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[OPINION] Terrorismo y oportunismo

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diariolaquinta.cl

por Aland Tapia

En dictadura aprendimos que el terrorismo busca que vivamos con miedo. Había terrorismo de Estado para sostener un régimen durante 17 años.

Del otro lado el terrorismo era llamado así y en muchos casos, resistencia. El hecho mayor nada menos que el atentado contra la comitiva de Pinochet el 7 de septiembre de 1986.

Esos actos siempre servían y sirven a la propaganda, dan réditos dependiendo de cómo se manejen las horas posteriores. Pinochet declaró que un vidrio astillado del vehículo que le salvó la vida mostraba a la misma Virgen. Sus secuaces de la CNI asesinaron esa noche a opositores, lista en la que estaban y salvaron Ricardo Lagos Escobar y el abogado Luis Toro. No corrió la misma suerte el periodista José Carrasco junto al publicista Gastón Vidaurrazaga y el electricista Felipe Rivera. En ambos hechos operó el concepto de una supuesta justicia por propia mano, el que a otra escala también se expresa cuando un policía o un grupo de civiles detienen a un delincuente y lo patean en la vía pública o en un calabozo, como hacen hoy oficiales de la ley, detenidos y procesados esta misma semana.

Los actos de terrorismo también conllevan la propaganda directa. Sus autores serán develados por la justicia, sin importar el tiempo. Hasta los mismos protagonistas se encargarán de hacerlo, porque sólo así se cierra el círculo. Siempre hay una reserva ética en un buen grupo de investigadores que harán el trabajo correcto. Incluso entre los colaboradores del acto terrorista mismo habrá arrepentidos, pues estos grupos se organizan como sectas y el líder ejerce un dominio que no es eterno. Esto permitió descubrir los crímenes que purgan los aduladores de Pinochet en Punta Peuco y los sobrevivientes de la secta de Colliguay.

Pero en los horas inmediatas al acto terrorista pululan los administradores de la política viendo cómo suben en las encuestas, cómo ganan poder político, económico y estratégico. Es el caso de las Torres Gemelas que cambió (hace 18 años), por ejemplo, la relación de las personas en el mundo occidental con el musulmán. Hubo invasiones y guerras civiles producto y derivadas del atentado en Manhattan. El paraíso de la libertad dejó de serlo y los derechos civiles retrocedieron para los que creen en otros dioses y profetas. Volvió a reinar la sospecha.

En Chile el Presidente clamó, antes de saber el parte médico, por la aprobación de un proyecto ley antiterrorista, que está detenido en el Congreso y que fue elaborado para controlar las reivindicaciones de grupos mapuches.

Aplicó la fórmula sagrada de anunciar represión para ganar adhesión. Hemos visto cómo se aplaude cuando se hace justicia por propia mano en la vía pública, algo parecido a una batería de anuncios que más reditúan en imagen que los efectos prácticos de paz en la población.

Estados Unidos sufre de tanto en tanto crímenes abominables en escuelas y centros comerciales. Europa en pubs, discotecas y en la vía pública con camiones arrollando ciudadanos. Chile con atentados menores que dañan a grupos o personas determinadas.

Es importante hacer la diferencia. Acá pareciera tratarse, por suerte, de terrorismo que no mata, pero daña e infunde temor.

En Chile, el crimen de Catrillanca, a partir de una política del Gobierno con un grupo llamado Comando Jungla, no tuvo responsables políticos. Esos mismos caminaron raudos hasta la Comisaría en avenida Recoleta. Ahora levantan sus voces contra el terrorismo y se autoproclaman como paladines de lo que se debe hacer. Juzgue usted.

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