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Chile. Miguel Enríquez, entrevista con Marta Harnecker días antes del golpe de 1973

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Resumen Latinoamericano / 4 de julio de 2019

Revista Chile Hoy, Nº 59, 27 de julio-2 de agosto 1973

En esta entrevista a días del golpe militar de 1973, Miguel lanza un llamado a la unidad de la izquierda, advierte sobre los militares golpistas. La revista ‘Chile Hoy’ pertenecía al PS, corrían malos vientos para el gobierno de la Unidad Popular, su capitulación estaba sellada, los sectores reformistas habían impulsado la desmovilización de los trabajadores. Esa aspiración del PC de establecer alianza con la democracia cristiana (DC) se había hecho una vergonzosa realidad. Meses después, en octubre de 1973, Miguel en la clandestinidad se refería que la derrota no era del socialismo, sino de quienes impulsaron el modelo reformista y que arrastraron al compañero Allende a claudicar


Chile Hoy: En nuestros reportajes en la base hemos comprobado que en gran medida se han superado las divisiones en el seno de la izquierda. En muchos casos han sido los propios comunistas los que han planteado la integración del MIR a las nuevas tareas. ¿A qué atribuye usted esta situación?

– Miguel Enríquez: El frustrado intento golpista del viernes 29 de junio creó una nueva situación política y generó la inmediata respuesta de la clase obrera y el pueblo. Los trabajadores tomaron conciencia de que sus conquistas y libertades estaban amenazadas. Amplios sectores de trabajadores se activaron profundizando la contraofensiva revolucionaria y popular en desarrollo.

Esta se expresó en la toma masiva de fábricas y fundos, en la elevación de los niveles de organización y conciencia de las masas, en el fortalecimiento y multiplicación de nuevas formas de organización independiente de las masas: cordones industriales, comandos comunales, comandos de abastecimiento, consejos comunales campesinos. Se desarrollaron y multiplicaron también los órganos de defensa y autodefensa de las masas. ‘En esta fase, la inmediatamente posterior al intento golpista, se colocó objetivamente en el primer plano de la lucha contra el golpismo.

De esta forma, por encima de las diferencias de apreciación en cuanto a la táctica concreta, la valoración de las formas de organización y defensa de masas a impulsar, que existían y existen a nivel de las direcciones políticas, la activación y radicalización de la clase obrera y el pueblo arrastró al conjunto de la izquierda a nivel de base a una política de acción común. Al menos, en esta fase, los trabajadores impusieron la necesidad de niveles de unidad y contraofensiva frente al enemigo de clase. Este proceso coincidió en el tiempo con la política y táctica que veníamos impulsando: el desarrollo de una contraofensiva revolucionaria y popular, la reagrupación de los revolucionarios y la acción común con el resto de la izquierda, todo lo cual cristalizó, repito, en esta fase, en un mayor grado de unidad de la izquierda tras políticas revolucionarias, o al menos, en una táctica más ofensiva y en el fortalecimiento de la acción común.

– ChH: Por qué dice usted «en esta fase» ¿Ha cambiado esa situación posteriormente?

– ME: En realidad, la situación ha ido modificándose en algunos aspectos en las últimas semanas. La aventura golpista del grupo armado del PN abortada el viernes 29 de junio generó una respuesta que evidenció una enorme fortaleza de la clase obrera y el pueblo, que se expresó también en la actitud de la su oficialidad y tropa de las Fuerzas Armadas y en las posiciones de la oficialidad anti golpista. Esto obligó a los sectores abiertamente golpistas del PN, del PDC y de las FF.AA. a replegarse y a subordinarse a los sectores que, bajo conducción freísta, levantaron una táctica diferente: la táctica del emplazamiento. La táctica del emplazamiento militar y del chantaje político e institucional sobre el Gobierno busca golpear, desarticular, dividir y desmoralizar a la clase obrera, a los trabajadores y a la vanguardia; radicalizar progresivamente el contenido del emplazamiento, obligar al Gobierno a una capitulación que puede revestir distintas formas, para después derrocarlo y aplastar y reprimir a los trabajadores y a la izquierda.

