Pedro Albornoz
A más de un mes de ocurrida la segunda vuelta presidencial, la dilación para proclamar a Pedro Castillo como presidente electo, ha conducido a una situación de gran polarización e inestabilidad política en el Perú.
Recordemos que, en la segunda vuelta presidencial del 6 de junio pasado, Pedro Castillo del partido Perú Libre obtuvo el 50,125% de los votos; mientras que Keiko Fujimori recibió el 49,875%. Una diferencia de poco más de 44.000 votos.
Desde entonces, los sectores más reaccionarios de la clase dominante peruana, que apoyan a Keiko Fujimori y su partido Fuerza Popular; han realizado todo lo posible para evitar la proclamación de Castillo. En términos políticos denuncian abiertamente que hubo fraude en las elecciones y en términos legales han planteado numerosas impugnaciones de mesas electorales ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), el máximo tribunal en materia electoral. Hasta ahora todas las denuncias e impugnaciones han sido rechazadas, pues no se sustentan en prueba alguna.
La derecha, conspiración y amenazas de golpe de estado
A mediados de junio, se difundió masivamente una carta de militares en retiro que apelaban a las Fuerzas Armadas para desconocer la elección de Pedro Castillo, proclamando la defensa de la constitución y la patria ante la “amenaza del comunismo”. Un abierto llamado a un golpe de estado, por parte de la ultraderecha y la casta política empresarial.
Por cierto, recientemente se han develado escandalosas grabaciones de Vladimiro Montesinos, ex jefe de inteligencia de Alberto Fujimori y condenado por múltiples crímenes. Desde su prisión en la base naval del Callao realizó numerosos llamados y gestiones en apoyo de la campaña electoral de Keiko; como también intentos de sobornar a jueces del JNE para evitar la proclamación de Pedro Castillo. También los aliados de Keiko están demandando a la OEA una auditoria de las elecciones, sin presentar prueba alguna de fraude.
Esto evidencia la desesperación de sectores de la clase dominante y revela su estrategia de socavar la legitimidad del triunfo de Pedro Castillo, preparando las condiciones para desestabilizar e intentar hacer caer su eventual gobierno en el futuro. Cabe decir, que la conformación política del futuro Congreso, permitiría a los partidos de oposición a Castillo plantear este objetivo.
Pedro Castillo y su futuro gobierno
Por su parte, la polarizada situación política y la presión del establishment ha llevado a Pedro Castillo a moderar cada vez más su discurso, alejándose de las propuestas más radicales planteadas por Perú Libre y también de su líder, Vladimir Cerrón.
El asesor económico de Castillo y posible ministro de Economía, Pedro Francke; se ha encargado de “calmar” a los inversores y el mercado. Este economista ocupó cargos en los gobiernos de Alejandro Toledo y Ollanta Humala, además de trabajar en el Banco Mundial. Francke en recientes declaraciones al diario El País se ha preocupado de aclarar que en el futuro gobierno “no habrá estatizaciones, ni expropiaciones, ni controles de precios. Nos hemos puesto un poquito más a favor del mercado”. En relación a las experiencias de Cuba y Venezuela sobre las estatizaciones allí realizadas, Francke aclara que eso no ocurrirá en Perú y añade… “por supuesto, no tiene ningún sentido”, “de las experiencias latinoamericanas a mí me gusta más la uruguaya”. Siguiendo esa línea, Castillo ha solicitado, al actual jefe del Banco Central, Julio Velarde; que continúe en su cargo.
El liderazgo de Pedro Castillo ha sido fruto de la lucha y reorganización de la clase trabajadora y el pueblo peruano; estos sectores oprimidos se han movilizado contra la derecha golpista y buscan una salida a la actual crisis política y económica que ha significado el capitalismo neoliberal.
Por ello, el futuro gobierno de Castillo se enfrentará a una encrucijada crucial. O responde a las demandas populares por transformaciones radicales en líneas genuinamente socialistas o diluye su programa cediendo a las posiciones políticas conciliadoras que solo buscan reformar el capitalismo y darle un rostro “más humano”. La última palabra será de los trabajadores y oprimidos del Perú; su lucha por una verdadera alternativa revolucionaria será el sello que caracterizará el próximo período.
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