por Pepe Gutierrez-Alavarez, Estado Español
LA TRINCHERA INFINITA después de tener una gran recepción en los goyas, de haber resultado alabada por la crítica libre, se incluyó en la plataforma Netflix, y cabrá esperar que se pueda ver desde otros espacios. Se trata de una obra que ya nos impactó el estreno de esta película de Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga, que por entonces todavía no había llegado a nuestra localidad (Ribes, Garraf). Estaba anunciada pero nos dijeron que esperaban los premios Goya para pasarla, y cuando lo hagan volveremos a verla con la misma pasión en la pantalla grande, como es debido. Es evidente que la proximidad geográfica con mis orígenes, toda esa historia derivada de las atrocidades perpetradas bajo el mando de Queipo de Llano (cuyas locuciones se oyen insistentemente a los lejos al principio de la película), tiene no poco que ver.
Se menciona Arahal que está a unos kilómetros de mi pueblo donde escenas como las descritas en la película formaron parte de aquellos horrores evocados en familia, en una familia a la que la República apenas acababa de llegar. Sus personajes nos resultan muy cercanos: Higinio y Rosa llevan pocos meses casados cuando estalla el golpe militar-fascista y los mal llamados “nacionales (nacionales eran todos, pero los militares se apoyaron en el Gran Dinero, la Iglesia, la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, garantizaron al capital extranjero total garantía, etc.), empezaron una represión que no dejó de matar hasta bien entrado los años cuarenta…
Para Higinio, la vida está amenazada por la muerte violenta, de hecho se escapa por mera casualidad. Con ayuda de Rosa decidirá atropelladamente utilizar un agujero cavado en su propia casa como escondite provisional, se habla de las partidas de maquis en la Sierra, luego de la victoria de los Aliados, los mismo que habían decido “no-intervenir” o sea, dejar las manos libres al nazi-fascismo. El miedo así como la pasión que sienten el uno por el otro les condenará a un encierro que se prolongará durante más de 30 años, hasta finales de los años sesenta. La dirección colectiva aborda el relato concreto con puntualizaciones históricas para narrar la evolución del régimen sin salir de un espacio mínimo, el de una habitación (y poco más), donde se esconde un superviviente vigilado además por un vecino fascista, uno de aquellos de “las pistolas” que creían que había que estar con los que mandaban.
Se trata de una apuesta arriesgada: como contar una historia particular en un país como la España de Franco con tan pocos elementos y minimizando los recursos narrativos a través del punto de vista. El sustrato político está presente, pero es la relación doméstica y conyugal entre Higinio y Rosa la que poco a poco terminará por imponerse. “La trinchera infinita” es una historia de lucha silente, de resistencia, de miedo y de mucha soledad, y por supuesto, de contradicciones de pareja y generacionales.
La película evoca una “trinchera infinita”, un combate en el que la quietud, la rutina, las esperanzas frustradas se van dosificando después de un inicio que lo deja todo claro. El desgaste de Higinio y Rosa se convertirá en metáfora de la propia dictadura, así como de una historia en la que cada cual aguanta su cruz: él en el agujera, ella soportando el mundo de fuera que entra en casa a través de un guardia civil violador, así como el vecino delator que podía haber sido perfectamente interpretado. Se trata de un aporte que ya tiene un lugar destacado en la historia del cine español más comprometido con la historia de la luchs por la libertad.