Esta política reaccionaria aleja la percepción del golpismo como hecho inmediato a los ojos de las masas y la izquierda, hace aparecer a las clases patronales haciendo exigencias políticas que confunden y desarman a sectores de la izquierda. Así, mientras por un lado las masas se radicalizan y con ellas extensos sectores de la izquierda asumen una política más radical resistiendo la capitulación, por otro lado se generan las condiciones para que otros sectores, los vacilantes y los reformistas recalcitrantes, intenten una vez más la conciliación de clases. Hoy, bajo las banderas de la «normalización» de la producción y del país, del diálogo y el consenso mínimo, los partidarios de la implementación de un proyecto de conciliación de clases como salida política a la actual situación intentan construir las condiciones para el diálogo proponiéndose la devolución de las grandes empresas tomadas por los trabajadores, tolerando incursiones represivas contra trabajadores movilizados en cordones y comandos, permitiendo el desalojo policial de fábricas tomadas, abriendo querellas en contra de organizaciones revolucionarias, tentándose con la represión. Mientras paralelamente algunos como Gladys Marín, se encargan de asumir la defensa política de la conciliación a través de la deformación de nuestras políticas y de mal intencionadas críticas a nuestras posiciones. Pero, al mismo tiempo, la clase obrera, el pueblo y los sectores más radicales de la izquierda, siguen exigiendo e impulsando la táctica de la contraofensiva, planteándose una acción común y llevándola a cabo en la práctica.

– ChH: Pero el análisis de la actual coyuntura ¿permite otra salida?

ME: Los reformistas recalcitrantes, e incluso los centristas, sostienen sus políticas sobre dos premisas: plantean que si bien la situación es «difícil», ésta tiende a «normalizarse», y que por otra parte no hay fuerza suficiente para desarrollar una contraofensiva A partir de estas premisas, atadas luces falsas, concluyen que la tarea fundamental es ganar tiempo, dar un paso atrás para luego dar dos adelante, tener un respiro, una tregua.

En realidad, las fuerzas golpistas civiles y uniformadas no han sido desarticuladas, al contrario, se fortalecen descaradamente en la más absoluta impunidad. La táctica del emplazamiento y del chantaje está en pleno desarrollo, entregándole rendimientos más que suficientes a las clases patronales y fortaleciendo progresivamente sus posiciones. La clase obrera y el pueblo, si bien en la última semana han continuado llevando adelante su táctica de contraofensiva, también han sufrido importantes golpes, como consecuencia de la política de «respiro» que del 29 acá impulsan los sectores reformistas recalcitrantes y vacilantes del Gobierno y la UP: desalojos, allanamientos y devolución de empresas. La situación es muchísimo más grave que en todas las coyunturas agudas anteriores, en la medida en que las clases patronales han logrado esta vez llevar masivamente el enfrentamiento político y social desde el terreno civil al interior de los cuarteles. Dos bloques sociales y políticos se han constituido, toman posiciones, se amenazan y acechan el uno al otro. No es posible pretender volver a la «normalidad» anterior. Sólo será posible eliminar la amenaza golpista desarticulando y aplastando ahora a los sectores civiles y uniformados comprometidos en la política del golpe. A su vez, esto será factible sólo si se acumula aceleradamente fuerzas, donde es posible acumularla: el movimiento de masas y la oficialidad y suboficialidad antigolpista de las FF.AA. La única táctica que puede permitir esta acumulación de fuerzas consiste en desarrollar ahora una extensa contraofensiva revolucionaria y popular. Una táctica dilatoria que permita ganar tiempo puede ser correcta, pero sólo en determinadas situaciones y siempre que ello no implique debilitar nuestras propias fuerzas y este no es el caso de la coyuntura actual.

