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Argentina – ¿Los “mercados” pierden la fe en Milei?

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Pablo Anino

La Izquierda Diario, 16-2-2025

Correspondencia de Prensa, 19-2-2025

En el S&P Merval se destruyó un 16 % de la valorización accionaria empresarial en poco más de un mes. El acuerdo con el FMI se demora y agrega nerviosismo en los “mercados”. Terminar con el “cepo” es un sueño eterno. El atraso cambiario no existe, pero que lo hay lo hay. Peso sobrevaluado o devaluación: dos salidas trágicas para las mayorías trabajadoras. La salida a la decadencia del país solo puede venir de la clase trabajadora.

En las últimas semanas, los “mercados”, ese eufemismo utilizado para no hablar con nombre y apellido de la élite económica, parecen estar en trance, desconcertados, con la fe devaluada en el experimento libertariano. El desatino de Javier Milei con la promoción de la cripto Libra dejan a expuesto a un presidente que está dispuesto o a favorecer estafas tipo Ponzi o actúa como un total improvisado. En cualquier caso, no es una buena señal para llevar tranquilidad a un mundo financiero que se pregunta sobre el destino del proyecto libertariano.

Este martes 11 de febrero el Índice S&P Merval, que refleja la cotización de las acciones de las principales empresas de la bolsa porteña, tocó su valor mínimo de los últimos dos meses. También el Riesgo País se ubicó por encima de los 700 puntos básicos y los bonos argentinos continuaron a la baja. Si bien desde el miércoles se registró una recuperación, el Índice S&P Merval cerró este viernes 14 de febrero un 16 % por debajo de su nivel más alto, alcanzado el 9 de enero último. Esto implica una importante desvalorización bursátil de las principales empresas del país que operan en bolsa.

No hace un siglo, sino apenas algo más de un mes atrás, ese jueves 9 de enero, la city porteña vivía un clima de euforia por el “rally” (una suba fuerte y constante) impresionante de las acciones de las empresas y los bonos de deuda del Estado Argentino que venía desde 2024, año donde la valorización bursátil argentina fue líder en el mundo con una suba de más del 100 %, medida en dólares: un paraíso para la especulación.

Ese “rally” expresaba la confianza en las perspectivas de los negocios de las principales empresas cotizantes en la bolsa porteña que participan del índice financiero S&P Merval. El Índice de Riesgo País (un indicador de lo que tiene que pagar el país de sobretasa en relación a los Estados Unidos para endeudarse) tocó un mínimo de 560 puntos básicos ese 9 de enero: expresaba la confianza en que el gobierno de Javier Milei pueda hacer frente a los pagos de deuda pública, cuyo cronograma de vencimientos es muy exigente este año y en los años venideros.

De hecho, ese 9 de enero, gracias al terrible ajuste en el sector público que puso en la calle a trabajadores y trabajadoras de la salud, de los espacios de la memoria y de otros organismos públicos, pero también gracias a la destrucción de los salarios públicos, el ministro de Economía, Luis Caputo, pudo hacer “clic” y transferir a las cuentas de los especuladores financieros U$S 4.360 millones por pago de capital e intereses de los bonos Globales (títulos emitidos bajo ley extranjera) y Bonares (bajo ley argentina). Esos títulos son la pesada herencia de la “exitosa” reestructuración de deuda que realizó el exministro Martín Guzmán en 2020.

Ese 9 de enero, en un solo día, los especuladores se embolsaron prácticamente lo mismo que el gobierno tiene planificado destinar a la salud durante todo 2025. Otras comparaciones son útiles: según el Ministerio de Desregulación, que conduce Federico Sturzenegger, las 37.595 bajas del empleo público nacional ocurridas en el primer año de Milei produjeron un ahorro de U$S4.412 millones. De nuevo, casi lo mismo que se embolsaron los especuladores financieros en un solo día.

Luego del pago del 9 de enero, la hipótesis del equipo económico era que esos dólares volverían a volcarse en el mercado local en la compra de acciones y bonos para seguir con el “rally” alcista. Puede fallar, diría Tusam. Los “mercados” respondieron con el bolsillo y rompieron el corazón de los funcionarios que se alojan en el quinto piso del Palacio de Hacienda.

Si hasta hace un mes la euforia de los “mercados” expresaba la confianza en el futuro del gobierno, la incertidumbre actual ¿expresa, por el contrario, las dudas sobre el rumbo de Milei y Caputo? Es muy probable.

Todo lo gaseoso se desvanece en lo sólido

¿Qué explica las caídas de las últimas semanas? Algunos analistas dicen que se trata de una corrección lógica del fantástico “rally” financiero que experimentó el país. El ministro de Economía, Luis Caputo, dando por inválida la hipótesis del equipo económico previa al pago de deuda del 9 de enero, ofreció una explicación similar: dijo que se generó mucha expectativa antes de ese pago, lo cual empujó la suba de la bolsa porteña y ahora existía una lógica corrección a la baja por una toma de ganancias normal. Lo cierto es que hubo un desprendimiento importante de activos argentinos.

