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Chile. Encuesta señala que el 79% de las mujeres ha sufrido violencia obstétrica en todas sus dimensiones y un 67% violencia ginecológica

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«No conozco a ninguna mujer (…) para quien su cuerpo no sea un problema fundamental» escribía la autora feminista Adrianne Ritch en el libro Nacemos de mujer: la maternidad como experiencia e institución». Inspirada por una conversación que hasta la fecha sigue pendiente y ha sido trinchera de lucha de las mujeres: sus cuerpos como extensión de la autonomía arrebatada.

Una autonomía que cada vez se afianza y se recupera con más fuerza. Es con las palabras de la intelectual, que se exponen los resultados de la Primera Encuesta Nacional Sobre Violencia Ginecológica y Obstétrica en Chile realizada por la Colectiva Contra la Violencia Ginecológica y Obstétrica, entre 2019-2020.

Esta fue realizada por las investigadoras y activistas Stella Salinero, Carmen García, Thania Guzmán, Daniela Vargas y Manuel Cárdenas, en Valparaíso. La idea surgió, cuando empezaron a recibir denuncias e historias de mujeres que habían experimentado violencia ginecológica y obstétrica.

Desde ahí nació la necesidad de visibilizar lo recurrente que eran estas situaciones abusivas y de las que todavía no se hablaba al pasar desapercibidas bajo el alero de lo «esperado y normal». Uno de los principales resultados que arrojó la investigación de La Colectiva, fue que gran parte de las encuestadas asume haber vivido una situación de maltrato, vulneración física y psicológica y abuso, en alguna experiencia ginecológica o atención obstétrica.

Se debe considerar que -según las autoras- específicamente, en la ginecología: «los malos tratos y la violencia, la sensación de vulnerabilidad, la medicalización y la patologización de procesos naturales, son parte de la experiencia común de muchas/os usuarias/os de estos servicios y se han asociado con graves consecuencias para la salud. »

Entre los objetivos principales para el levantamiento de esta evidencia, está el describir las experiencias de abuso y violencia en estos contextos, como así también, hacer un análisis del grado de satisfacción con los servicios de ginecología que reciben las mujeres: «este estudio intenta contribuir a visibilizar una serie de prácticas que niegan la autonomía y que pueden terminar por alejarnos de una atención de salud oportuna y de calidad (…) nos permite comenzar a pensar en los servicios de ginecología que deseamos y merecemos».

¿Cuáles fueron los principales resultados y descubrimientos?

UNA RADIOGRAFÍA NECESARIA: GINECOLOGÍA Y EXPERIENCIAS DE MUJERES

Ilustración de Franziska Barczyk

Para el estudio, se contó con la participación de 4,552 personas que cumplían con los requisitos de inclusión en todas las regiones del país, sus edades fluctuaron entre 18 y 82 años. El 98.5% fueron de nacionalidad chilena, mientras que el 1.5% era extranjera, que en su gran mayoría llevaban viviendo en Chile 4 o más años. Asimismo, el 15.5% indica sentirse parte de algún pueblo originario y el 4% se considera afro descendiente. El 55.5% tiene hijos/as.

La edad promedio en la que realizaron su primera atención de salud ginecológica fue a los 17.05 años y en su mayoría realizan una visita al ginecólogo cada 12 meses.

Para ello se determinó en el estudio, como violencia ginecológica: «todas aquellas prácticas realizadas por integrantes del equipo de salud (médicos/as, enfermeras/os, matronas/es, etc.) que pueden implicar una atención o tratamiento deshumanizado, el uso de procedimientos innecesarios o intencionalmente dolorosos, el abuso de medicación, la trasformación de procesos naturales en patológicos, la denegación de información o tratamiento, cuestiones todas ellas que pueden derivar en la pérdida de autonomía y/o capacidad de tomar decisiones libremente sobre nuestros cuerpos y sexualidad».Al ser consultadas si sufrieron violencia ginecológica en un 67% responde afirmativamente, asegurando haber vivido alguna de las situaciones anteriormente mencionadas, ligadas a la sensación de vulnerabilidad, abuso y maltrato en la atención médica.

