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EVOCACIÓN DE ALLENDE…

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por Pepe Gutiérrez-Álvarez, Estado Español

Se vuelve a evocar con insistencia de Salvador Allende (Valparaíso, 1908-Santiago de Chile, 1973).

Cofundador del partido socialista chileno en 1933 (el anterior creado por Recaberren se convirtió en el partido comunista), partido que dirigió durante varias décadas, siempre situado a la izquierda de la Internacional Socialista, y en cuyo nombre encabezó la experiencia de la Unidad Popular, una vía parlamentaria y constitucional al socialismo que concluyó trágicamente con el golpe militar de Pinochet bajo los auspicios del fascismo exterior norteamericano y que acabaría con su propia vida mientras defendía el Palacio presidencial de la Moneda.

Debray hace de él «la encarnación» del partido, «doctor» y «compañero»; masón y marxista; expresidente del Senado y de la República, y militante socialista sin tacha; de formación burguesa y de convicción revolucionaria; enraizado en la realidad provincial de su país (más todavía en la capital), e internacionalista voluntarioso, SA era, efectivamente, como le gustaba proclamar «criollo chileno hasta la médula».

Durante varios años ejerció la medicina en su ciudad natal, pero su vía política transcurre fundamentalmente en la capital donde inició su militancia socialista a principios de los años treinta, en la Federación de Estudiantes que contribuyó en 1931 a derrocar la dictadura.

Familiar de Grove, tomó parte muy activa en la tentativa de República socialista que éste instauró durante 12 días en 1932. Por todo ello sufrió cinco procesos en la corte marcial. También militó en el Grupo de Estudiantes Revolucionarios donde jugó un papel de centro aglutinador frente a las diferencias creadas entre la derecha estalinista y la izquierda trotskysta.

Secretario regional del partidos socialista, SA será más tarde diputado, luego el ministro más joven de la República chilena ocupando la cartera de Salubridad en el primer gobierno del Frente Popular en 1938 que fue presidido por el «radical» Aguirre Cerdá, quien poco más tarde se deshizo de la coalición cuando lo necesitó.

Durante esta época, SA asciende a la cúspide socialista llegando al senado. Y en IXº Congreso del partido (1943) será elegido para la secretaría general. Su candidatura representaba al «centro ortodoxo» (kautskyano al decir de algunos especialistas), frente a la derecha socialdemócrata y a una izquierda influenciada por los sectores trotskystas. Durante cierto tiempo, el PS osciló entre ambos polos, y en ocasiones la estrella de SA pareció declinar, pero termino imponiendo su propia línea, teóricamente tan alejada de la moderación como del radicalismo.

En este sentido, se puede decir que SA sobresalió por una virtud característica suya, la tenacidad. Sobre esta virtud escribiría un discípulo suyo: «Otra enseñanza que nos dejó el camarada A con su quehacer político es la necesaria tenacidad que deben tener los revolucionarios. Todos sabemos de las campañas electorales y las derrotas de 1952, 1958 y 1964.

Todos recordamos como el compañero A, sobreponiéndose a esas derrotas, reemprendía la lucha nuevamente, demasiado comprometido con el pueblo para abandonarlo en esos momentos duros. Esa tenacidad, ese constante recorrer infatigablemente nuestro Chile, entregando su mensaje, el mensaje unitario de los partidos populares, iba dejando la semilla necesaria, ayudaba a elevar la conciencia de nuestro partido». Durante estas campañas, SA pasó a ser el líder indiscutido de toda la izquierda, incluyendo dentro de ésta al poderoso PC de Corvalán, así como diversos grupos desprendidos de la Democracia Cristiana y del radicalismo liberal.

Paulatinamente fueron disminuyendo las diferencias porcentuales que separaban de la derecha, hasta que en 1964 quedó muy próximo al democristiano Eduardo Frei que pretendía, verbalmente, realizar una «revolución en la libertad» y «humanizar el capitalismo», aunque una cosa y otra fueron desmentidas en su actuación ulterior.

El fracaso de la Democracia Cristiana allanó finalmente el camino de SA que en las elecciones de 1970, después de una intensa campaña movilizadora y gracias a las esperanzas de cambio suscitado en el pueblo, consiguió una victoria exigua pero suficiente para poder gobernar.

La coalición de Unidad Popular en el gobierno –el Estado seguía en manos de los de siempre–, no tenía un programa de ruptura con el capitalismo. Preveía una primera etapa democrática-nacional basada en la nacionalización del cobre y de otros sectores en manos del imperialismo, y de la modernización del país llevando a cabo entre otras cosas la propia reforma agraria prometida por Frei.

Para conseguirlo se movilizaron millones de trabajadores que impusieron un curso más radical al gobierno y plantearon las expectativas de un curso inmediato hacia el socialismo.

SA procuró mantener esta presión obrera al tiempo que respetaba los requisitos constitucionales. Llegó incluso a oponerse a las tentativas militantes de introducir la democracia en el ejército, desautorizando diversas iniciativas de base.

Pronto se encontró ante un triple cerco contra su gobernó, compuesto, a) por el imperialismo norteamericano que a través del boicot económico, el sabotaje y la conspiración, mostró que seguía la línea trazada por la Trilateral que prefería, los «gorilas» a los marxistas; b) la oligarquía criolla que mediante su ala fascista –Alessandri–, y su ala liberal –Frei–, movilizó todos sus recursos para sesgar la hierba bajo los pies del gobierno; c) unos y otros comenzaron a preparar el terreno para una intervención militar, con manifestaciones que gritaban la consigna «!Yakarta¡» (en referencia al golpe indonesio de Suharto que significó la muerte de medio millón de comunistas)….

Allende creyó que el ejercito chileno seguía fiel a su tradición no golpista, y subestimó la posibilidad de un 18 de julio. Cuando el 11 de septiembre de 1973 tuvo lugar un levantamiento que era un secreto a voces, SA que había tratado hasta el último momento neutralizar al ladino Pinochet acercándolo al poder, se sorprendió ingenuamente cuando lo encontró al frente de un golpe contra el cual no había organizada ninguna resistencia.

Entonces optó por el enfrentamiento personal, negándose a huir como pretendía los golpistas (para derribar el avión luego), y murió heroicamente, consecuentemente con su trayectoria, proclamando: «No voy a rendirme. Es la hora de reafirmar todo lo que fui a lo largo de mi vida. Un luchador social por Chile. Desde mi juventud lo fui. Todo lo que soy se lo debo al pueblo chileno, y este pueblo espera de mí una actitud consecuente. Las conquistas de los trabajadores de nuestro pueblo han sido muy costosas y no voy a sucumbir en una rendición».

Su «revolución sin fusiles» murió brutalmente acribillada. Las conquistas democráticas y sociales del pueblo chilena fueron arrancadas en estrecha colaboración con los «laboratorios neoliberales» de la Escuela de Chicago, presidida por Milton Friedman, cuyas recetas harían suyas Reagan y Thatcher.

La represión que siguió demostró todo lo que las clases dominantes están dispuestas a hacer para mantener su dominio. Una selección de sus artículos y discursos se encuentran en La vía chilena al socialismo (Fundamentos, Madrid, 1971); y un registro de sus opiniones en la entrevista con Regís Debray, Conversaciones con A. ((Siglo XXI, Madrid, 1981), y después de su muerte en la recopilación El más alto ejemplo de heroísmo (Ciencias Sociales, La Habana, 1973), con discursos de Fidel Castro y de su compañera Beatriz Allende, entre otros muchos.

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