Un mar de trabajadores, jóvenes, estudiantes y más, inundó las calles del centro de Santiago, el viernes 25 de octubre. Fue la mayor manifestación de la historia de Chile
Tony Saunois
Comité por una Internacional de los Trabajadores, CIT.
Hasta dos millones exigieron el fin del gobierno de Sebastián Piñera y la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Esta monstruosa marcha siguió a dos días de protestas y huelgas masivas. Esta revuelta se está produciendo ante el despliegue del ejército en las calles y la brutal represión, que no se había visto desde la oscura época de la dictadura de Pinochet. Al menos quince personas han muerto a manos de las fuerzas del Estado, miles han sido arrestadas y más han sido brutalmente golpeadas y heridas.
Ante esta revuelta de masas de la población, Piñera se ha visto obligado a hacer concesiones, ha pedido la dimisión de su gabinete y ha levantado el toque de queda. Se disculpó patéticamente con el pueblo chileno. En un acto de gran hipocresía, Piñera dijo lo «feliz» que estaba con la enorme protesta del viernes pasado porque era «pacífica». «Hemos aprendido y hemos cambiado», declaró, antes de salir corriendo de la conferencia desde la que pronunció su discurso de regreso al santuario del Palacio Presidencial de La Moneda.
El apetito viene con la comida. Ninguna de las concesiones hechas hasta ahora por Piñera son suficientes para satisfacer a las masas chilenas que van por él, su gobierno y la élite gobernante que él representa. Los cambios en su gabinete ascendieron a cinco ministros y tres fueron reasignados a otros ministerios. Su gobierno carece ahora de credibilidad y autoridad. Piñera tiene ahora un índice de aprobación del 14%, el más bajo de todos los presidentes desde el régimen militar. Como reflejo del colapso de la credibilidad del gobierno, el pueblo mapuche ha declarado que ya no lo reconoce y que establecerá su propio gobierno en sus territorios. Declararon su apoyo a una Asamblea Constituyente, con la participación de mapuches y no mapuches.
El gobierno flota actualmente como un cadáver en el mar de la población. Sin embargo, a pesar de la explosión masiva de rabia que ha tenido lugar, el Estado y la clase dominante siguen en el poder.
Chile – el experimento neoliberal
Esta revuelta social en Chile no ha caído del cielo. Comenzó con una tremenda protesta de los jóvenes contra un aumento de 30 pesos en el precio del pasaje del metro. Sin embargo, esto es también una revuelta contra más de 30 años de viciosas políticas neoliberales antiobreras, aplicadas a Chile. Chile fue el lugar de nacimiento de las políticas neoliberales tras el golpe militar de 1973.
Desde el fin de la dictadura en 1989, la política neoliberal de la junta de Pinochet (1973-89) ha sido continuada por todos los gobiernos. Ataque tras ataque se ha amontonado en las espaldas de la clase obrera chilena. Ha dado lugar a una brecha y desigualdades cada vez mayores entre los ricos y los pobres. Sin embargo, una tasa de crecimiento relativamente alta en la economía hizo que Chile fuera considerado como uno de los países más estables de América Latina. Dos semanas antes del estallido de la revuelta social, Piñera seguía presumiendo que Chile era un «oasis» en comparación con el resto de América Latina. Ahora Chile ha sido catapultado a la primera línea de las luchas que sacuden todo el continente, con movimientos revolucionarios y trastornos que saltan de un país a otro…