En memoria de Miguel Concha, defensor abnegado de los derechos humanos .
Saúl Escobar Toledo, México
Este año comenzó como terminó 2022: con una gran incertidumbre acerca del comportamiento de la economía mundial, aunque los pronósticos se inclinan más del lado pesimista.
Las dudas planteadas por diversas instituciones internacionales y comentaristas que se ocupan de estos temas se basan en varios factores: el nivel que alcanzarán las tasas de interés que están a cargo del Banco central de Estados Unidos (la Fed); una posible recesión de las economías más grandes del mundo; las tensiones geopolíticas, ocasionadas por la guerra en Ucrania y las disputas entre EU y China; y el reacomodo de las inversiones y el comercio a nivel planetario, es decir, la evolución de la llamada globalización económica.
En lo que toca a las tasas de interés, todos se preguntan hasta qué altura llegarán, cuándo y qué tiempo permanecerán en un nivel máximo antes de empezar a disminuir. Por lo pronto, se apunta, los bancos centrales de las economías más importantes seguirán aumentando esas tasas en los próximos meses para bajar la inflación. En febrero se espera que la Fed las aumente por lo menos un medio punto porcentual. Lo anterior plantea un riesgo cada vez mayor de una recesión en Estados Unidos. Los pronósticos que ha recogido la agencia de noticias Bloomberg varían notablemente, entre un 40 y un 100% de posibilidades de que ocurra este año (nota publicada el 04.12.2022). Por su parte, la Directora Gerente del FMI anunció, hace una semana, que 2023 “será peor que el año pasado”.
A pesar de lo anterior, se detectan algunos síntomas positivos: las naciones “emergentes” más importantes como México y Brasil, no han sufrido una crisis financiera por lo que consideran que no se repetirá una catástrofe similar a la de los años ochenta. La prueba, dicen, es que las monedas de estos países se han apreciado frente al dólar estadounidense.
Sin embargo, agregan, hay que tomar en cuenta que naciones como Pakistán, Ghana y Sri Lanka ya enfrentan graves problemas con sus deudas externas. Esta situación podría extenderse a otras naciones lo que haría más probable el estallido de una crisis financiera de grandes proporciones.
También se ha hecho notar que el mercado laboral de EU se mantiene sin altas tasas de desocupación, a pesar de los malos augurios recesivos. No obstante, algunas empresas gigantes como Goldman Sachs y Amazon han anunciado despidos masivos: se habla de miles de trabajadores. Además, los salarios de los trabajadores estadounidenses están deteriorándose.
Se discute, por otra parte, si el mundo enfrentará un “estancamiento secular” o una “estanflación secular”. En el primer caso, se trataría de un crecimiento lento durante varios años, pero con una inflación a la baja. En el segundo escenario, se observaría una combinación de estancamiento con inflación, es decir, un aumento de los precios relativamente alto, desempleo elevado y un crecimiento bajo (inferior a su potencial). En ambas perspectivas, estamos hablando de, al menos, 3 años de estancamiento económico mundial, acompañado de una política monetaria restrictiva. Por ejemplo, el Banco Central Europeo (BCE) calcula que la inflación “normal” (2.5%) se alcanzará hasta 2025 (Willem
Buiter en Project Syndicate, enero 6, 2023).
Por otro lado, se perfila, agregan otros, un punto de inflexión de la economía mundial. Se puede afirmar que “la globalización esta casi muerta (pues) el libre comercio está casi muerto” (Kevin Xu, diciembre 12, 2022). Las empresas ya están buscando instalarse en territorios más cercanos o más “amigables” que China y otros países asiáticos. Este reacomodo, sin embargo, elevará el precio de algunos insumos vitales como los semiconductores en alrededor de 50% y se requerirá tiempo para que las cosas se acomoden y la producción retome los niveles que tenía antes de la pandemia.
México tendrá que enfrentar peligros similares: si el alza en las tasas de interés lleva a una recesión en Estados Unidos, la economía mexicana sufrirá una caída. Ello se debe a que más del 80% de nuestras exportaciones no petroleras se van a EU y a que las tasas de interés dictadas por el Banco de México siguen los pasos de la Fed, manteniendo un diferencial atractivo para que los capitales no se fuguen.
Hay también quienes ven el panorama mexicano con menos pesimismo. Resaltan, sobre todo, la estabilidad que ha mostrado la economía mexicana, la cual se refleja en la revaluación del peso con el dólar, en que la deuda con relación al PIB se mantiene en niveles aceptables (49%), y en que la recaudación fiscal ha crecido, particularmente en el caso del ISR, hasta alrededor de un punto del PIB. Asimismo, las remesas de los trabajadores mexicanos que laboran en EU siguen siendo voluminosas (más de 55 mil millones de dólares anuales). Igualmente, la inflación cerró, el año pasado en 7.82%, menos de lo previsto.
