentos de desborde del sistema. Esto lo hace estimulando la oferta y la demanda, sosteniendo a los productores capitalistas, evitando que las contradicciones y los conflictos se conviertan en algo insostenible.
El retorno del estado no es de por sí un signo antineoliberal, aún menos anticapitalista. El sistema cuidará que la intervención estatal no se salga del patrón neoliberal.
La propagación de estos nuevos virus son también consecuencia de la expansión del agrobusiness y de la ruptura de los equilibrios ecológicos, provocado por la voracidad del capital.
El neoliberalismo no solo está destruyendo nuestra relación con la naturaleza también ha destruido sistemáticamente las conquistas de los trabajadores. Destruyó la salud pública provocando un colapso sanitario en casi todos los países. La crisis sanitaria ha puesto al descubierto una crisis económica similar a la depresión de 1929. Las previsiones de la caída del PIB a nivel mundial para este año pronostican una recesión económica.
Ahora, la crisis económica lo que ha hecho es profundizar la tendencia que se venía desarrollando desde 2008. La clase dominante no dio solución a esa crisis, lo que hizo fue rescatar a la banca y favorecer a los grandes accionistas. El sistema nunca logró recuperarse totalmente. Desde entonces lo que se observa es un estancamiento que ahora puede transformarse en una depresión.
Por otra parte, se están profundizando las rivalidades entre los países capitalistas, la guerra encarnizada por el acceso a los insumos médicos es sólo una muestra de estos conflictos. Y la disputa entre Estados Unidos y China sobre el origen del COVID es parte de una lucha cada vez más intensa por la hegemonía mundial.
Sin embargo, nuevamente los gobiernos, en casi todo el mundo, lo primero que han hecho es rescatar a las grandes empresas. Todo esto da una señal del mundo que viene. Seguramente veremos más guerras comerciales con una regionalización de la producción y del intercambio. Estos fenómenos ya se venían incubando, lo que ha hecho la emergencia sanitaria es acelerar los tiempos.
Desde una perspectiva socialista la clase dominante está aprovechando la crisis para generar una nueva relación entre capital y trabajo, mucho más desfavorable para la clase trabajadora. Sólo en este trimestre ha aumentado a cientos de millones el número de desempleados. Mientras tanto los empresarios – en todas partes- impulsan la precarización del empleo y las rebajas salariales. Su intención es imponer una contrarrevolución laboral.
En Estados Unidos y en otros países capitalistas la rebaja salarial y la precarización es presentada por los empresarios como un “esfuerzo para combatir el desempleo”. De esta manera se cimentó la fortuna del dueño de Amazon o de la familia Walton.
En todos los lugares las medidas que reducen los salarios temporalmente están favoreciendo a la clase capitalista mientras decenas de miles de trabajadores de la industria y del sector de los servicios son obligados a trabajar sin mínimas condiciones de seguridad. En casi todo el mundo la clase dominante exige reiniciar la producción – en actividades no esenciales – a pesar de que la pandemia no ha sido superada.
En este sentido el poder económico tratará de consensuar con los gobiernos – y con complicidad con las direcciones sindicales – la imposición de peores condiciones para los trabajadores. La clase capitalista necesita para salir de la crisis iniciar un ataque en profundidad a las conquistas del trabajo asalariado.
¿Cuáles son las perspectivas de la lucha de clases en las nuevas circunstancias?
Se producirá una agudización de las contradicciones de clase en el periodo pospandemia. La clase dominante quiere aprovechar la crisis y no pagar su costo. Esta es la típica conducta de la racionalidad capitalista.
Ahora, parece que la extensión de esta crisis está trastocando los equilibrios internos en el bloque de poder. Hay tensiones al interior de las propias clases dominantes, sobre todo entre los sectores ligados a lo público, al aparato estatal.