La correlación de fuerzas producida inmediatamente después del intento golpista abortado es la mejor que se ha creado en los últimos años. La correlación de fuerzas es todavía buena, y es posible, si se implementa una táctica adecuada, mejorarla enormemente y en forma rápida. Nunca antes se había desarrollado una activación y radicalización de la clase obrera como la generada en las últimas semanas; sectores del movimiento campesino, de los pobladores y el movimiento de masas en provincias han desarrollado considerablemente sus niveles de conciencia y organización. Mediante una táctica revolucionaria es posible multiplicar esta fuerza enormemente y a corto plazo. La oficialidad antigolpista, la suboficialidad y la tropa de todas las ramas de las FF.AA. han sido capaces, hasta aquí, de neutralizar los intentos golpistas del 29 de junio y los posteriores en el interior de los cuarteles. La debilidad de la clase obrera y el pueblo no se originó ni se origina en una correlación de fuerzas favorables. Se desarrolló y se está desarrollando una táctica defensiva y vacilante que debilita al pueblo; que en la búsqueda de ganar tiempo está terminando por dar tiempo a las clases patronales para articularse, para fortalecerse, para pasar a la ofensiva, emplazar al Gobierno, hacerlo capitular y golpear a la clase obrera y el pueblo.

– ChH: ¿Por qué la derecha les atribuye a ustedes la responsabilidad de las acciones de los cordones industriales cuando en ellos predomina la acción de otros partidos?

– ME: Si bien el MIR orgánicamente no es fuerza mayoritaria, entre los trabajadores, ha tenido un enorme crecimiento, especialmente en la clase obrera durante los últimos meses. Más aún, las políticas y tácticas que nosotros y los sectores más radicalizados de la izquierda levantamos en 1971 (expropiación de fundos de más de 40 hectáreas, extensión del Área Social más allá de las noventa empresas, control obrero en el área privada, dirección obrera en el área social, expropiación de la Cámara Chilena de la Construcción, distribución igualitaria y equitativa y expropiación de las grandes distribuidoras, comandos comunales y poder popular, lucha contra la ley de control de grupos armados, derecho a voto de los suboficiales y soldados de las Fuerzas Armadas y Carabineros, etc.), se han transformado en las políticas y tácticas predominantes en el seno de la clase obrera y el pueblo.

Es decir, la influencia política del MIR en el seno de las masas se ha extendido en forma considerable. De esta manera es comprensible que las clases patronales dirijan su artillería contra los destacamentos de vanguardia de los trabajadores, contra las organizaciones capaces y sobre todo dispuestas a conducir a la clase obrera y las masas en todos los enfrentamientos. Al mismo tiempo les interesa, para su trabajo político en el cuerpo de oficiales, crear la imagen de un movimiento de masas conducido por una caricatura de nuestra organización, que simbolice la anarquía y el caos. A esto cooperan los sectores reformistas recalcitrantes de la izquierda que ante la ofensiva reaccionaria abren diálogo con sectores patronales y se interesan por diferenciarse públicamente de los sectores revolucionarios, como una manera de contribuir al dialogo.

– ChH: Ustedes han puesto el acento en la formación de los comandos comunales. ¿Cuál es el papel que le asignan a estas organizaciones de masas?

– ME: Desde hace dos años venimos impulsando el desarrollo de formas de organización de masas que, enfrentando el orden burgués, generen embrionariamente formas de dualidad de poder, único camino que permite cristalizar la acumulación de fuerzas que se ha venido desarrollando. Si bien al principio esto no tomó forma concreta a nivel de masas, a fines de 1972 frente a las agresiones patronales desde las trincheras de la institucionalidad burguesa, el movimiento de masas y extensos sectores de la izquierda tomaron conciencia de la necesidad de organizar su propio poder y lo impulsaron desde la base, generando las formas de Poder Popular ya conocidas.

Entendemos estas organizaciones de Poder Popular, articuladas fundamentalmente alrededor de los comandos comunales. Se trata de unir orgánicamente al pueblo, de articular a la clase obrera con el resto de las clases y capas explotadas, para que de esta manera pueda la clase obrera ejercer efectivamente su papel de vanguardia y dirección en el seno del pueblo: entre pobladores, estudiantes y campesinos.

Para ello es necesario, a partir de los niveles orgánicos actuales de los trabajadores (cordones industriales, consejos comunales campesinos, comandos de abastecimiento, JAP y almacenes populares), organizar los comandos comunales como una democracia directa, con generación democrática de las direcciones, levantando un programa comunal, impulsando la acción directa de las masas y exigiendo al Gobierno apoyar la lucha del pueblo, desarrollando la lucha antiburocrática, exigiendo primero cuentas a los funcionarios públicos y luego removiéndolos como formas de lucha contra el aparato de Estado capitalista.

