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Las parteras y comadronas ayudan a disminuir calentamiento global

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Por Adán Salgado Andrade

Todas las actividades humanas contaminan y depredan. Hasta los hospitales y clínicas, a pesar de estar dedicados a la atención de la salud, dejan su huella de carbón y de desechos, muchos de ellos, peligrosos residuos biológicos de enfermedades contagiosas, que quedan en orina, excremento, sangre y los restos de órganos, tejidos u otros elementos, cuando son operados. Tan sólo en Estados Unidos, sólo hablando de la huella de carbón que deja la industria hospitalaria, “las emisiones de gases efecto invernadero, subieron 6 por ciento, entre el 2010 y el 2018, llegando a 1,692 kg per cápita en el 2018, lo que implicó una pérdida ajustada de años de vida de 388,000. Es decir, en eso disminuyó la esperanza de vida” (ver: https://www.healthaffairs.org/doi/10.1377/hlthaff.2020.01247).

Es irónico que la propia actividad hospitalaria contribuya a la contaminación global y que sea responsable de la disminución mundial de la esperanza de vida de toda la población.

Las operaciones, por ejemplo, requieren de electricidad en los quirófanos, además de medicamentos, material quirúrgico, trabajo humano (el de técnicos, enfermeras, doctores) y todo el resto de la infraestructura hospitalaria que se requiere.

Por ello es que actividades como las de las parteras y las comadronas, se están revalorando, como una forma de disminuir la huella de carbono que producen las actividades hospitalarias, como expone el artículo del portal Wired, titulado “Las parteras son una solución que no se considera en las soluciones para disminuir el calentamiento global”, firmado por Sarah Sloat, quien agrega que “estas trabajadoras que asisten en los nacimientos, saben cómo actuar durante inundaciones, fuegos y temblores. Y podrían estar haciendo más” (ver: https://www.wired.com/story/midwives-climate-change-reproductive-health/).

En países pobres es más apreciado el trabajo de esas mujeres, armadas de conocimientos ancestrales para que las embarazadas puedan parir, incluso, de manera natural, sin complicaciones. En México, su trabajo, aunque discriminado, es muy apreciado en zonas rurales, en donde no hay hospitales o clínicas cercanas, cuando una mujer está por alumbrar. Mediante tés de hierbas, sobadas y baños herbales, ayudan a la concepción.

Pero como dice Sloat, los prejuicios, sobre todo de los ginecólogos-obstetras, han contribuido a discriminar y estigmatizar su noble labor. Claro, un hospital privado, que cobra elevadas sumas, incluso por partos normales, ya no se diga cesáreas, desdeñará la labor de esas mujeres. Engañan a embarazadas con que requieren cesáreas “urgentemente”, cuando que un parto normal sería lo requerido, pero es que así cobran mucho más (ver: https://www.nytimes.com/es/2017/08/28/espanol/america-latina/una-epidemia-de-cesareas-innecesarias-en-mexico.html).

“Hay muchas ideas para paliar el calentamiento global, como el de invertir en parteras y comadronas, pues se trata también de justicia reproductiva. Reforzar los derechos a la salud, a una buen sexualidad y a la reproducción, debe de ser parte de las soluciones, ha señalado la ONU. Debemos de adaptarnos a los cambios, sin que se afecten tales derechos. Un principio de justicia reproductiva es el derecho a que los niños crezcan en comunidades sustentables. Por ello, muchos ven la justicia reproductiva y la justicia ambiental, como una misma”.

Es cierto, pues si no se tienen condiciones de vida decorosas, sobre todo para los más pobres del planeta, la insalubridad y las enfermedades resultantes, no podrían contribuir a un mejor medio ambiente. Las condiciones de mejoría de los ecosistemas, deben de ir acompañadas, efectivamente, por condiciones de vida aceptables para todos los habitantes del planeta.

Las “soluciones” que se dan para combatir el cambio climático, las están dando los países que más han contaminado, como Estados Unidos o los europeos. Ahora sí, dicen, hay que usar menos energías fósiles, pero siguen sin señalar que el centro de todo es el nivel de sobreproducción e híper consumo que ha caracterizado que ellos vivan cómodamente, en tanto que el resto de los humanos, deben de conformarse con sus sobras y con una magra existencia, siempre dominada por carencias, incluso, tan elementales, como comer bien o tomar agua aceptable.

“Ahora, sí, a jalar parejo”, dicen los líderes de esas hipócritas naciones, proponiendo cuestionables recetas para “disminuir” el calentamiento global, como la imposición de autos eléctricos, los cuales no son la panacea para disminuir la contaminación. Son sólo un hito comercial para renovar el deprimido consumismo, tan esencial para el capitalismo salvaje (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/09/los-autos-electricos-no-son-la-panacea.html).