De ellas un 21.4% de la muestra afirma que el personal de salud juzgaba sus prácticas sexuales o se refería a ellas en tono moralizante. Un 33.8% siente que sus consultas o preguntas no eran apropiadamente atendidas por el personal de salud y un 17.6% ha tenido que escuchar comentarios inapropiados de índole sexual referidos a su cuerpo o sus genitales.

Asimismo, un 17.8% recibió comentarios impertinentes referidos a su físico o vestimenta. Un 26% recibió retos o amenazas por parte del personal que la atendió, y del mismo modo, un 37.3% se sintió infantilizada por el personal al realizar consultas sobre su salud ginecológica.

El 17.1% afirma que le realizaron tactos o «tocaciones» inapropiadas dado el motivo de su consulta y que le sintieron sentir vulnerada su intimidad. Un 20% siente y afirma que el personal de salud le realizó procedimientos que le causaron intencionalmente dolor y el 7.2% reporta que se le solicitó desnudarse sin que eso guardara relación con los motivos de su consulta.

Por otro lado, el 9.1% siente que fue víctima de violencia sexual por parte del médico o de algún integrante del equipo médico, mientras que el 24.9% siente que fue víctima de prácticas violentas (uso de fuerza, procedimientos dolorosos innecesarios, etc.).

Además, un 20.8% afirma que se le medicó sin tener claridad de qué modo dichos medicamentos pueden tener utilidad en su salud ginecológica y en esa misma línea, un 20,8% siente que fue medicada bajo presión o sin que se le entregara información clara y confiable al respecto.

Los resultados respecto a la violencia ginecológica permitieron esclarecer de forma preliminar cuáles eran las situaciones más frecuentes. Entre ellas se encuentran en su mayoría las situaciones que encarnan el abuso y vulneración hacia los cuerpos y la autonomía. Esto, puede explicarse gracias a un posicionamiento y trato jerárquico que ha sido permisivo para la instauración de discursos médicos que pasen por alto estas situaciones.

VISIÓN DE LA VIOLENCIA OBSTÉTRICA

Ilustración Florencia Gutman

Ilustración Florencia Gutman

Respecto a la violencia obstétrica entendida como aquella que sucede también en un contexto médico, pero más estrechamente relacionada a los procesos y acciones del parto y post-parto, las cifras son de igual manera preocupantes.

De las consultadas un 79% expresa haber sufrido violencia obstétrica. El 44.73% afirma que durante las semanas previas o durante el parto no se le pidió firmar consentimiento informado. Entre quienes firmaron consentimiento, un 36.94% considera que este no era claro y un 46.84% dice que tuvo que hacerlo durante el trabajo de parto.

Por otro lado, un 44.9% de las participantes expresa haber sido tratada con sobrenombres o diminutivos (mamita, gordita, etc.) o como si fuera incapaz de comprender los procesos por los que estaba atravesando. El 48.2% se sintió infantilizada o anulada por el equipo médico como si fuera incapaz de tomar decisiones sobre lo que le ocurría (antes, durante y/o después del parto).

Un 42.8% fue criticada por expresar sus emociones (llorar, gritar de dolor, etc.) durante el trabajo de parto. El 41.7% reporta que no pudo manifestar sus miedos o inquietudes pues no le respondían o lo hacían de mala manera.

Un 45.9% manifiesta que le realizaron procedimientos sin pedir su consentimiento o sin explicar por qué eran necesarios. El 36.4% informa que la obligaron a mantenerse acostada boca arriba a pesar de manifestar su incomodidad.

Un 37.7% fue obligada a mantenerse en cama impidiéndole caminar o buscar otras posiciones según sus necesidades. A un 28.6% se le prohibió estar acompañada por alguien de su confianza.