También hay explicaciones que van más allá de los movimientos especulativos tradicionales del mundo financiero. Aunque el Gobierno de Javier Milei está eufórico con el triunfo de Donald Trump, como si el alineamiento con el nuevo presidente significará automáticamente un beneficio para nuestro país, la bolsa porteña sintió el impacto de sus primeras medidas, como la aplicación de aranceles, que producen movimientos sísmicos en la economía mundial y en las bolsas de todo el planeta.

Sobre los efectos benéficos de Donald Trump sobre la economía argentina existen visiones optimistas más allá del plantel gubernamental. Medios periodísticos internacionales, como la agencia financiera Bloomberg o el diario El Economista del Estado Español, ven a Milei como un beneficiario del triunfo de Trump. Señalan varios factores que podrían beneficiar al país.

El primer factor es a través del precio de los activos, en particular de los bonos públicos; el otro factor que señalan es una mejora en la confianza global, lo cual podría implicar inversiones directas que lleguen hacia nuestro país. Y, por último, señalan al canal comercial como un tercer factor que beneficiaría a la Argentina, quedando Argentina por fuera de los incrementos de aranceles que impulsa Trump sobre las importaciones de México, Canadá y China y potencialmente de otros países que, por ahora, fueron postergadas mientras se desarrolla una negociación. Por el momento, el clima de los “mercados” desmiente los dos primeros factores: incluso en 2024, a pesar del “rally” financiero y del RIGI, la inversión extranjera directa tuvo su peor registro en lo que va del siglo. Y el tercer factor lo desmintió el propio presidente yanqui al anunciar aranceles recíprocos a las exportaciones provenientes desde Argentina.

Todo indica que existe un optimismo exagerado. Se consideran las perspectivas de Argentina por fuera del desorden que puede producir Trump en el ya existente desorden mundial: el aumento de los aranceles puede llevar a un rebrote inflacionario mundial, con la Reserva Federal de los Estados Unidos intentando contener la suba de precios mediante un aumento de la tasa de interés y, de este modo, fortalecer dólar estadounidense. Esto no es neutral para nuestro país en términos de que implica mayores dificultades para volver a los mercados de deuda. Pero también con un dólar fuerte a nivel mundial, el artificio de fortalecer el peso argentino con el “crawling peg” y el cepo, pero sin fundamentos sólidos, como ocurriría con un aumento de la productividad, muestran a la conducción económica como un corso a contramano, mucho más con la devaluación de las monedas de economías emergentes, en particular la de Brasil. El efecto combinado de este combo es una pérdida de competitividad que afecta en particular al sector industrial.

También analistas internacionales señalan el impacto que puede tener la implementación de los aranceles en términos de conducir a menor crecimiento económico o incluso a una recesión mundial. Existe demasiada incertidumbre como para creer que la relación personal entre Trump y Milei será beneficiosa en sí misma para la economía argentina que arrastra un estancamiento que lleva más de una década.

Pero a las incertidumbres importadas se agregan las propias de estas pampas. En primer lugar, qué pasará con el acuerdo con el FMI, que no se termina de cerrar. Vinculado a esto, tampoco se sabe qué pasará con el cepo, que se prolonga eternamente y cuya existencia es central para explicar las escasas inversiones de nuevas empresas que arriben al país. Y, en este entramado de incertidumbre, la pregunta central es qué pasará con el dólar.

El oficialismo tiene optimismo en la posibilidad de que Trump, al igual que hizo con Mauricio Macri, allane el camino hacia un nuevo acuerdo con el FMI. Con ese objetivo, Milei estará viajando a Washington en los próximos días. El gobierno busca conseguir dólares frescos para fortalecer las reservas del Banco Central, que están en terreno negativo: las reservas netas son de alrededor de U$S 5.000 millones negativas. Un acuerdo con el FMI puede dar un poco de aire a las arcas del Banco Central, pero no está despojado de contradicciones como, por ejemplo, las exigencias que pueda realizar el organismo internacional en términos de liberalización cambiaria (es decir, terminar con el cepo), lo cual supondría un salto en la cotización del dólar y el impacto negativo que esto tiene en términos de inflación y de actividad económica.