En el desarrollo del Poder Popular se han dado dos desviaciones: los que de una manera explícita o implícita se han opuesto a él, con espíritu sectario o con el propósito de mantener niveles de hegemonía o monolitismo burocrático en el movimiento de masas, estableciendo su oposición a los comandos comunales, sosteniendo que estos generan «paralelismo sindical», insistiendo que la CUT es suficiente para organizar y representar los intereses del pueblo. (La CUT no ha logrado estructurar nacionalmente una eficiente organización comunal; la CUT por sus objetivos, carácter y estructura, no incorpora a pobladores, campesinos y estudiantes).

La otra deformación ha consistido en restringir en la práctica el desarrollo del Poder Popular al desarrollo de los cordones industriales, cuestión que siendo necesaria no es suficiente, pues sólo aprovecha los niveles de organización que ya tiene la clase obrera y no organiza ni incorpora a las otras capas del pueblo. Se renuncia así, en esta forma, a acumular fuerza política y orgánica en estas capas, manteniendo dividido al pueblo y retardando y dificultando su unidad.

Después del intento golpista del 29 pasado, la activación de los trabajadores atravesó a la clase obrera y a todas las capas del pueblo, fortaleciéndose y multiplicándose todas las formas de organización independientes y autónomas de la clase y las masas; cordones industriales, consejos campesinos, comités de vigilancia y defensa, etc., generándose también comandos comunales en muchas comunas del país.

Era, y todavía es, el momento de impulsar el desarrollo de los comandos comunales y así lo estamos haciendo.

– ChH: ¿Cuál es la posición de ustedes frente a los cordones industriales?

– ME: Recientemente sectores políticamente más radicales y consecuentes de la UP, buscando resistir las vacilaciones de ciertos sectores con influencia en la CUT, se atrincheraron orgánicamente en los cordones, impulsaron un trabajo restringido a la clase obrera organizada, dificultando así, implícitamente, el desarrollo de los comandos comunales. Llamaron también a un coordinador de cordones, sectorizando a este coordinador, al dejar fuera a los comandos comunales, a los consejos campesinos, a los comités coordinadores, a pesar que en octubre del 72 llegó a funcionar un coordinador provincial amplio. Esta iniciativa tuvo como consecuencia inmediata la aparición del paralelismo sindical (en algunas comunas hay ya dos cordones industriales), condujo en algunos casos al aislamiento de los cordones y de la clase obrera de las otras capas del pueblo y en otros casos retardó la unidad de todos los explotados. De esto se han aprovechado tendencias más vacilantes y burocráticas de la izquierda sindical para desarrollar una ofensiva contra la organización del Poder Popular y para fortalecerse transitoriamente dentro de los partidos y estructuras sindicales.

– ChH: ¿Cuál es la relación que debe existir entre la CUT y los cordones?

– ME: Nosotros impulsamos el desarrollo de cordones industriales con una estructura democrática como organismos territoriales de base de la CUT, que coordinen la acción de los sindicatos a nivel de comuna, área, localidad.

Somos partidarios también de la coordinación provincial de los comandos comunales (los consejos comunales campesinos, los cordones en proceso de transformación en comandos) y pensamos que un coordinador provincial de las organizaciones del naciente poder popular debe constituirse a la brevedad en Santiago. La salida que estamos impulsando frente a la situación creada es constituir rápidamente, a partir de los cordones industriales existentes, comandos comunales, para asegurar el desarrollo y extensión del poder popular. Por otra parte, pensamos que la CUT, independientemente, debe impulsar la transformación y democratización de la actual estructura sindical, organizando los cordones industriales como órganos territoriales de base, e impulsar a través de cada cordón la lucha por no devolver las grandes empresas, por imponer la dirección obrera. La CUT debe igualmente impulsar la organización de los sindicatos únicos por rama, como base necesaria del control obrero. Por otra parte la CUT debe apoyar la organización de los comandos comunales.