Cuando hablamos de luchas de clases, esta lucha también existe al interior de los distintos sectores que componen el bloque social que tiene el poder. Es muy probable que sus distintas estrategias se enfrenten de alguna manera, tal como se enfrentaron en el Brexit en Gran Bretaña.
La crisis creará una oportunidad para aquellos políticos que son partidarios de la intervención del estado y de suavizar los conflictos sociales. Este sector impulsará soluciones paliativas, de carácter asistencial y un retorno muy limitado de lo público.
Esta estrategia es lo que Gramsci llamó una “revolución pasiva”, Posiblemente no alcance ni a eso, en el mejor de los casos serán pequeñas o medianas transformaciones sin la participación de las clases subalternas. No quieren una redistribución del poder, sino una gestión desde arriba.
De tal manera que el símil con la crisis de 1929 puede calzar con una gestión que modifique en algo patrón capitalista. Pero, una política reformista sólo tendrá viabilidad si hay una gran movilización de los trabajadores. Cuantitativamente la presión va a ser grande. Pero desde el punto de vista de la subjetividad política y del programa se necesita una fuerza suficiente para introducir una cuña e influenciar en el desenlace.
Es un hecho que con la crisis económica aumentará la conflictividad desde abajo, en el primer momento, quizás sea de forma espontánea. Pero en medio de una crisis orgánica de la hegemonía burguesa debemos tratar de llevar la lucha de clases hacia un terreno político-estratégico. Hacia un proyecto que tenga una clara intencionalidad anticapitalista, un proyecto socialista.
En la crisis de 1929 preexistía una acumulación de fuerzas no sólo cuantitativa. También había un cierto nivel político y una condensación ideológica fuerte que permitió a los trabajadores incidir en los acontecimientos.
Hoy la crisis puede desatar una gran conflictividad, siempre y cuando se puedan volver a levantar los movimientos que habían antes de la pandemia, al estilo de los chilenos, que nos permita tener una incidencia real.
Veremos qué lugar logra ocupar la izquierda anticapitalista. Hoy hay sectores de la clase trabajadora que se encuentran confundidos con determinadas propuestas progresistas. Los medios difunden la idea que cierta dosis de intervención estatal en favor del capital nos sacará de la crisis. De esta manera las revoluciones pasivas dificultan objetivamente la acumulación de fuerzas.
Se ve que comienzan a abrirse brechas en el bloque dominante. Esta crisis puede exacerbar los conflictos. En México en las últimas semanas hubo entre el gobierno y la patronal un pequeño enfrentamiento. El gobierno de López Obrador lanzó medidas asistencialistas que fueron criticadas por sectores de la patronal. En Chile, el gobierno de Piñera necesita el apoyo de la oposición traidora para salvar a los empresarios y controlar a los trabajadores.
Sin duda este es un elemento que hay que tener en cuenta desde el punto de vista político. La política gubernamental y la política de la patronal no resuelven la terrible situación en la cual están millones de trabajadores. En estos momentos se está despidiendo a millones de trabajadores en todas las grandes empresas del planeta y las industrias no esenciales logran que los gobiernos rompan el confinamiento, con apresurada vuelta a una “nueva normalidad”.
Ninguna de las distintas alternativas políticas de las clases dominantes son una respuesta favorable a la situación que atraviesan millones de trabajadores a nivel internacional.
Ya hay resistencias en el panorama mundial. Han empezado en sectores esenciales como son los trabajadores de la salud, estos se están manifestando. Y no debemos olvidar que los sanitarios cuentan con un gran prestigio social. Están en la primera línea de lucha contra la pandemia en momentos en que la política sanitaria de los países capitalistas ha sido desastrosa.
Por otra parte, los repartidores, los trabajadores precarizados, los de supermercados, del transporte, de las industrias maquiladoras se están organizando y han empezado a hacer huelgas parciales. Exigen cuestiones tan elementales como equipos de protección y remuneraciones adecuadas.