De hecho, en la comunicación que realizó la vocera del FMI, Julie Kozack, el jueves 6/2 destaca la necesidad de modificaciones en el frente cambiario: es decir, el Fondo quiere discutir una modificación en el régimen cambiario, en particular, poner fin al cepo. No solo eso. No hay que ser “Funes el memorioso” para recordar las consecuencias devastadoras que traen los acuerdos con el FMI sobre las condiciones sociales de nuestro país: con Macri la pobreza pasó del 25 % al 35 % de la población en un año. Incluso, la tesis esbozada por Martín Guzmán cuando cerró la última negociación en 2022 sobre que era un acuerdo que permitía el crecimiento económico, se demostró totalmente falsa: el acuerdo concluyó en diciembre último registrando dos años consecutivos (2023-2024) de caída económica. La pobreza trepó a cerca del 40 % al final del gobierno de Alberto Fernández.

Por último, y tal vez sea lo más importante, tampoco existen certezas sobre qué ocurrirá con el dólar. Hay todo un debate sobre si existe atraso cambiario o no. El gobierno lo niega rotundamente, pero son cada vez más las voces que señala el atraso cambiario como un problema central de la economía.

Es este mar de incertidumbres el que pone nervioso a los “mercados”.

El atraso cambiario no existe, pero que lo hay lo hay

El atraso cambiario que el gobierno niega, lo confirman los datos sobre el Tipo de Cambio Real Multilateral que difunde el Banco Central. Según la explicación de la entidad monetaria: “Este índice mide el precio relativo de los bienes y servicios de la economía argentina con respecto al de los de los principales 12 socios comerciales del país, en función del flujo de comercio de manufacturas”. Y luego agrega: “Se considera la evolución de los precios de las canastas de consumo representativas de los socios comerciales expresados en moneda local en relación con el valor de la canasta de consumo local, constituyéndose como una de las medidas amplias de competitividad (de tipo precio)” (negritas nuestras).

Dado que es una de las “medidas amplias de competitividad”, cuando el Tipo de Cambio Real Multilateral retrocede esto implica que el país pierde competitividad: es decir, encuentra mayores dificultades para exportar sus bienes y servicios hacia el resto del mundo. Luego de la mega devaluación que realizó Luis Caputo en diciembre de 2023, el índice viene retrocediendo sin pausa. Incluso desde noviembre de 2024 se ubica por debajo del nivel que lo dejó Sergio Massa. Es decir, que el gobierno se consumió todo lo que logró en favor del capital exportador con la devaluación de diciembre de 2023. Con Brasil, el principal socio comercial durante 2024, el Tipo de Cambio Real presenta una evolución desfavorable para Argentina que se agudizó desde mediados de 2024.

El Índice del Tipo de Cambio Real Multilateral se ubicó en enero de este año en 79,7, lo que está en línea con el nivel en que se encontraba en todos los episodios devaluatorios registrados desde 2014. Incluso, se acerca al promedio de 70 que registró durante el año 2001, previo a la devaluación de Eduardo Duhalde. Domingo Cavallo, que pasó de ser el mejor ministro de la historia a un impresentable en la consideración de Milei, gestionó la economía antes de la debacle de diciembre de 2001: conoce bien las consecuencias del atraso cambiario, el juguete rabioso del Régimen Convertibilidad. Obviamente, la historia no se repite, las condiciones macroeconómicas son diferentes en cada ocasión, pero encuentran un patrón común en la escasez de dólares para sostener el crecimiento económico y en el saqueo del país con la deuda pública.

El atraso cambiario no comprende una discusión filosófica. Tiene efectos en la disponibilidad de dólares del Banco Central. No se trata solo del fenómeno de turismo argentino en el extranjero y de la comparación de lo que cuesta algunos bienes en Argentina versus otros países. El problema es estructural. El balance cambiario de la entidad monetaria, según su propia definición, “comprende las operaciones realizadas por entidades con clientes a través del Mercado de Cambios y las efectuadas de forma directa con reservas internacionales del Banco Central registradas en su evolución patrimonial”. Traducido al llano: sintetiza todas las operaciones con dólares que pasan por el Banco Central. El balance cambiario se había recompuesto con la devaluación de diciembre de 2023, pero se tornó negativo desde el mes de julio de 2024.

Un rasgo sobresaliente es que el superávit comercial de bienes (la relación entre lo que el país exporta y lo que importa) se redujo drásticamente desde julio de 2024. Es uno de los factores que explican las dificultades del Banco Central para acumular reservas. El otro sobresaliente es que los pagos de intereses de deuda durante 2024 implicaron una salida de casi U$S13 mil millones. Otro dato a destacar, como ya se mencionó, es la escasísima Inversión Extranjera Directa, que en 2024 registró el menor valor del Siglo XXI: quizás, por este motivo, Milei se apresuró a difundir la cripto Libra como una señal de “inversión” en el país.

El FMI debe mirar atentamente estos datos porque su objetivo central es garantizar los beneficios del capital financiero internacional: de ahí que observe como necesaria una devaluación que permita recomponer las reservas del Banco Central para garantizar los futuros pagos de deuda. Es la forma dar vía libre al saqueo del país con el mecanismo de la deuda fraudulenta que se recicla y se expande en forma ampliada desde la dictadura cívico militar de 1976.

