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BENJAMÍN PÉRET: NOTAS PARA UNA PRESENTACIÓN

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Pepe Gutierrez-Alvarez

Benjamín Péret (Rézé, cerca de Nantes, en el departamento de Loire-Atlantique, 1899 París, 1959), fue el más fiel de los miembros originales del movimiento surrealista, nunca desertó de los métodos automáticos, ni hizo concesiones al “arte” o al gusto, y por supuesto, no comió el pan de los arrepentidos que acabaron instalados.

Crecido en el seno de una modesta familia de clase media, Benjamín cursó sus estudios primarios en la escuela municipal de su ciudad natal, siendo adolescente preparó su ingreso en la Escuela de Artes y Oficios de París; pero el violento estallido de la “Gran Guerra” le impidió comenzar sus estudios en dicho centro, ya que fue movilizado y destinado a Salónica. Enviado luego al frente de los Balcanes, cayó enfermo de disentería y tuvo de ser evacuado a través de un penoso recorrido en ambulancia, de hospital en hospital, por diferentes lugares de Europa. Una vez restablecido, continuó cumpliendo sus obligaciones militares hasta que, en 1920, fue definitivamente desmovilizado aunque todavía permaneció un tiempo convaleciente.

Animado por su innata vocación literaria, a comienzos de los años veinte Benjamín Péret se afincó en París y comenzó a integrarse en los bulliciosos círculos artísticos e intelectuales de la capital francesa, en los que pronto entabló amistad con algunas de las cabezas visibles de la corriente surrealista lo que le permitió editar su primer poemario, Le passager du transatlantique (El pasajero del transatlántico, 1921), una espléndida opera prima que le reveló como una de las voces líricas más originales e innovadoras del movimiento que trataba de poner el mundo patas arriba.

Péret confirmó las buenas expectativas creadas por su primer poemario con la publicación de nuevas entregas poética que, como las tituladas Au 125 du Boulevard Saint-Germain (En el 125 del boulevard Saint-Germain, 1923) e Inmortelle maladie (Enfermedad inmortal, 1924), le convirtieron en una de las figuras más destacadas de la poesía surrealista. Aquel mismo año se asoció con Pierre Naville, el más militante del grupo y fundador de la revista La Révolution Surréaliste hasta que, en 1925, pasó a manos de André Breton, con el que mantuvo una amistad que fue más allá de todas las crisis del movimiento. En este tiempo, su producción se incrementó con nuevos volúmenes como Il était una boulangère (Era una panadera, 1925) y 152 proverbes mis au goût du jour (152 proverbios adaptados a los gustos actuales, 1925), este escrito a cuatro manos con Paul Éluard que se convirtió en un adalid del estalinismo…

Otro de los grandes surrealistas que siempre se mantuvo en la línea del Manifiesto por un arte Revolucionario e Independiente, fue André Masson.

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