Pero lo que realmente a levantado la unidad internacional ha sido el cruel asesinato de George Floyd en Minneapolis, levantando la solidaridad internacional contra el racismo. Organizando en plena pandemia marchas gigantescas que se reproducido prácticamente en casi todos los continentes.
También hay experiencias en sectores con mejores condiciones laborales; en Italia hicieron una huelga el 25 de marzo; en Francia los empleados de Airbus exigieron la reconversión de la industria; en Estados Unidos han paralizado por momentos las plantas automotrices.
Pero, luchas no expresan una radicalización generalizada porque todavía la cuarentena mantiene a gran parte de la clase trabajadora recluida. Las rebeliones de las masas en Chile y en Francia, antes de la pandemia, y las luchas locales, que comienzan a aparecer, añadido a las “ollas comunes”, pueden estar anunciando una nueva oleada de lucha populares. Los sectores que protagonizaron esas protestas son los mismos sectores que han realizado grandes manifestaciones y huelgas en México, en la región de Matamoros y en Ciudad Juárez.
En el desarrollo de los procesos revolucionarios siempre hay que considerar lo que está pasando en el mundo, donde hay experiencias previas, como se produce la polarización, que contradicciones hay en las alturas. Necesitamos analizar la lógica de la situación actual y estudiar las posibilidades que se desarrollen procesos de corte revolucionario.
El neoliberalismo en la actualidad comienza a perder terreno, pareciera que hoy en día nadie se autocalifica de neoliberal. Pero más allá de la denominación, en el futuro cercano habrá tantos demonios sueltos que el conflicto estará plagado de aprovechadores políticos y financieros
Es un momento de reacomodo de las relaciones de fuerza. En este sentido hay que tener cuidado, porque está actuando un autoritarismo de derecha que intenta una reconducción hegemónica en clave represiva. Habrá que ver cuál será la tendencia general de la política y que pasa en cada país en particular.
No es evidente que el neoliberalismo haya entrado en una crisis terminal. Será defendido a capa y espada con medidas compensatorias del estilo socialdemócrata o con políticas de confrontación neofascistas.
La perspectiva socialista tiene una oportunidad importante. Dependerá de acumulación de fuerzas que logremos. Pero la lucha se va a producir, será inevitable. La izquierda socialista y anticapitalista – que todavía no se ha recuperado de su derrota histórica- puede que recupere el terreno perdido. La posición que ocupe dependerá de su trabajo.
La perspectiva socialista será una tarea de reconstrucción lenta y progresiva. Tendremos que salir al paso, para combatir las soluciones socialdemócratas y al mismo tiempo deberemos participar activamente en las luchas populares, sin sectarismos y sin concesiones.
Es una tarea complicadísima. Politizar la lucha de masas siempre es complicado. En las grandes movilizaciones en Chile y en Francia, se logró politizar el combate, pero, en este último tiempo muchas luchas no pasaron de ser luchas solo reivindicativas. La tarea es difícil, pero hay que emprenderla.
La oportunidad es crucial y estratégica. Hay que tomarla. La izquierda socialista tiene una oportunidad para avanzar, este avance no será rápido ni contundente. Todavía no hay una irrupción de masas que nos lleve rápidamente a tomar posiciones radicales.
Habrá que ver cómo contribuir a esa radicalización sin esperar ser hegemónico en el corto plazo. Estos procesos no son repentinos. En los países donde ha habido revoluciones la acumulación de fuerzas fue larga. Esa es la historia del movimiento obrero y socialista.
Hay que hacer cuentas con las dificultades que hemos vivido en los últimos años y con el carácter reducido las corrientes revolucionarias al interior de la izquierda, hay que redoblar los esfuerzos.
El panorama para la clase trabajadora es muy complejo porque se combina la crisis sanitaria y económica con un ataque por parte de los capitalistas a las conquistas sociales. Esto hace muy importante discutir cuáles son las tareas que tenemos por delante para el desarrollo de una subjetividad revolucionaria en el seno del movimiento obrero.
