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La comunidad de negocios ha tenido el control de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos situando a sus representantes en los respectivos ministerios de Finanzas (Hacienda). Quienes escapan a este control son condenados por el FMI, la UE, los EEUU, los inversionistas y los mercados financieros. Las advertencias, presiones y amenazas forman parte del paisaje. Los economistas-sicarios también…
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Competitivo…

Escribe Luis Casado

Servidor suele tener problemas con la jerga en boga aquí y allá: no todos los hispanoparlantes chamullamos del mismo modo. Yo, por ejemplo, aún no logro entender lo que quieren decir en Chile con la palabreja «empoerao» que al parecer viene del inglés «empowered». En el inglés macarrónico que aprendí en la escuela, «to empower» se traduce por «darle poder a…», lo que claramente indica «autorizar a alguien a…». En mis correrías en el Imperio alguna vez le dimos «power of attorney» a un abogado, o sea lo autorizamos a representarnos. Esa autorización es muy limitada y está extremadamente reglamentada: el abogado no puede decidir nada sin el acuerdo previo de quienes le dieron un mandato muy preciso.

En la versión chilensis parece ser lo contrario: un menda «empoerao» es alguien que se tomó el poder, como por ejemplo los parlamentarios que decidieron por cojones que ellos son los únicos que pueden redactar la Constitución. De esa manera los parlamentarios no son la consecuencia de una forma de organización de la República sino el demiurgo de la felicidad en la Tierra. Una suerte de deus ex machina para que me entiendas: un dios. Hace algunos años un criminal llamado Pinochet se arrogó similar privilegio… Lo mismo me ocurre con el vocablo «competitividad». En Chile tenemos weones «competitivos», ¡Qué gran país somos! El Mercurio publicó una declaración de Mario Marcel, ministro de Hacienda, lamentando que su predecesor Nicolás Eyzaguirre no fuese elegido presidente del BID. «Era un candidato competitivo», declaró. El diccionario no nos ayuda, ofreciendo esta definición: «Competitivo: Tendencia a participar en cualquier rivalidad para conseguir un fin.»

El Mercurio precisa:
«El economista brasileño Ilan Goldfajn se alzó este domingo como el nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con el 80% de los votos, relegando al segundo lugar al ex ministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre, quien obtuvo el 9,9% de los sufragios.»

Eyzaguirre… ¿Competitivo?
El nivel de genialidad del titular de Hacienda se mide en las razones que avanzó explicando su pesar:

Mario Marcel lamentó el fallido arribo de Eyzaguirre al cargo, afirmando que su candidatura «era una señal potente del compromiso de Chile por retomar el liderazgo de la institución», recalcando el papel que tiene Chile dado su estatus de país fundador del organismo.

En las instancias internacionales no mandan los fundadores, que por lo demás no ostentan ningún estatus particular en ningún sitio, ni ejercen ningún «liderazgo» caído del cielo.

A mí las patochadas de Mario Marcel me tienen sin cuidado, me rozan una sin tocar la otra. Lo que me inquieta es la vecindad ideológica de estos dos pájaros. A mí modesto parecer ambos son carne de FMI, vendedores ambulantes de sanguche de potito neoliberal.

Cuando un nuevo presidente asume su cargo, basta con conocer los nombres de los ministros que nombra para saber hacia dónde va la lancha. El ministro de Hacienda es una notable excepción porque suelen nombrarlo los mercados, el FMI, o la madre que lo parió a Friedrich Hayek o en su defecto a Milton Friedman.

En esta cuestión no necesito ni siquiera pruebas: cada día están a la vista. La prensa financiera europea publica hoy lo que sigue:
Los mercados sitúan a Lula bajo vigilancia negativa. La Bolsa de Sao Paulo reaccionó mal frente a los riesgos de exceso del gasto público. Los inversionistas estiman que el péndulo de Lula se inclina demasiado a la izquierda (sic).

Lula aún no decide de nada, ni siquiera asumió la presidencia de Brasil, pero los mercados y los inversionistas ya le fijaron los límites y el rumbo. Si el presidente electo de Brasil fuera astuto como Boric, nombraría ministro de Hacienda a Nicolás Eyzaguirre y… ¡asunto arreglado! No habría problemas ni con el FMI, Eyzaguirre sabe de qué va el tema, él, que siempre va, o viene, de tan egregia institución.

