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Jornada del 18-O : un Gobierno en crisis y la izquierda que vuelve a las calles

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El Porteño 20/10/2022

por Gustavo Burgos

El tercer aniversario del levantamiento popular del 18 de Octubre terminó siendo la primera manifestación masiva y callejera contra el Gobierno de Boric. El despliegue de los manifestantes en todo el país tuvo el mérito y la épica de haber vuelto a las calles contra el boicot del Partido Comunista y el Frente Amplio, desde donde se instruyó a la militancia a restarse de toda forma de protesta. Ninguno de los activistas del PC que desde la Dictadura venían llegando a todas las convocatorias se hizo presente ni en Santiago ni en Valparaíso. El PC por lo mismo está completamente jugado hasta la inmolación en su defensa del Gobierno. Este hecho revela el absoluto abandono del movimiento por parte de las direcciones tradicionales siendo este el rasgo distintivo de la jornada.

La épica de la protesta —paradojalmente— fue propiciada desde La Moneda. Los creativos comunicacionales del «segundo piso» del palacio se encargaron los últimos 15 días de disciplinar a todos los medios de comunicación en respaldo al aparato represivo, especialmente al cuerpo de Carabineros. En la víspera se ratificó al Alto Mando policial y las encuestas ubicaron convenientemente a esta organización criminal y responsable de masivas y sistemáticas violaciones a los DDHH, como aquella con mejor percepción y valoración pública. Por otro lado, la dupla de alcaldesas Hassler-Matthei (PC-UDI) se encargaron de proyectar un discurso patronal unitario contra toda forma de manifestación y protesta. Finalmente, el anuncio de los 25.000 efectivos —que a los más viejos nos recordó los 18.000 militares de Jarpa, a la calle en agosto de 1983—terminó por cerrar el círculo de una calculada campaña de terror. El propio 18 de octubre fue el Gobierno el que se encargó de cercar el centro de Santiago y suspender el funcionamiento de el Metro y los buses de locomoción pública. La represión preventiva se desplegó en el máximo de sus posibilidades.

Por todo lo indicado, salir a protestar este 18 de Octubre para la militancia de izquierda importaba no solo salir a la calle, sino que vencer este miedo inoculado por todos los medios de comunicación patronales. Las filas fueron raleadas pero organizadas. La llamada microizquierda copó las calles en los tradicionales puntos de protesta: formaciones del MPMR, MIR, PC-AP, Lautaro, Antifascistas, PTR, MIT y un sinnúmero de organizaciones anarquistas y de apoyo a la lucha de mapuche y por la libertad de los presos políticos. La víspera fue anunciada por barricadas en vías de comunicación relevantes y en la noche las protestas se replegaron a las comunas obreras y periferias. Hubo saqueos, enfrentamientos con la policía y un número de 700 detenidos y una cifra menor pasada a control de detención. Hasta ahora (noche del 19 de octubre) aún no está clara la cantidad de compañeros detenidos.

Con la incontinencia verbal de todo Bonaparte, Boric, muy temprano pronunció un discurso en el que repitió los vacíos lugares comunes con los que ha venido encubriendo no solo el ataque al pueblo que encabeza, sino que su completa falta de programa de Gobierno. Sin embargo, hizo dos afirmaciones históricas.

Primero, desempolvó la vieja teoría de los dos demonios, ubicando en un mismo plano la las violaciones a los DDHH perpetradas por el Estado y las acciones de resistencia y violencia popular, quebrando frontalmente todo puente político con las organizaciones de DDHH que —como Londres 38— salieron a encarar y denunciar tal afirmación. La segunda —quizá la de mayor relevancia— consistió en negarle al levantamiento popular del 18-O la calidad de revolución anticapitalista, con esta negación el Gobierno le dio una bandera de clase a la oposición de izquierda que en aquellos mismos momentos comenzaba a agruparse en distintos puntos de Santiago.

Después de esta jornada remontar el apoyo de la izquierda por parte de Boric es completamente imposible. Los sectores que hoy se ubican en oposición a Boric no pueden sino que seguir desarrollándose, empujados por la propia agudización de la crisis política y económica del capital. Es muy interesante que la cuestión constitucional perdió toda presencia siendo reemplazado por el reclamo democrático por la libertad del los PP y del Wallmapu, lo que apunta a una tendencia de ruptura con el electoralismo.

Lo de ayer fue un primer pie en la calle luego de años de borrachera electoral. El paciente aún está pálido, ha perdido musculatura, pero salió a la calle y demostró que tiene voluntad y ferocidad suficiente para reanudar el combate.

El Gobierno está en crisis y solo se mantiene en pie gracias al apoyo transversal de todas las fuerzas parlamentarias, lo que lo obliga a derechizarse más y más, al punto de hacerse indistinguible del segundo Gobierno de Piñera. Este fenómeno golpea especialmente a los partidos de la coalición Apruebo Dignidad, pero especialmente al Partido Comunista que tiene una estructura y militancia desplegada en todo el país y con dilatada tradición. Efectivamente, esa militancia de base PC y FA, que tiene importantes sectores de activistas de izquierda se verá empujada a salir a la calle y a romper con sus direcciones. El audio de Carmen Soria y la tibia declaración de Jadue cuestionando la forma de represión gubernamental, fueron suficiente para provocar una escandalera en las filas gubernamentales.

Sin embargo, las debilidades en el movimiento popular son elocuentes y conforman la tarea política de mayor envergadura. Las organizaciones son pequeñas, sin mayor coordinación orgánica y sin mayor expresión de política general. En las manifestaciones no hubo espacio ni para volantes, ni para mitines ni para actos de ninguna especie. Solo la Plaza Dignidad volvió a ser encantada por las bandas de bronces y las murgas. Pero repito, no hubo discursos ni convocatorias de mayor alcance. Las acciones ayer estuvieron circunscritas a una acción preparatoria de ganar la calle, quebrar la represión y enfrentarse con las fuerzas policiales.

Esta dinámica no puede prolongarse a riesgo de disipar la fuerza de este nuevo empuje de protesta. Es necesario ubicar la convocatoria a nuevas protestas en la perspectiva a un Paro Nacional contra Boric y su régimen. Es imprescindible que tal planteamiento se dirija además contra todo intento de eternizar el reclamo constituyente, que hoy día solo sirve al régimen y a su Cocina parlamentaria. El reclamo socialista, de clase y revolucionario ha de ser el hilo conductor del nuevo agrupamiento de la vanguardia que se alza —como el propio Boric reconoce— contra el capital. Este nuevo agrupamiento ha de dar cuerpo una nueva dirección de los trabajadores.

Hubo fuegos artificiales ayer en Plaza Dignidad, volvemos nuevamente a la calle: Fuera Boric, Paro Nacional.

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