Pepe Gutierrez Alvarez, Estado Español
En unas de las páginas electrónicas con pretensiones negacionistas, podemos leer: “…Transcurridos más de 50 años de la muerte de Jósef Vissarionovich Dzhugashvili (Stalin) persiste el debate entre sus detractores y defensores”. Sin embargo, esto podía ser cierto hace unas cuantas décadas, actualmente no lo es. Actualmente, exceptuando alguna agrupación arcaica del PCE o de las JCE, algún sector del Partit Comunista de Catalunya (PCC), sectores minoritarios de Corriente Roja, y algún que otro clásico como el PC m-l, el estalinismo no tiene ni que le defienda ni quien la escriba. El lector avisado que está al tanto de lo aparece, sabe encontrar una obra que defienda frontalmente Stalin y el estalinismo es tan difícil como efectuar una raya en el agua.
Cualquier comunista mínimamente ilustrado sabe que no se puede hablar de comunismo sin ajustar cuentas muy severas con lo que significaron Stalin, Pol Pot, Ceaucescu, el último Mao, e incluso Togliatti, Thorez o Santiago Carrillo. El debate se da entre una derecha que utiliza deliberadamente el estalinismo para ensuciar el comunismo (valga como muestra las palabras del antiguo estalinista sobre la película sobre las “13 rosas), y una izquierda amplia que trata de diferenciar entre el niño (el comunismo) y el agua sucia (el estalinismo). Esta es una batalla crucial porque con la denuncia del comunismo como algo indisociable del estalinismo, la derecha trata de camuflar sus propios “Gulags”, el hecho de que, al final de cuentas, estos personajes eran de derechas. Lo que no eran es comunista. Como gustaba repetir a Livio Maitan: comunismo y estalinismo son incompatibles.
Esto –por supuesto- no contradice un hecho objetivo elemental: Stalin y el estalinismo tuvieron una importancia central en la historia del siglo XX, y los que añoran los viejos tiempos en los que parecía que el meridiano histórico pasaba por Jósef Stalin, y todo estaba clara, de una lado la URSS, y luego los “países socialistas”, y el movimiento comunista internacional monolítico, con una base militante que luchaba contra el franquismo que a su vez estaba apoyado por el “mundo libre”, el mismo que traicionó la República…No hay la menor duda pues que “la imagen de Stalin está estrechamente ligada con la primera experiencia (duradera en el tiempo) de un Estado socialista. Stalin fue el máximo dirigente del Partido Comunista (Bolchevique) y, por tanto, tuvo un papel decisivo en la historia de la Unión Soviética a lo largo del periodo 1924-53”, pero no es menos cierto que a partir de ahí, cualquier tiempo pasado fue mejor, desde entonces todos serán pasos hacia atrás.
En este cambio de signo tuvieron no poco que ver historiadores como Isaac Deutscher que escribió Stalin. Una biografía política después de la II Guerra Mundial, justo cuando el estalinismo alcanzaba su mayor apogeo. Publicada en Oxford en 1949, su primera versión en castellano llegó en 1965 (hubo otra en catalán, en Edició de Materials en 1966, detrás de la cual estaba el FOC) en ediciones ERA de México, y en traducción de José Luís González, la misma editorial y el mismo traductor que poco después estarán presentes en la edición de inmortal trilogía que Deutscher dedicó a Trotsky, y de que, por cierto, acaba de aparecer la reedición del primer volumen en Santiago de Chile con distribución por nuestras librerías. Este epílogo fue añadido a su edición popular en 1953, el año que fallecía Stalin en loor de multitudes. Tres años después, Kruschev informaba en el XX Congreso del PCUS de los “crímenes de Stalin”, y desde entonces, la documentación histórica ha venido a demostrar que Trotsky y sus amigos acertaron, y que sí se equivocaron en algo es que se quedaron cortos. Esta última perspectiva se puede desprender de la lectura de los «Relatos de Kolimá», el impresionante testimonio de Varlam Shalámov que Deutscher no pudo conocer. Acabo esta nota prometiendo el rescate de más textos de Isaac Deutscher.
Excelente artículo… Gracias!