El FMI, -controlado no por sus fundadores, sino por poderes financieros internacionales de preferencia estadounidenses-, dispensa exhortaciones y advertencias no muy gratuitas a quien le sale de las narices. Una vez más, la prensa financiera da el tono:
Desempleo: Francia «aún tiene mucho que hacer», estima el FMI. El paro debiese mantenerse alrededor de un 7,5% el año próximo a pesar de la baja de la actividad. Apoyando la reforma del Seguro de Desempleo el FMI incita a Francia a ampliar sus acciones para mejorar el empleo. (sic)
Cuando el FMI apoya la reforma del Seguro de Desempleo contribuye a despojar a los asalariados de una protección que financian ellos mismos mediante cotizaciones salariales. El Seguro de Desempleo es un sistema privado, gestionado paritariamente por los trabajadores y sus empleadores. ¿Qué viene a hacer aquí el FMI? El Seguro de Desempleo es un sistema excedentario, lo que parece probar que las cotizaciones son superiores a las indemnizaciones pagadas a quienes pierden su trabajo. ¿Qué busca el FMI? Algo muy simple: acreditar la idea que la desprotección de los trabajadores es un factor de creación de empleo.

Hace ya algún tiempo escribí un ensayo titulado: «El hambre: Un método infalible para la laboriosidad». El FMI no tiene ni siquiera el mérito de la innovación: ya en el siglo XVIII algunos distinguidos intelectuales, como Daniel Defoe, se esforzaban para eliminar cualquier ayuda a los miserables con el pretexto de que son las ayudas a los pobres las que crean los pobres que las reciben.

El tal Defoe escribió una obra maestra menos conocida que su Robinson Crusoe: “Dar Limosna no es Caridad, y Emplear a los Pobres es hacerle Daño a la Nación” (Daniel Defoe. “Giving Alms No Charity, and Employing the Poor a Grievance to the Nation”. 1704).

Joseph Towsend, bondadoso clérigo británico, -inspirado por la historia de Alexander Serlkirk en Chile-, escribió un texto digno del FMI: he aquí un extracto:
“El hambre domará a los animales más feroces, le enseñará la decencia y la civilidad, la obediencia y la sujeción a los más perversos. En general solo el hambre puede espolear y picanear a los pobres para hacerlos trabajar… (Dissertation on the Poor Laws. 1786).

Ni la Bolsa de Sao Paulo ni el FMI tienen nada que decir con relación a las remuneraciones patronales. Sin embargo hay tema. Una vez más le agradezco a la prensa financiera sus denodados esfuerzos periodísticos:
«Las remuneraciones de los patrones del CAC 40 baten records. Los patrones del CAC 40 ganaron 7,9 millones de euros en promedio el año pasado…»7,9 millones de euros al año, o sea 658 mil euros mensuales, más de 625 millones de pesos chilenos cada 30 días. ¡Alabao! Para tus fichas, el CAC 40 son las 40 grandes empresas en las que la Bolsa de París basa sus cálculos…

¿Cómo hace un gobierno latinoamericano para escapar a estas nefastas influencias, presiones, exhortaciones y advertencias?La respuesta la tenemos ante nuestros ojos: hay gobiernos definitivamente condenados por la comunidad de negocios, los mercados, los inversionistas y el Imperio. Y otros que bien bailan. Que se enorgullecen de tener ministros de Hacienda (o de Finanzas) como Nicolás Eyzaguirre o Mario Marcel, tipos que saben donde están los límites del progresismo

Lo que me recuerda las palabras de Marilza de Melo Foucher, economista y analista franco-brasileña:
«Uno de mis amigos, filósofo, tiene toda la razón cuando dice que hay que plantearse las buenas preguntas en torno a las cuales reflexionar: Por ejemplo, la capacidad de un gobernante para interrogarse a sí mismo: ¿Qué hemos hecho, o no hemos hecho, para que nosotros también, como todos los otros, seamos dominados por el sistema de la corrupción?»

Como decía un tal Hamlet: «Ser o no ser, esa es la cuestión…»
Y no se refería precisamente a ser o no ser competitivo…

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