Pepe Gutiérrez-Álvarez, Estado Español
Viendo “Sólo es el principio” (Ce n’est qu’un debut., Jean-Pierre Pozzi, Pierre Barougier, Francia, 2010), nos preguntamos sobre todo lo que no hemosw hecho y no hacemos desde las escuelas. Parece que en los últimos años están más candentes que nunca en el regazo de una sociedad que cada vez se preocupa más por los mínimos detalles temáticas como la enseñanza o la educación. Nicolas Philibert ya hacía hincapié en ello a través de su documental Ser y tener, posiblemente uno de los gérmenes de esta Sólo es el principio, pero lejos del documental también ha habido acercamientos como La clase de Laurent Cantet o incluso Profesor Lazhar de Philippe Falardeau, títulos todos ellos imprescindibles para comprender el creciente interés por una educación que requiere de figuras verdaderamente importantes para ser desarrollada debidamente.
No obstante, “Sólo es el principio…” se decanta por ir más allá de esas figuras sobre las que, a la par, sostiene el discurso —los maestros— y enlaza con un experimento tan sencillo como interesante: exponer a niños de temprana edad (entre tres y cuatro años y de casi todas las etnias) a unos talleres de filosofía en los que poder debatir libremente sobre temas de lo más variopintos. Así, la libertad, el amor o la inteligencia son diseminados por los pequeños del colegio Jacques Prévert en una curiosa y enriquecedora vivencia para ellos que les otorgará la capacidad de extrapolar todo ese aprendizaje al ambiente o contexto donde se mueven para así empezar a desarrollar habilidades que pueden ser un gran regalo el día de mañana…