El carácter convulsivo del momento actual es lo que hace que muchos intelectuales de la burguesía alerten sobre posibles insurrecciones o levantamientos. Evidentemente, desde el punto de vista del pensamiento burgués el Estado debe fortalecer los mecanismos de control social para contener los movimientos de masas. La represión puede ser una de las tantas respuestas por parte de la burguesía.
Pero, la crisis del pensamiento neoliberal surge de su propia dinámica económica. La intelectualidad del sistema al perder su visión triunfalista y tiene ahora por delante ideólogos que sostienen perspectivas reformistas. Estas posiciones políticas van desde los neo-reformistas al estilo de Podemos (que hoy es parte del gobierno del estado español) hasta los gobiernos como el gobierno de López Obrador en México.
Las políticas reformistas y de contención social de López Obrador tiene un panorama complejo porque la crisis económica va a agotar los recursos disponibles que tiene el Estado. Lo cual no quiere decir que no pueda mantenerse. En México y en España trataran de seguir haciendo su política, pero ahora la situación económica pone límites a estos proyectos.
Ahora bien, es muy importante avanzar en la reflexión sobre las perspectivas socialistas. Pero para el marxismo las crisis políticas no se generan automáticamente, ni mucho menos revoluciones triunfantes.
Sin embargo, la realidad actual está poniendo sobre la mesa la necesidad de aplicar medidas radicales. Cuando los marxistas planteamos estas medidas nos consideraron utopistas. Por ejemplo, en muchos países se están prohibiendo los despidos. Ahora cuando una empresa cierra se puede plantear sin grandes problemas que debe ser expropiada y puesta bajo control de los trabajadores. Hoy este tipo de medidas no son una consigna hueca, son una cuestión de vida o muerte para los trabajadores.
Otro ejemplo: la nacionalización de los sistemas de salud debe implicar también la expropiación de los hospitales y laboratorios privados. Estas medidas deben ponerse en la agenda para evitar la catástrofe humanitaria que está produciendo la pandemia.
La tarea que tenemos no es fácil. Por eso es importante la organización política. La clase trabajadora deberá retomar el legado de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y de tantos revolucionarios del siglo XX. Necesitamos construir una alternativa política para enfrentar a los capitalistas y sus partidos.
Para eso hace falta una estrategia y una conducción revolucionaria. Por eso es importante tomar partido políticamente. En un contexto donde millones de trabajadores y jóvenes están sufriendo la crisis en carne propia, la gente puede sacar conclusiones muy avanzadas. En ese camino la acción de los revolucionarios, el acercamiento, la fusión con la gente y un programa que dé respuesta, puede permitir que se desarrollen organizaciones revolucionarias superiores a las que hoy existen.
Se actualiza la necesidad y la vigencia de una perspectiva anticapitalista, socialista y revolucionaria, lo que implica acabar con este sistema de explotación y miseria. Es necesario luchar, construir y conquistar gobiernos de los trabajadores y sus aliados. Se trata de reorganizar la sociedad sin explotadores y explotados.
Ahora es relativamente más fácil ver que para emancipar a todos los humanos y otros seres naturales, necesitamos exterminar los sistemas que generan explotación, opresión y exclusión no solo en nuestras geografías sino en todas partes donde existan. Entonces, además de un «movimiento de movimientos» que forjaría la solidaridad internacional a nivel local, nacional y global, la izquierda global necesita una organización política internacionalista para defender los intereses a largo plazo y universales de estos movimientos con el objetivo de exterminar tales sistemas
Los trabajadores, los jóvenes, las mujeres, tenemos que estar conscientes del momento que se viene. Es importante organizarnos porque es la única forma de resolver de forma positiva la disyuntiva que nos planteó, Rosa Luxemburgo: socialismo o barbarie, hoy día, con el calentamiento global y la destrucción del planeta, es mas imperante el “SOCIALISMO O APOCALIPSIS”.