– ChH: Hace mucho tiempo que ustedes están planteando la necesidad de la integración de los soldados a las tareas del pueblo. Últimamente han acentuado esta campaña insistiendo en la necesidad de democratizar las FF.AA., en el derecho a voto de los soldados, haciendo ver que los soldados también son explotados, y últimamente en la necesidad de que los soldados no obedezcan las órdenes golpistas…

– ME: Nosotros, a diferencia de otros de la izquierda, hemos venido proponiendo que se termine al interior de las FF.AA. con las discriminaciones que aún persisten en ellas, como la restricción de los derechos ciudadanos de los suboficiales, clases y soldados. Prueba de la necesidad y vigencia de esta tarea es que algunos de estos aspectos están contenidos en el Programa de la UP y fueron reconocidos públicamente como problemas por el anterior Ministro de Defensa y por Altos Mandos.

Hemos planteado también que se resuelvan los problemas de ingreso y abastecimiento de los miembros de las FF.AA., especialmente de los suboficiales, clases y soldados, a costa de las ganancias de las clases patronales.

Ahora, después del intento del alzamiento del 29 de junio, hemos alertado acerca de la actitud de adoptar frente a quienes incitan al golpismo. La prensa reaccionaria, el PDC y el PN, e incluso algunos altos oficiales, públicamente han sostenido que nuestros llamados tienen por objetivo destruir las FF.AA. y que son abiertamente sediciosos. Parece el mundo al revés. Nosotros hemos llamado y seguiremos llamando a que ningún miembro de las FF.AA. obedezca a las incitaciones golpistas de la oficialidad más reaccionaria.

¿Qué quieren? ¿Que llamemos a obedecer las incitaciones al golpe?

El reclamo contra nuestro llamado recuerda las quejas del delincuente que por anticipado reclama de la posible disposición de su víctima a resistir. Nosotros no llamamos a la desobediencia permanente, sino a desobedecer toda incitación al golpe de Estado, cuestión que hasta el Código Militar contempla. Quienes protestan en contra de nuestro llamado, con o sin uniforme, harían mejor en asumir y señalar con valor que lo que exigen es impunidad y obediencia al golpismo. Lo que hacemos es uso de una legítima forma de lucha y resistencia del pueblo ante la amenaza cavernaria y represiva del golpismo.

¿Cuál es el fundamento de nuestro llamado?

Que el 29 de junio un grupo de oficiales reaccionarios incitaron al golpismo, lo consumaron, fracasando después. Que uno de los jefes políticos del intento golpista, después de huir, en carta pública afirma que había otros oficiales y unidades comprometidas junto a otros sectores políticos y parlamentarios. ¿Dónde están esos oficiales? ¿Es que en días esos oficiales golpistas se han convertido en adoradores de la legalidad y del antigolpismo?

Por otra parte, no se ha informado de oficiales detenidos o removidos en otras unidades fuera del Blindado N. 2. Este no es un problema que sólo interesa a las FF.AA., están en juego la vida y el destino de millones de trabajadores.

– ChH: Hay una serie de querellas y detenidos por las FF.AA. por la propaganda que ustedes han desarrollado.

– ME: Eso es cierto, algunos oficiales reaccionarios se han permitido abusos y excesos. El almirante Huerta, en Valparaíso, no ocultó su molestia cuando Investigaciones le demostró que la bomba colocada en su casa la había colocado una organización de ultraderecha. En Concepción el abuso fue más allá, llevando a cabo provocaciones y luego querellas contra nuestra organización, cortaron el pelo a jóvenes y humillaron a muchachas. ¿Por qué el jefe de la III División, Gral. W. Carrasco, en vez de querellarse contra los universitarios no investiga qué cosas discute el coronel Luciano Díaz Medina, jefe de Estado Mayor del Cuartel General de su división, con Patria y Libertad? El movimiento de masas de San Antonio ha mostrado el camino correcto cuando todas las organizaciones de masas de San Antonio han denunciado públicamente los abusos del teniente coronel Manuel Contreras Sepúlveda, comandante de Tejas Verdes, y exigen al Gobierno su remoción.

– ChH: Cuando se aprobó la Ley de Control de Armas ustedes la calificaron de ley maldita, ¿qué opina usted de la actitud de Figueroa que hace algunos días pidió una modificación de dicha ley calificándola en los mismos términos que ustedes?

