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El terrorismo ‘blanco y supremacista’

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Acá, muy al sur de Virginia y Texas, casi en el fin del mundo donde terminan todos los mapas, esos supremacistas tienen seguidores. La crisis del sistema democrático-institucional posibilita la aparición de grupúsculos fanáticamente racistas y nacionalistas

Arturo Alejandro Muñoz

“Si los zurdos hacen caso omiso a nuestras advertencias e insisten en realizar un nuevo ‘estallido’, les daremos plomo”. Ese fue el tuiter de un ‘patriota’ perteneciente al grupo político liderado por José Antonio Kast, un ‘referente’ demasiado cercano a ciertas pandillas neofascistas de antaño. “Patria y Libertad” es su modelo principal. Pero, no es el único bravuconeo posible de hallar en las redes sociales; hay otros igualmente violentos. Algunos pertenecen a integrantes de grupos no derechistas, de aquellos que alguna vez fueron tildado por la propia izquierda como “los cabeza’e pistola”.  

Que el actual sistema democrático institucional se encuentra en crisis, no es novedad. Lo que sí es novedad se encuentra en una especie de apartado que pocos se interesan en leer. Esta vez las discrepancias cuentan con perfiles abiertamente racistas. Ya no basta la diferenciación de clases por motivos de propiedad o no de los medios de producción, ‘pueblo’ y ‘burguesía’…ni siquiera es relevante aquella conocida y manoseada fase que dividía Santiago, la capital del país, en dos grandes sectores antagónicos económica y socialmente, “de Plaza Italia para arriba…y de Plaza Italia para abajo”. Ahora hay más, y ese ‘más’ resulta ser mucho peor  que todo lo conocido anteriormente.

Convengamos en un punto importante. Los españoles, en el siglo XVI, fueron los primeros europeos en traer a América el concepto de “racismo” al considerar, y tratar, a las poblaciones nativas de este continente como “personas inferiores”, casi sub-humanas. Un siglo después arribaron los ingleses ahondando ese prejuicio al grado de convertirse en los reyes de la esclavitud.

Hoy, lo anterior poco ha cambiado. Hitler y el partido nazi, Donald Trump frente al mundo latino e hispano, así como Netanyahu y el estado de Israel, replicaron la vieja teoría mesiánica de la superioridad ‘blanca’, sea ella aria, sajona, nórdica o judía. Como es costumbre, Latinoamérica -dado su característica de dependencia severa- copió las brutalidades cometidas por grupúsculos económicamente poderosos de esos países, y estúpidamente las aplica al interior de sus propias naciones. Chile no escapa a tamaño descriterio.

La llegada a nuestro país de miles de inmigrantes pobres provenientes de repúblicas como Perú, Colombia, Haití y otros, con mayoría de personas de raza negra y de mulatos, no sólo incrementó el racismo que estaba subsumido en gente de sectores sociales económicamente sólidos, sino también despertó otro estilo de racismo que permanecía oculto, el de la clase media y el de la gente económicamente carenciada. Es el racismo ‘entre iguales’, tal vez el más deleznable de todos.

En Estados Unidos los supremacistas blancos usan armas largas y cortas. Las muestran, y las usan. No tienen empacho alguno en reconocer que odian a negros, latinos, asiáticos e hispanos. Si de ellos dependiera, mexicanos y portorriqueños serían expulsados del país de Lincoln, y Lincoln también, no hay duda.

Acá, muy al sur de Virginia y Texas, casi en el fin del mundo donde terminan todos los mapas, esos supremacistas tienen seguidores. La verdad es que en países como el nuestro –Chile- hay ciudadanos dispuestos a retrotraer la Historia y regresar a épocas donde solamente los ricos y poderosos decidían el porvenir del país. Ellos –vástagos de los ‘pelucones’- no aceptan el crisol de razas y colores que hoy distingue a gran parte de la humanidad, Chile incluido.

Dos parlamentarias derechistas -diputadas pertenecientes a una tienda política de indudable inclinación al totalitarismo y al clasismo-, María José Hofmann y Claudia Nogueira, demuestran lo dicho líneas atrás, al incursionar en temas racistas publicando en redes sociales su fotografía, titulándola: “orgullosas de ser blancas”, frase que pertenece al grupo del mismo nombre, el que desnudó su pensamiento íntimo escribiendo: “Ya sea a causa de inmigración o cualquier otra razón, se nota de gran manera que estamos desapareciendo, para el 2080 no quedarán pelirrojas y para el 2100 se estima que el pelo rubio y los ojos claros habrán desaparecido. Es preocupante esta situación pero creemos que se puede revertir si nos esforzamos, si la gente que de verdad ama a su gente, a su pueblo se esfuerza. Saludos… ¡La raza se debe defender!»

Hay un antiguo dicho que reza: “animal herido, peligro vivo”. Las mujeres  que se fotografiaron explicitando aquello del orgullo de ser blancas, son parte de un grupo mayor, más peligroso y fanático…el de los supremacistas chilenos. También poseen armas, y han manifestado su decisión de defender a balazos tal supremacía si esta se ve amenazada por lo que llaman “exceso de democracia”, lo cual, para ellos, equivale a “izquierdismo puro y duro”.

Hay pruebas indesmentibles respecto del actuar violento de grupos similares en el pasado cercano. Durante los mil días del gobierno de Salvador Allende, hubo cientos de atentados dinamiteros provocados por grupos como los reseñados en estas líneas. Voladura de torres de alta tensión, ataques a dependencias de televisión en Concepción y Santiago, dinamitaron oleoductos, asesinaron a civiles inocentes e incluso a personajes como  el edecán del presidente, el capitán Arturo  Araya Peeters, etc., etc.

Hoy, ciertos grupúsculos supremacistas pretenden reverdecer tales ‘laureles’, pero esta vez han añadido el racismo como guinda a su propio pastel. ¿Por qué ocurre ello? La explicación es una sola, simple y clara. Durante 17 años de dictadura cívica-militar disfrutaron de un poder omnímodo…la democracia que se recuperó en 1988,  tibia y débil, ‘protegida’ y cooptada por ellos mismos, funcionó en su favor durante tres décadas. Sin embargo, ahora que el pueblo comienza a empoderarse y a recobrar la soberanía, ya no les sirve, pues esa democracia está siendo abrazada y administrada por quienes fueron considerados simples gañanes y empleados durante los largos años de dictadura, y también durante las inefables décadas de una  ‘transición’ que aún parece no terminar, aunque hoy se aproximaría a su fin si la ciudadanía decidiera redactar una nueva Constitución Política del Estado.

En el supuesto caso que lo anterior ocurriese, habría que poner cuidado y atención a lo que el ‘terrorismo supremacista blanco’ pueda realizar (aunque muchos de ellos, de ’blancos, blancos’ tiene poco y nada).  Está herido, y como ya dijéramos, “animal herido es peligro vivo”, el que ahora cuenta también  con apoyo de ciertos inmigrantes ultraderechistas traídos expresamente por esos grupos fanáticos nacionalistas para combatir a la izquierda y centroizquierda, lo que en simples palabras significaría atentar contra la democracia si esta no sirve a los propósitos e intereses de quienes creen ser ‘racialmente’ superiores.

El terrorismo supremacista blanco -y derechista ultra- se encuentra una vez más a las puertas de nuestra nación.  Si por desgracia llegara el momento en que él actúe, no preguntará si usted es PPD, socialista, democristiano, frenteamplista o radical…simplemente disparará.

Ocurrió después del once de septiembre de 1973, y podría ocurrir nuevamente ahora en el 2023.  Ya estamos avisados.

 

 

 

 

 

 

 

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