Un 46.6% informa que la experiencia de parto la hizo sentir vulnerable, culpable o insegura en algún sentido. Al 10.2% se le negó la posibilidad de utilizar algún dispositivo o realizar algún procedimiento de control de la natalidad (DIU, ligadura de trompas, etc.).

Mientras que un 7.7% informa que después del parto se le obligó utilizar algún dispositivo o realizar algún procedimiento de control de la natalidad (DIU, ligadura de trompas, etc.). Asimismo, un 41.2% afirma que durante el parto o con posterioridad a este se sintió expuesta a la mirada de otras personas desconocidas para ella y que no eran parte del equipo médico.

UN DEBATE NECESARIO

Es un hecho que la violencia en la atención ginecológica y obstétrica tiene un enorme impacto en la vida de las mujeres. Los porcentajes declarados en relación a las transformaciones sobre sí mismas, cuerpo y sexualidad son altos. Lo paradójico de esto es que «debido al daño que se les ha infringido muchas de ellas deben realizar atención por problemas de salud mental dentro del mismo sistema que las ha maltratado, muchas veces privatizando dicho daño y volviendo a ser medicalizadas», comentan las autoras. Convirtiéndose de esta manera en un círculo vicioso, sin una intervención vinculante que esté destinada a mejorar la salud de las mujeres.

Para el equipo de la Colectiva Contra la Violencia Ginecológica y Obstétrica, los abusos que sufren las mujeres durante las consultas o al momento del parto se han escondido tras las «retóricas del cuidado». En ellas, la atención se sigue sosteniendo a través de los discursos de miedo, empujando a situaciones de presión a las pacientes, quienes sin mayor conocimiento ni explicaciones sobre los procedimientos, terminan cediendo a ellos, lo que finalmente se traduce en dominación sobre sus cuerpos.

La violencia ginecológica y obstétrica es considerada otra forma de violación a los derechos humanos según la UNESCO (2013) y también como otra extensión de la violencia de género. De esta manera se trata de especificar que los derechos sexuales y reproductivos deben promoverse en espacios de cuidado y respeto para quienes acudan a estos servicios, apuntando a todo momento hacia la dignidad.

Considerando que son tan importantes como los derechos fundamentales englobados en la salud, que postulan el derecho a la integridad personal, derecho a la privacidad e intimidad, derecho a la información y toma de decisiones, derecho a no recibir tratos crueles, inhumanos y degradantes, derecho a estar libre de discriminación, entre otros, como pilares básicos. En la perpetuación histórica de la violencia obstétrica y ginecológica esto se pasa por alto y se naturaliza.

UNA NUEVA MIRADA Y TRATO

¿Qué se hace después de que una mujer denuncia estos hechos? ¿Cuáles son las siguientes estrategias de acción a perseguir? desde la Colectiva apuntan hacia la necesidad de hablar y debatir estas problemáticas que afectan directamente la salud de las mujeres y promover protocolos de atención que estén en conocimiento tanto de las pacientes, como de los equipos médicos.

También, seguir fomentando la denuncia de las violencias ginecológicas y obstétricas, como un acto reivindicativo de los saberes, que empuje a las instituciones a estos cambios profundos. Así también, la sensibilización de las/los integrantes de los equipos de salud, enfatizando en prácticas cuidados y respetuosas habitadas en ambientes simétricos de trato.

«La necesidad de hablar, de recuperar la voz, de descubrir que no se trata de una experiencia privada e incomunicable sino de una práctica muy arraigada y que reproduce, ahora en la consulta, una ideología machista que nos ve como pasivas, objetos de atención y de aplicación de saberes expropiados, y que termina por ubicarnos en una posición de inferioridad y desventaja», concluyen.

Si atravesaste alguna de las situaciones mencionadas, comunícate con Colectiva para mayor orientación.

resumen.cl/articulos/chile-encuesta-senala-que-el-79-de-las-mujeres-ha-sufrido-violencia-obstetrica-en-todas-sus-dimensiones-y-un-67-violencia-ginecologica

Nota enviada por Sergio Medina Viveros: https://sergiomedinaviveros.blogspot.com/

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