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Perú: El Laberinto de Dédalo

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Por Gustavo Espinoza M.

El laberinto  de Dédalo pertenece a la  mitología griega. Fue concebido y  diseñado para Minus, el  Monarca de Cnosos, y estuvo destinado a encerrar a una criatura  feroz con cabeza de hombre y cuerpo de toro, al que se le llamó Minotauro.

Aterrado por el canibalismo del monstruo así creado, el propio Minos, pidió a Dédalo que lo encerrara en un laberinto del que jamás pudiera salir. Solo él, conocería la ruta que podría liberar al   indómito Minotauro.

Desde entonces, la expresión referida a este mitológico laberinto, se asocia a situaciones en extremo confusas en las que impera el desorden y el caos artificialmente montado, pero que finalmente tiene una salida.  El asunto es que usualmente tampoco se sabe quién es el que tiene la posibilidad de conocerla. Eso, convierte a la historia, en una suerte de leyenda aún más enigmática y sugerente.   

El actual proceso político peruano puede asociarse a esta historia helénica. En efecto, un conjunto de acontecimientos han enredado una madeja, y la han tornado virtualmente insabible. Ella, sin embargo, tiene una salida. Y quien la encuentre, podrá liberar al país de ese laberinto aparentemente insondable, y en cuyas entrañas se tejen sortilegios y parodias.

El pasado jueves 11, Augusto Álvarez Ródrich tentando liberar al Minotauro, buscó una explicación a lo que consideró “un hecho positivo para el país” . Aseguró en efecto que, pese a las debilidades del gobierno de Pedro Castillo, en la práctica, el país “aún funciona”.

De ese modo, salió al frente, quizá sin proponerse, de la grita histérica de las Yarrow y las Chirinos que en el Congreso de la República claman sosteniendo que el Perú “se cae a pedazos” y que “nadie soporta más” a este gobierno.

El editorialista de la República, va más allá incluso. Añade que el Perú  “se desenvuelve con relativa normalidad”, pese a que  atraviesa por una “turbulencia política que no es de hoy, sino que se remite al más reciente lustro”, vale decir, a los últimos cinco años.

Para precisar el caso, habría que señalar entonces que desde que Keiko Fujimori se resistió a reconocer su  derrota electoral ante PPK -el 2016- asoma el caos que hoy devora a la sociedad peruana. ¿Dónde está Castillo, entonces?  ¿En qué radica su culpa?

Por lo pronto, lo ubica agobiado por el trance en el que se encuentra, y que no le permite pensar en los asuntos del país, debiendo concentrarse apenas en los temas referidos a su propia defensa y la de sus familiares más cercanos, acosados por la Fiscalía y la misma Prensa Grande. Todo esto –dice- “debe impedirle desempeñar apropiadamente el cargo que ocupa”

.

Es de suponer, entonces, que si no tuviera estas amenazas, el Mandatario podría gobernar tranquilamente, y sin apremios, haciendo frente a los retos de nuestro tiempo.

Si no puede hacerlo hoy, la responsabilidad no es suya, sino de quienes le generaron los retos que ahora afronta: la “prensa grande”, ese tinglado de fiscales que lo acosa, y los portavoces de esa Mafia Neo Nazi que se desgañita sin freno alguno llenando al Jefe de Estado de procaces improperios.

En  los últimos días hemos podido apreciar un cúmulo de acontecimientos que no han hecho sino enturbiar aún más el turbulento escenario nacional. Como no ha ocurrido nunca en la historia social peruana, la DIVIAC allanó virtualmente la residencia de Palacio de gobierno para extraer de allí  por la fuerza a Jennifer Paredes, la hija putativa del Mandatario. Como éste, estaba ausente, la familia hizo una explicable resistencia, lo que retrasó un poco más de una hora el inicio del operativo.

Este, finalmente, tuvo lugar sin resultado alguno cuando Pedro Castillo lo autorizó. Finalmente, como todos saben, la requerida se presentó voluntariamente ante la Fiscalía como una manera de dar testimonio de su inocencia. Lilia, la esposa del Mandatario, asoma ya como la próxima víctima del Ministerio Público.

Es claro que el “allanamiento” de marras constituye un hecho inédito en la historia peruana, pero seguramente también en la de nuestro continente. Es de antología el empeño que algunos ponen en mostrar la existencia de una “organización criminal”, integrada por la familia cercana del Mandatario, y encabeza por él mismo. ¿Alguien conoce una historia similar?

Hay quienes, admitiendo que es la primera vez que ocurre, aseguran que eso “da fe” de la eficacia de la Fiscalía que “ahora sí” -y antes no- tomaba su función a pecho y cumplía con la ley. Aunque no haya sucedido antes, lo bueno es que pasa ahora, suelen decir. Pero la verdad no es esa.

Si antes no ocurrió es porque no hubo nunca un Presidente como el que hoy tenemos. Contra ninguno de los anteriores mandatarios se habrían atrevido a hacer algo así no por falta de valor, sino por consideraciones de clase.

Contra Castillo sí, porque lo consideran inferior, lo que .parafraseando a Alan García- se podría llamar “un peruano de segunda clase”. Más o menos como Maricarmen Alva, esa aristócrata provinciana venida a menos, considera a Isabel Cortez .

Anton Chejov dice que “nada pasa sin dejar una huella”- Y es verdad. Todo esto, está dejando una profunda huella de desaliento en los peruanos que ven una “clase política” simplemente podrida.

Encontrar el camino que nos conduzca al Minotauro y acabar con él, no será solo la tarea de Teseo, sino de todos los peruanos. Lo veremos (fin)

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