Arturo Alejandro Muñoz
En Auschwitz y Treblinka los mismos prisioneros judíos se referían a sus guardianes (también judíos) como los “kameraden polizei”, Kapos
Arturo Alejandro Muñoz
Todas estas informaciones de las masacres que Israel provoca diariamente en Gaza, traen a la memoria el desarrollo trágico y siniestro de la política nazi en las décadas de los años 1930-40, específicamente en los terroríficos campos de concentración donde –de manera hábil y detestable– los dirigentes del partido nacionalsocialista alemán (particularmente los jefes de las Tropas de Asalto o SS y de la Gestapo) extrajeron de las filas de los prisioneros a ciertos elementos para entregarles la repudiable responsabilidad de “cuidar y ordenar” al resto de los detenidos. Esos individuos, generalmente propietarios de actitudes violentas y métodos brutales, se les conoció con un nombre o apelativo que en el curso de los años fue cambiando hasta adquirir erróneamente cierta fisonomía de buen talante social. Eran los kapos.
Los kapos no eran nazis, y tampoco eran alemanes; se trataba entonces de prisioneros deportados por la Wermacht y la Gestapo, pero prisioneros de confianza de los guardias nazis y que gozaban de ciertos privilegios (comían, vestían y recibían mejor asistencia médica que el resto de los detenidos) a cambio de servir incondicionalmente a los amos absolutos, los SS, en todas las tareas al interior de los campos de concentración, incluso en las de asesinos y verdugos.
En Buchenwald, Auschwitz, Treblinka y otros campos de concentración nazis, los kapos eran designados por la oficialidad militar nacionalsocialista la que los elegía de los mismos prisioneros, y actuaron al servicio de los SS y Gestapo más eficazmente que los propios soldados alemanes. Su brutalidad fue inconmensurable, quizá mayor incluso que su traición a la patria, la raza y la humanidad.
Esta colaboración activa de los kapos en las más negras y mortíferas tareas creó un odio mortal de los demás prisioneros hacia ellos, a veces aún mayor que hacia los nazis, porque éstos eran el enemigo y el mundo estaba en guerra. Un enemigo monstruoso, es cierto, pero enemigo al fin y al cabo, mientras que los kapos eran camaradas coterráneos, tan deportados y tan prisioneros como todos ellos, pero que actuaban cual fuerza represiva oficial al servicio de los SS.
Para manifestar su odio y desprecio, los prisioneros de los campos de concentración les llamaron kapos, o sea, Kameraden Polizei, camaradas policías.
Cuando las tropas soviéticas en el Este de Europa derrotaron a los ejércitos nazis y arribaron a los campos de concentración, junto a los miles de cadavéricos prisioneros y millones de kilos de huesos humanos depositados en hondos barrancos, encontraron la presencia de prisioneros ‘especiales’, mejor alimentados y dueños de una tozuda veleidad: eran los kapos, judíos guardianes de judíos, mastines amaestrados por los nazis.
No cabe duda que los kapos aprendieron de forma directa y brutal todas y cada una de las técnicas usadas por los nazis para violentar, amedrentar y asesinar al adversario. Es difícil negar que el “síndrome de Estocolmo” hizo carne en ellos, pues una vez liberados y puestos en camino hacia territorios del Medio Oriente, los antiguos fieles ‘mastine’ de Heydrich, Bormann y Himmler, ofrecieron su experticia al movimiento sionista, a tal punto que llegaron incluso a comandarlo.
La potencialidad del sionismo dirigido ahora por antiguos kapos de campos concentración nazis- se confirmó en una de las más sangrientas y atroces masacres efectuadas por judíos en Palestina pocos años después de finalizada la segunda Guerra Mundial: Deir Yassin, una pequeña aldea palestina ubicada a 3 kilómetros al oeste de Jerusalén, que para el año 1948 no llegaba aún a los 800 habitantes. El 9 de abril de ese año, bajo instrucciones expresas de la Jewish Agency, guerrilleros sionistas del IRGUN y la Banda Stern ingresaron a la entonces tranquila y pacífica aldea de Deir Yassin para desatar una carnicería en la que asesinaron a más de la mitad de la población. El objetivo era instalar el miedo entre los palestinos para forzar a Inglaterra y a la ONU la entrega de territorios y crear el estado de Israel.
En total masacraron a más de 400 personas, y la prensa internacional de la época intentó ocultar las cifras. El diario The New York Times, al hacer referencia al tema, primero lo minimizó y dijo que habrían muerto 254 personas. Apenas 40 aldeanos pudieron escapar. El resto tuvo que esconderse entre las ruinas, pues los fanáticos los buscaban para no dejar más testigos.
Al respecto, Jack de Reine, observador de la Cruz Roja Internacional, elaboró un contundente informe que, sin embargo, no produjo reacciones en el mundo industrializado (a esas alturas, ya dominado por capitales sionistas). Reine escribió: <<Los judíos rechazaron ayudarme y protegerme, vestían uniformes verde olivo y usaban cascos, todos sus miembros eran jóvenes y adolescentes, varones y hembras, estaban armados con metralletas, rifles, granadas; tanto sus armas como sus uniformes estaban llenos de sangre, éste era el grupo encargado de asesinar a los sobrevivientes>>
La Haganah, milicia judía dirigida en ese entonces por el sector mayoritario y socialdemócrata del sionismo, MAPAI, hoy Laborista, debía enterrar los cuerpos de las víctimas. Su jefe, Yenshorin Sheif, recordaba el sangriento acontecimiento: <<aquel día primaveral era maravilloso, los árboles de almendra estaban llenos de flores, pero por todos los lados venía el olor desagradable de los cadáveres que enterrábamos en la fosa común, y se veía el destrozo del pueblo>>
Deir Yassin fue para el sionismo una victoria. Se ufanaba de haber masacrado a un pueblo indefenso, se vanagloriaba de haber matado a niños y mujeres, de haber dejado en ruinas a una laboriosa aldea agrícola cuyo único delito era ser Palestina. Esta barbarie fue el génesis de Israel, y el mismo Menahem Beguin, señaló años más tarde: <<lo que ocurrió en Deir Yassin y su divulgación ayudó a triunfar en batallas decisivas y allanó el camino al futuro>>
Y fue así. Mientras aún Palestina estaba bajo dominio inglés, los guerrilleros sionistas ocuparon varias ciudades y terminaron produciendo el éxodo de 3 millones de palestinos. Luego, con la ayuda anglosajona, el sionismo logró -ese mismo año 1948- que la ONU diera el visto bueno a la constitución del Estado de Israel.












Cada día se saben más cosas, pero no se dice qué debemos hacer para evitar que siga ocurriendo. Porque algo habrá que hacer, aparte de salir a la calle con una bandera palestina. Los cubanos fueron a Angola, también a Nicaragua, muchos combatientes chechenos le ofrecieron su ayuda a Putin, para pelear en Ucrania. Así muchos sin ser mercenarios han partido a otros países a pelear porque creyeron que era lo más correcto, españoles peleando en Donesk al lado de los rusos, por ejemplo. y del otro lado también, por qué no decirlo. Por último, ayudar a Yemen en cualquier cosa. Porque les digo, ya está dando vergüenza. ¿No será que tienen miedo? Yo iría si alguien me arreglara la pata. Otra cosa, y con esto termino, los palestinos en la diáspora, ¿qué esperan para ayudar a sus hermanos que están sufriendo? Oh! lo siento, me olvidé, están esperando que otro lo haga. Que cabeza tonta la mía.