– ME: Esta es una ley reaccionaria presentada por el PDC, que si bien mereció al principio observaciones por parte de la UP, en su tramitación los parlamentarios de izquierda en general se abstuvieron; y, cuando el Gobierno tuvo en su mano la posibilidad de vetarla, adujo mañosamente error en el veto, quedando así sin posibilidad de insistir en éste; posteriormente, en el mes de octubre del año pasado, disponiendo de varios días, prefirió promulgarla en menos de 24 horas. Nosotros combatimos públicamente esta ley y la denominamos la «nueva ley maldita». Que recientemente Luís Figueroa, vistas las consecuencias de su aplicación, la impugnó y señaló la necesidad de modificarla, si bien puede ser ya tarde, nos parece altamente positivo. Tarea urgente del movimiento de masas y del conjunto de la izquierda es denunciar el verdadero carácter de esa ley y luchar por su derogación o modificación. Actualmente, después de un intento reaccionario y golpista, después del robo de armamento pesado del Ejército por Patria y Libertad, después que éstos desatan una ola de atentados y terrorismo, y después de que el PN y el freísmo maniobran públicamente para generar un golpe de Estado, absurdamente las Fuerzas Armadas allanan fábricas, locales de la CUT y de partidos de izquierda. Más grave aún, algunos oficiales, como por ejemplo de la Armada, hacen despliegues de tropa y armamento que resultan ridículos cuando terminan recogiendo coligües y así no expresan más que el propósito de amedrentar a los trabajadores. Otros oficiales aprovechan de golpear y humillar a los trabajadores y cuando esto es publicado, otros, como el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, amenazan públicamente con encarcelar a quienes lo publican. Todo esto obedece a la táctica que levantan las clases patronales, que impedidas de desatar el golpismo inmediato con la fortaleza de los trabajadores y la magnitud del antigolpismo en las Fuerzas Armadas, por el abuso de esta ley buscan desarticular a la clase obrera y colocar a las Fuerzas Armadas en contra del pueblo.

– ChH: ¿Qué opina usted del diálogo que se está abriendo con la DC?

– ME: Bajo la apariencia de un diálogo que busca la pacificación del país, en realidad se está proponiendo que los trabajadores, teniendo la fuerza suficiente, renuncien a la realización de sus objetivos. Recientemente se han venido construyendo las condiciones para este diálogo: la devolución de empresas intentada por la política del Ministro Cademártori, la tolerancia al desalojo policial de algunas fábricas por el Ministro Briones, órdenes de reprimir manifestaciones callejeras de los trabajadores por este mismo Ministro, que llamando al diálogo con sectores patronales, antes que dialogar con los obreros del Cordón Vicuña Mackenna, prefirió ordenar su represión, querellas contra el MIR de las Intendencias de Iquique y Concepción, ataques calumniosos e injuriosos de dirigentes de las Juventudes Comunistas al MIR. En realidad, este diálogo buscando un consenso mínimo esconde un proyecto de capitulación ante las exigencias de las clases patronales.

La DC es un partido burgués y reaccionario, el diálogo con su dirección desarma a los trabajadores. Si este proyecto de capitulación cristaliza, sus consecuencias serán gravísimas: se dividirá la izquierda, se generará la división de la clase obrera y el pueblo, y la ofensiva reaccionaria no sólo no será paralizada; sino que, cumplido su objetivo táctico de debilitar y dividir el campo de los trabajadores, cobrará nuevos bríos y caerá sobre los trabajadores y el mismo Gobierno con toda la fuerza y energía reaccionaria y golpista. Si de ganar tiempo y de paralizar la ofensiva reaccionaria se trata, esto sólo se logrará impulsando una vasta y extensa contraofensiva revolucionaria y popular que paralice al golpismo, que incorpore a los obreros democratacristianos y, sin renunciar a los objetivos de la clase obrera y el pueblo permita seguir tomando posiciones, impulsando, en los hechos, el programa revolucionario del pueblo, luchando por la democratización de las FF.AA. y desarrollando y fortaleciendo el poder popular, condiciones todas ellas que permitirán crear las condiciones para imponer un verdadero gobierno de los trabajadores.

El Porteño

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