Luis Mesina
La mañana del martes 11 de septiembre amaneció fría, la ciudad de Santiago estaba oscura, con un cielo amenazador presagiando quizá la tragedia que un poco más tarde caería sobre todo el territorio nacional, azotando al país por más de 17 años. Era el 11 de septiembre del año 1973.
Septiembre, es un mes de controversias para la historia de los y las chilenas. Es un mes que durante años la oligarquía y los sectores dominantes nos han impuesto a través de un currículo educacional, el 18 y 19 de septiembre, como el Día de la Independencia Nacional y de las Glorias del Ejército. Ambas fechas son una farsa. No fue sino hasta 1818 cuando se proclamó el acta de independencia.
Tampoco puede llenarse de gloria este ejército cuando arrastra sobre sí una larga secuela de crímenes contra su propio pueblo y una extensa y larga lista de desastres y derrotas contra otros ejércitos. La propia ciudadanía jamás le ha reconocido algún mérito a las FF. AA chilenas. Las “fiestas patrias”, fecha en la que se busca fortalecer los sentimientos patrios son en realidad, para el pueblo, una fiesta gastronómica, donde adquieren más valor las empanadas, el terremoto y el vino tinto, que alguna proeza de estos “valientes soldados”.
Pero septiembre es también una fecha importante, no para todos por supuesto, para un sector significativo por la llegada al poder de Salvador Allende y la Unidad Popular. Gobierno que llenó de esperanzas a los sectores más desposeídos de nuestro país. Es un mes apreciado para quienes recuerdan ese día que abrió por primera vez las puertas para que el hombre y la mujer sencilla avizoraran un
mundo mejor.
Es por supuesto, un mes donde debemos recordar y recapacitar sobre nuestro pasado interpelando el presente, entendiendo que una sociedad que persigue, algún día ser prospera y justa, debe superar sus angustias y resolver las cuentas pendientes que existen, en especial en materia de DD.HH. Chile aún no logra superar las heridas abiertas que se produjeron hace 51 años atrás, por el contrario, pareciera que se acrecientan en tanto transcurre el tiempo.
Y es que una minoría que se ha enseñoreado en estas casi cinco décadas de todos los bienes públicos de nuestro país, muestra no estar dispuesta a ceder. Ha dictado las leyes y nos ha impuesto una Constitución espuria; ha controlado la economía sin contrapesos acabando con conquistas trascendentales para nuestro país, como la reforma agraria, que durante los gobiernos de Frei y Allende habían logrado restituir la propiedad sobre la tierra en beneficios de las mayorías; ha entregado nuestros recursos naturales como el cobre y el litio a los capitales foráneos; han entregado el agua, el bien más sagrado para el ecosistema, al mundo privado; han convertido en negocios privados todos nuestros derechos sociales; han controlado y mancillado con dinero sucio la actividad política, convirtiendo la actual democracia en un remedo del cual las mayorías ya no sienten absolutamente ningún aprecio y mucho menos respeto.
Son 51 años donde las heridas para muchos siguen abiertas, pues aún no sabemos el paradero de muchos desaparecidos; aun no logramos alcanzar la justicia que supone castigo para quienes con el peso del Estado abusaron, torturaron y asesinaron. Chile aún está en deuda y mientras lo esté, será difícil alcanzar la justicia y la paz por la que tantos hombres y mujeres han luchado y caído.
El 18 de octubre de 2019 está conectado con este largo caminar de nuestro pueblo, cuando millones de habitantes de nuestro territorio salieron a correr el cerco de la injusticia, demandando transformaciones sociales, económicas y políticas, no hacían más que conectar las demandas del pasado, que no han desaparecido, sino que se han interrumpido; pero, siguen plenamente vigentes.
Al igual como en septiembre del 73, el poder y quienes lo detentan han respondido con lo único que pueden y saben hacer, con represión, tortura y muerte.
La historia sirve para conocer, para aprender, sirve en definitiva para trazar nuestros proyectos de vida. Quienes en septiembre de 1970 le dieron el triunfo a Salvador Allende, son los mismos que debieron pagar el precio más caro de nuestra historia el 11 de septiembre de 1973; pero, después de cinco décadas, surge nuevamente la esperanza, pues los que se levantaron el 18 de octubre son los herederos de aquellos que entregaron sus vidas por un mundo mejor. Pues como decía Allende: “podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos
sociales ni con el crimen ni con la fuerza”.
En septiembre conmemoramos a todos los caídos, a Salvador Allende, a Víctor Jara, a profesores y profesoras asesinados, a sindicalistas, estudiantes y pobladores que sufrieron el rigor de la dictadura cívico militar, a muchos hombres y mujeres comunes y corriente que pagaron con su vida el precio de no claudicar a la tiranía que se imponía en la noche más negra que conozca nuestra historia.
En septiembre, refrendamos nuestro compromiso por no detenernos, por seguir avanzando y luchando tras nuestras demandas, tenemos el desafío de no amilanarnos con las bravatas de la derecha y de algunos seudo izquierdistas que han criminalizado la protesta social y el legítimo derecho a rebelarse ante la injusticia pretendiendo domesticar a todo un pueblo para que nos contentemos con sus migajas, mientras observamos la transversalidad de la corrupción que azota como nunca antes a todas las instituciones del Estado.
El pueblo que lleva años demandando derechos y que salió en octubre a pedir justicia en todo el territorio nacional no merece que, transcurrido cinco años, las cosas estén peor que antes, una movilización, un estallido de la magnitud como el que vivimos en 2019 exige, por respeto a los caídos y a todos y todas quienes se la jugaron en las calles, que asumamos un papel más determinante en la hora presente.
No basta con cuestionar la decadencia y corrupción que azota a nuestro país, se requiere mayor voluntad y decisión para retomar la movilización social, es ahora el tiempo oportuno y preciso para golpear con todas nuestras fuerzas a las instituciones decadentes y corruptas y salir de esta crisis social y económica que recae contra las mayorías. De lo contrario, las perspectivas para el mundo del
trabajo y los sectores explotados serán peores.
11 de septiembre de 2024