Destrucción salarial

El salario real (es decir su poder de compra en relación a la inflación) en el sector privado registrado en diciembre de 2024 se ubicó un 1 % arriba de su nivel de noviembre de 2023 (antes de asumir Milei), en el sector público se ubicó 15 % abajo y en el sector privado no registrado, es decir informal, un 17 % arriba (en este último dato existen particularidades metodológicas en tanto se utilizan datos rezagados). El dato puntual del mes de diciembre podría dar una imagen distorsionada de la realidad salarial. Cuando se observan el salario real promedio de 2024, en el sector privado registrado el retroceso es del 6 %, en el sector público del 20 % y en el privado no registrado del 30 %.

Visto desde otro ángulo, según el Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE), a pesar de la recuperación parcial de los últimos meses de 2024, a cada trabajador y trabajadora del sector privado registrado le robaron más de un 1 millón de pesos durante el año pasado y a cada empleada o empleada pública más de 3,3 millones de pesos. De conjunto, existió un robo directo de 19,2 billones de pesos que perdieron los asalariados y embolsó mayormente la élite económica.

Estos datos incluso podrían ser peores si el INDEC actualizara la metodología de medición de la inflación que está basada en una canasta de consumo de 2004/2005 y que, actualmente, subvalúa el efecto de los tarifazos en los servicios públicos. No es que no haya existido una desaceleración, una baja en el ritmo de suba de los precios, sino que la inflación medida oficialmente es menor que la que existe en la realidad de la vida cotidiana. La responsabilidad por la falta de actualización es del gobierno, en particular del massista Marcos Lavagna que sigue al frente del INDEC.

Es engañoso en muchos sentidos cuando Milei afirma que los salarios aumentaron de U$S 300 a U$S 1.100 porque para la vida cotidiana importa la capacidad de compra de bienes y servicios que, a pesar de la desaceleración inflacionaria de los últimos meses, sufrió un golpe enorme. No obstante, el salario el salario medido en dólares es cierto que aumentó debido al atraso cambiario.

Esto es importante para los empresarios, en particular para las grandes industrias que exportan y compiten en mercado externos, pero también para los segmentos medios y pequeños que compiten con los bienes importados. E incluso para un empresario que tiene que tomar la decisión de realizar una inversión en el país ¿le resultan más atractivos salarios de U$S 300 de hace una año y pico o los U$S 1.100 actuales? Estos números mira la reaccionaria Unión Industrial Argentina cuando va a visitar a Caputo para reclamar más contrarreformas laborales que quiten derechos a la clase trabajadora y un RIGI industrial para pagar menos impuestos y, por qué no, una devaluación. El agroexportador también siempre tiene en la devaluación una varita mágica que recomponga sus ingresos.

Dos salidas trágicas

El debate sobre atraso cambiario sí o atraso cambiario no, en los términos que aparece en el debate público, conduce a dos alternativas: a seguir por el camino actual o caminar hacia el precipicio de una devaluación del peso argentino. Son dos caminos trágicos para las condiciones de vida de la clase trabajadora.

El camino actual con el peso fortalecido artificialmente en base a una fiesta financiera para unos pocos conduce a una crisis industrial (la industria, aunque moderó el derrumbe hacia fin de año, cayó muy fuerte durante 2024, casi 10 %) y una catástrofe social ampliada. Pero la devaluación para “solucionar” el atraso cambiario implicaría un salto inflacionario y un nuevo golpe al poder de compra de los salarios y de los ingresos populares que ya están por el piso. A la élite empresaria le resulta útil el ajuste de Milei y su intento de reconfiguración del país a imagen y semejanza de los deseos del capital financiero internacional. Por el momento, no hay planes alternativos, pero sí contradicciones del esquema económico que crujen cada día un poco más y presionan por un reseteo dentro de los marcos del mileismo realmente existente.

El atraso cambiario infinito o la devaluación implican dos alternativas trágicas para la clase trabajadora, que debe debatir su propio programa: la recomposición salarial y de los haberes jubilatorios, la ruptura con el FMI y con sus recetas que benefician a los sospechosos de siempre, el desconocimiento soberano de la deuda fraudulenta que vacía de dólares el país, el monopolio estatal del comercio exterior para que sea gestionado en función de las necesidades sociales y no en función de sostener el negocio de los especuladores financieros con un dólar planchado o de un puñado de empresas exportadoras, del agro o de la industria, mediante una devaluación.

En la negociación con el FMI, entre los nubarrones de la city porteña, en los despachos del Ministerio de Economía, los dueños del país debaten cómo hundir a las mayorías un poco más en la pobreza. La clase trabajadora tiene la tarea de superar ese destino trágico y debatir su propia salida para superar la decadencia argentina.

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