Justo señala Sloat que en Estados Unidos, “país en donde los cuidados maternales dependen de ginecólogos-obstetras, no se toma ventaja de una herramienta que puede mitigar algunos de los efectos del cambio climático. Eso lo indica Sally Pairman, directora da le Confederación Internacional de Parteras”.

Como señalé, el trabajo de las parteras, si fuera más empleado, podría ahorrar en costos hospitalarios y la consecuente contaminación, pues no es lo mismo un parto asistido en un quirófano, aunque sea natural, que el atendido por una partera.

“Las parteras, podrían proporcionar el 87 por ciento de todos los servicios sexuales, reproductivos, maternales y de cuidados a los recién nacidos. Esto incluiría brindar cuidado prenatal y el de parto. Su trabajo se remonta a unos 40,000 años y tiene un impacto ambiental mucho menor, comparado con la atención obstétrica hospitalaria. Es una labor considerada  de baja tecnología, pero de alto impacto, como escribe Lorna Davies, coautora del libro Sustentabilidad, Parterismo y Nacimiento. Su baja huella de carbón se debe a que las mujeres viajan menos, se requieren menos intervenciones médicas y suministros. A pesar de avances tecnológicos como medicinas para controlar hemorragias e infecciones, muchas acciones fundamentales, permanecen como siempre han sido”.

De todos modos, muchas mujeres mueren de parto, atendidas incluso en hospitales. O hasta son contagiadas por la insalubridad existente en hospitales privados, como los casos recientes de meningitis que se están dando en Durango, en donde han muerto 22 personas, mujeres embarazadas entre ellas, por esa enfermedad, debido a condiciones de insalubridad de “hospitales” particulares (ver: https://www.jornada.com.mx/notas/2022/12/05/estados/reportan-la-muerte-de-otra-mujer-por-meningitis-en-durango/).

También señala Sloat que la atención de una partera es más minuciosa, “pues además de revisar cómo va el feto, revisa cómo va la mujer, lo que está comiendo, medicamentos y sus condiciones de vida”.

Incluso, han sido muy valiosas en el caso de desastres, pues cuando se caen los hospitales o clínicas, por huracanes, como en Estados Unidos, su ayuda es esencial para ayudar a parir a mujeres, que no tendrían atención alguna, a falta de instalaciones hospitalarias.

Doctores que sí valoran sus servicios, hasta han solicitado su ayuda, cuando un hospital carece de electricidad por un huracán o fuego forestal.

Pero sus servicios no se han generalizado, tanto por los prejuicios, así como porque “hay una carencia de parteras. La ONU, reporta que hay un déficit de unas 900,000 en el mundo. En Estados Unidos, hacen mucha falta, siendo un país con las peores cifras de mortalidad maternal en nacimientos, comparadas con otras naciones de altos ingresos”.

También en Estados Unidos, el prejuicio racial, ha restado importancia a las parteras, “muchas de las cuales, eran negras. Los doctores de los años 1900’s, las estigmatizaban y denigraban su valiosa labor, calificándola de una ‘reliquia del barbarismo’. Por ello, muchos estadounidenses consideran que su labor no es segura o nunca piensan en ella. La investigadora Saraswathi Vedam, que también es partera, se sorprende de que ‘he sido partera por 37 años, pero son muy pocas las personas que saben de la labor’”.

Concluye Sloat que hace falta “más trabajo entre los gobiernos para reconocer al trabajo de las parteras, como necesario para mitigar el cambio climático. Deben de incrementarse las inversiones para apoyar su importante labor”.

Así debería de ser, pero imperan más los intereses de las grandes farmacéuticas y los hospitales. Es como la medicina alternativa, la que es practicada con tés o acupuntura, muchas veces más efectiva que costosos tratamientos alópatas, que palian una enfermedad, sin curarla. Son millonarias las ganancias obtenidas por tales farmacéuticas cada año por vender “medicinas” que no nos curan, sólo “controlan” los males (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/04/medicinas-caras-y-medicinas-falsas.html).

Aunque el derecho a salud es vital, no sólo en el caso de las parteras, sino, en general, se invierte muy poco públicamente, en sostener adecuados servicios médicos. La Organización Mundial de la salud estima que en el 2020, por efectos de la pandemia, se elevó a un 11 por ciento del PIB mundial el presupuesto en salud (ver: https://apps.who.int/nha/database).

Pero compárese con los gastos militares, que en el 2022, fueron de $2.1 billones de dólares ($2,100,000,000,000), la mayoría concentrados en apenas 21 países, como Estados Unidos ($801 mil millones de dólares) o China ($293 mil millones de dólares), o sea, el 10.5 por ciento de las naciones (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/File:Global_Military_Spending.webp). Es un gasto que representa 3.5 por ciento del PIB mundial.

En proporción, es mayor lo gastado en armas, que en salud.

Eso demuestra que para el capitalismo salvaje, es más importante matar, que curar.

Contacto: studillac@hotmail.co

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