El pesimismo se alimenta de que el crecimiento calculado para este año será menor que el pasado, de alrededor del 1%. Ello, sin tomar en cuenta la posible recesión mundial y el aumento de las tasas de interés.
Aunque los riesgos de una crisis financiera en México se ven poco probables, las presiones sobre la balanza de pagos aumentarán debido a que se tendrán que pagar más dólares por la deuda externa pública y privada. En lo que toca a la primera, el costo financiero del total, en pesos y en divisas extranjeras, para 2023, será de 1.07 billones de pesos, 30% más de lo aprobado en 2022; una parte sustantiva corresponde a la deuda externa. Además, con un peso revaluado, se están subsidiando las importaciones que también se pagan en dólares.
Ello es así ya que un peso caro (en relación con el dólar) abarata las importaciones y encarece las exportaciones. Se afecta la producción interna de bienes que podrían sustituir aquellos que se fabrican en el extranjero, y se alienta la salida de turistas mexicanos al mismo tiempo que se hace más oneroso el gasto de los visitantes que vienen a México.
Por otro lado, el saldo en materia de pobreza y trabajo parece más sombrío. Hay que tomar en cuenta que el incremento de los precios de los alimentos fue muy superior al promedio y alcanzó 12.7%. Además, la creación de empleos y la evolución de los salarios se verán afectados por la disminución del crecimiento. El año pasado cerró con una reducción de la desocupación abierta (2.85% en noviembre) y una brecha laboral de 11.68%, menor a la que había antes de la pandemia (13% en febrero de 2020). Sin embargo, esta dinámica, lamentablemente, será interrumpida por los efectos negativos de la economía mundial.
Por su parte, los empresarios observan un año más “difícil” debido a las nuevas reformas a la Ley Federal del Trabajo incluyendo la ampliación de los días de vacaciones (que pasaron de 6 a 12) y el incremento de la cuota patronal para el fondo de pensiones bajo administradores privados (AFOREs). Los aumentos de los salarios contractuales enfrentarán duras presiones para superar la inflación: en 2022 perdieron más de 4% en términos reales y es probable que sigan esa tendencia negativa en 2023.
En cuanto a los reacomodos de la globalización, se ha asegurado que varias empresas preferirán o ya lo están haciendo, invertir en México en lugar de China para la fabricación de bienes terminados y refacciones. Con ello, ocurrirá una mayor integración de la zona de América del Norte. Canadá y México serán los principales socios comerciales de EU, desplazando definitivamente a China.
Sin embargo, esta relocalización enfrenta varios problemas: por un lado, la falta de personal especializado en la fabricación de bienes de tecnologías de punta como los semiconductores; y, por otro, las fallas estructurales de la economía mexicana que se arrastran de hace tiempo, sobre todo en materia de infraestructura. Hay un atraso de decenios en la construcción de carreteras, vías férreas y puertos aéreos y marítimos, así como carencias en el equipamiento urbano para ministrar energía, agua, drenaje, vialidades, etc.
Para concluir: México podría salir más o menos bien librado del 2023, sin una crisis de gran magnitud, siempre y cuando no se produzca una recesión prolongada y severa en Estados Unidos o una escalada del conflicto bélico en Europa que atice la inflación a niveles superiores del año pasado. No obstante, habrá costos inevitables: mayor pobreza y desigualdad, deterioro de los salarios y la ocupación a lo largo del año, y una mayor disposición de dólares. Esto último obligará al gobierno a sostener altas tasas de interés y restricciones presupuestarias, lo cual, a su vez, presionará a la baja el crecimiento y el empleo produciendo un círculo vicioso adverso para los trabajadores y sus familias, a pesar de los programas sociales del gobierno. La magnitud y duración de esta dinámica nadie puede adivinarla como no hay quien pueda asegurar la dimensión que tomará el retroceso de las economías de EU, Europa y China.
Desde luego, deseamos que el mundo salga pronto del proceso inflacionario y esquive la recesión. Si los buenos indicios logran imponerse a los grandes obstáculos que se observan, lo sabremos, con mayor certeza, a comienzos del 2024. Por lo pronto habrá que prepararse ante los nuevos escenarios. Y ello, requiere una revisión a fondo de las políticas y programas estatales.
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