por Franco Machiavelo
En Chile, las grandes empresas y corporaciones no se financian solas: es el pueblo trabajador quien sostiene con su esfuerzo y dinero a esos poderosos que concentran la riqueza. Las políticas económicas neoliberales no son más que una maquinaria para transferir recursos desde la mayoría pobre hacia una minoría millonaria.
Los chilenos trabajan más, ganan poco y deben pagar impuestos que en realidad benefician a las grandes empresas. Los precios de servicios básicos como la electricidad son abusivamente altos, porque las compañías eléctricas, amparadas por el Estado, lucran sin control mientras las familias endeudadas sufren cortes o recortes. La salud, la educación y las pensiones, que deberían ser derechos garantizados, están privatizadas para que unos pocos se llenen los bolsillos.
Además, la clase política y los partidos que supuestamente representan al pueblo no son más que sirvientes y lamebotas del modelo neoliberal. Gastan millones en mantener su aparato político y mediático, defendiendo intereses empresariales por encima de las necesidades reales de la gente. La corrupción y el clientelismo son moneda corriente, y mientras tanto, el pueblo paga la cuenta.
Se manipula la opinión pública para hacer creer que esta injusticia es normal o que los responsables son los propios ciudadanos por no “esforzarse más”. La verdad es que hay un plan sistemático para mantener a la mayoría en la pobreza y al poder económico en manos de unos pocos.
Así, mientras el pueblo se rompe el lomo, sus impuestos, deudas y altos costos de servicios llenan los bolsillos de bancos, mineras, forestales, eléctricas y grandes empresas. Es un robo a gran escala donde los que mandan usan la ley y los medios para seguir dominando sin que casi nadie pueda hacer nada.
Este sistema no solo es inmoral, es una bomba social que profundiza la desigualdad y destruye cualquier posibilidad de justicia y dignidad para el pueblo chileno.
