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BRASIL – ¿PROHIBIRÁN EL COMUNISMO?

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Brazil's right-wing presidential candidate for the Social Liberal Party (PSL) Jair Bolsonaro walks in front of the Brazilian flag as he prepares to cast his vote during the general elections, in Rio de Janeiro, Brazil, on October 7, 2018. - Polling stations opened in Brazil on Sunday for the most divisive presidential election in the country in years, with far-right lawmaker Jair Bolsonaro the clear favorite in the first round. About 147 million voters are eligible to cast ballots and choose who will rule the world's eighth biggest economy. New federal and state legislatures will also be elected. (Photo by Mauro PIMENTEL / AFP)
Pepe Gutierrez Alvarez

Después de que la revolución de Octubre iniciara su andadura, dentro del desorden establecido no hubo escuela ni ensayista que resistiera la tentación de hacer valer sus análisis y criterios sobre lo que estaba ocurriendo y sobre su significado, y pocos de ellos hicieron esfuerzos serios de rigor y objetividad.

Si ya antes de resultar destrozada por las sodaldesca en manos del socialdemócrata Noske, Rosa Luxemburgo, era sistemáticamente tratada como «Rosa la sanguinaria», por los medios de comunicación, no es difícil imaginar el número de atrocidades que la prensa internacional atribuyeron a los bolcheviques. La leyenda del revolucionario, extranjero normalmente, con el cuchillo en los dientes, y oculto detrás de cualquier protesta social, no fue únicamente la más habitual del «amarillismo», también fue, aunque quizás con mayor moderación, el enfoque más habitual entre los grandes estadistas, incluyendo los teóricamente menos conservadores, como pudo ser el caso del presidente Wilson que tiene en su haber haberse opuesta a una tentativa del partido republicano de pasar por encima de las leyes internacionales. Se abusó tanto de esta retórica (no hay más que ver cualquier película anticomunista de los años cincuenta), y fueron tantas las imputaciones, que, no deja de resultar comprensible que para los «obreros conscientes», las críticas a la URSS carecieran de la menor objetividad, y que, ayudados por su necesidades de creer en la existencia de una alternativa a un capitalismo que le negó durante décadas y décadas sus derechos más elementales, no quisieran en su mayoría escuchar las advertencias que provenían desde las izquierdas que disentían.

Esta apreciación digamos «prosoviética» se fundamentó además, en otra razones. La posición de romper el cerco y de buscar acuerdos y alianzas con la URSS fue una de las señas de identidad de los gobiernos más avanzados como lo pudieron ser la República española o el gobierno de Lázaro Cárdenas, de México. Por otro lado, la apreciación negativa no tuvo inconveniente en adquirir caracteres positivos en el momento en que diversos gobiernos como el británico o el norteamericano necesitaron un pacto con Stalin, de esta época datan testimonios claramente idealizados de lo que era la URSS, incluso en tiempos del «gran terror», como lo demuestran algunas de las películas realizadas al principio de la II Guerra Mundial, y de la que Misión en Moscú, llegó a ser la más representativa, algo que actualmente resulta difícil de asimilar ya que los procesos de Moscú significaron –paradójicamente- quizás el mayor gesto anticomunista de la historia..

Este celo se manifestó hasta el extremo de censurar el personaje del entonces estalinista André Marty, en la adaptación fílmica de la novela de Ernest Hemingway, Por quién doblan las campanas. Estas situaciones tenían la virtud de dejar claro que la liberal-conservadora, era una apreciación interesada, y en nada sujeta a cualquier principio. En los años treinta, la socialdemocracia internacional, salvo alguna voz de excepción, mantuvo un sepulcral silencio ante los «procesos de Moscú», y cuando se habla de «compañeros de ruta» el espectro no solamente incluye a escritores e intelectuales izquierdistas, sino también a muchos conservadores. Por otro lado, cuando el pueblo podía encontrar un motivo de descalificación del régimen soviético, inmediatamente aparecía en el escenario cualquier otra acción bárbara del «mundo libre»…Esto es lo que ocurrió con la invasión de Finlandia o el pacto nazi-soviético, o más recientemente con la guerra de Afganistán, y en la que la nueva derecha entabló un pacto con el fundamentalismo religioso contra el gobierno afín a la URSS, el «enemigo principal». Cualquiera que pueda comparar la situaciones en Afganistán de antes de la guerra, incluso en la URSS de ayer y hoy.

El pueblo que vivía bajo el “socialismo real” creyó que podían aspirar a vivir como en Suecia, pero los engañaron vilmente. Sin embargo, lo de Brasil tiene sus rasgos fascistas porque llaman comunismo a todo lo que significa oposición al ultracapitalismo y sus siervos.

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