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Argentina – Destino de los dólares del FMI

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Fuga de divisas, una tradición argentina

 

Argentina se endeudó con el Fmi para paliar su iliquidez en dólares, pero se mantiene el mismo sistema financiero desregulado, responsable de la sangría de divisas. Con el macrismo y el acuerdo con el Fondo, la fuga de capitales, un deporte nacional de larga data, parece encontrar su punto de éxtasis.

 

Fabián Kovacic, desde Buenos Aires

 

Brecha, 15-6-2018

https://brecha.com.uy/

De a poco, el gobierno argentino va mostrando las cartas de su acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (Fmi) para recibir un préstamo de 50.000 millones de dólares, y el alcance de sus consecuencias empieza a vislumbrarse. De confirmarse las versiones oficiales, dicho acuerdo sería firmado el próximo 20 de junio, en el Día de la Bandera, símbolo de la soberanía nacional. Toda una ironía.

El jueves 7, antes de partir al encuentro del G7 en Canadá, el presidente Mauricio Macri anunció que el primer tramo de 15.000 millones estará disponible a mediados de julio próximo. El anuncio de la línea de crédito generó euforia entre los operadores de la Bolsa de Comercio, volvió a elevar el valor del dólar. Los motivos del festejo en la Bolsa hay que buscarlos en los trascendidos de la letra chica del acuerdo pactado por el gobierno con el Fmi.

La dieta FMI

Se trata de un acuerdo stand by (“en espera”, un crédito desembolsado en varias etapas, sujeto al previo cumplimiento de ciertas condiciones) de tres años de duración. Para recibirlo entero, Argentina deberá reducir su déficit fiscal del actual 3,2 por ciento del Pbi al 2,7 por ciento para fines de 2018; al 1,3 por ciento en 2019 y que en el 2020 baje a cero, una meta casi imposible, ya que el crecimiento de la inflación, que se debe al aumento del dólar, impacta directamente en la canasta básica de alimentos y repercute en toda la economía a mediano plazo. Otra condición del Fondo es recortar las jubilaciones y pensiones (aunque aún no se ha divulgado con cuánto ni en qué plazos), la obra pública (en un 81 por ciento a lo largo de los tres años) y los aportes del Tesoro nacional a las provincias (en un 74 por ciento). Los números resultan tan crudamente elocuentes que José Luis Broda, economista titular de la consultora Broda y Asociados, y cercano al macrismo y al menemismo en los años noventa, reclamó la necesidad de abrir “comedores y merenderos en todo el país durante las 24 horas del día, todos los días de la semana” para sobrellevar las consecuencias de “este acuerdo necesario”.

El acuerdo incluye, además, una reforma de la carta orgánica del Banco Central (Bcra) que le otorgará más autonomía y eliminará todas las transferencias del Bcra al Tesoro nacional, lo que implica que desaparecerán bonos como las letras del Banco Central (Lebacs), títulos de corto plazo (de 30 días) con una alta tasa de interés.

Para otros economistas, como Mercedes Marcó del Pont, titular de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (Fide), el endeudamiento con el Fmi “era previsible porque resulta inherente al modelo económico” del gobierno actual (véase “Los dólares del Fmi ya están destinados a fugarse”, Brecha, 11-V-18).

Mecanismos de fuga

A los dólares que salen del sistema económico argentino el Bcra los llama “formación de activos en el exterior”. Es el nombre técnico con que suele disfrazarse un fenómeno creciente en la economía, mejor conocido como fuga de divisas o de capitales, y cuyo nacimiento data de 1977, cuando se creó el decreto-ley para las entidades financieras, firmado por el dictador Jorge Videla y pergeñado por su ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz. La salida de dineros del circuito económico hacia destinos externos es una característica inherente al modelo económico del gobierno de Mauricio Macri y su alianza Cambiemos, desde que asumió la presidencia. Sobre ello coinciden todos los economistas consultados por Brecha para esta nota.

“El producto bruto interno de un país es la riqueza producida por los trabajadores, empresarios, comerciantes, empleados del Estado; los públicos y los privados. Esos ingresos producidos se dividen en consumo y ahorro, según la tabla de las cuentas nacionales. Parte del ahorro se convierte en inversión para permitir la reproducción del sistema económico del país. Cuando ese dinero termina convertido en moneda extranjera y es depositada en cuentas bancarias extranjeras o en inversiones financieras, estamos ante un proceso de fuga de divisas o capitales”, explicó a Brecha el economista Claudio Lozano, ex diputado nacional y titular del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (Ipypp).

“La transferencia de dineros al exterior es legal en el país y se considera ahorro en moneda extranjera”, señaló a Brecha la ex titular del Bcra Marcó del Pont. “Se trata de un ahorro sin uso específico que sale del sistema económico”, agregó. La crisis del dólar en mayo pasado llevó al gobierno a pedir ayuda al Fmi, porque la salida de divisas del país ya alcanza casi 42.000 millones dólares desde la llegada de Macri al poder en diciembre de 2015, es decir, en menos de tres años. La cifra se acerca a los 50.000 millones de dólares, el monto total del crédito acordado con el Fmi y, según datos oficiales y de consultoras cercanas al gobierno, es probable que Argentina alcance esa cifra a comienzos de 2019.

“El gobierno plantea que es necesario desregular completamente la economía para lograr la llegada de inversiones que presume productivas, pero eso no ocurre y es necesario recurrir al crédito externo, porque los capitales extranjeros que llegan lo hacen atraídos no por las oportunidades de inversión productiva, sino por las altas tasas de interés que ofrece el país. Se llevan el dinero que obtienen como ganancias por la especulación financiera y es así que el crédito que llega desde el Fmi vuelve a entrar en ese circuito especulativo y luego vuelve a salir del país. Eso no se sostiene en el tiempo”, señaló Marcó del Pont.

Un negocio redondo

Una vía habitual por la que se fugan capitales de Argentina es la compra de las Lebacs, un tipo de bono creado por el Bcra en 2002, cuando el país era presidido por el peronista Eduardo Duhalde, luego de la caída del gobierno de Fernando de la Rúa en 2001. Las Lebacs presentan una oportunidad de inversión financiera sabrosa. El riesgo es bajo (el Banco Central garantiza el pago). El rendimiento es rápido (vencimiento de 30 días) y alto; mientras que en su creación la tasa de interés rondaba el 15 por ciento anual, bajo el gobierno de Mauricio Macri el interés aumentó del 26 por ciento anual al 40 por ciento en menos de medio año, un récord (síntoma de la falta de liquidez del Banco Central).

Las Lebacs son el instrumento con que los grupos de especuladores locales, los capitales golondrina (capitales financieros que entran y salen de un país con rapidez: ingresan dinero para hacer inversiones a corto plazo y en cuanto consiguen la ganancia se van) y los fondos buitre reactivaron brutalmente la llamada “bicicleta financiera”. Estos capitales especulativos ingresan sus dólares al país, los cambian a pesos, compran Lebacs, las colocan a 30 días, con lo que obtienen un interés del 3,3 por ciento (el equivalente mensual del 40 por ciento anual), venden los bonos y, con la diferencia, vuelven a comprar dólares que, gracias a la ausencia de restricciones y regulaciones, pueden sacar libremente del país hacia cualquier destino, incluidos los paraísos fiscales.

Tal es el impacto de este negocio sobre la fuga de capitales que el propio Fmi le puso como condición a Argentina eliminar las Lebacs.

Pero Marcó del Pont señaló que la operatoria de fuga de divisas no se hace sólo con las Lebacs. “Todos los bonos emitidos por el Ministerio de Economía pueden ser formas de fugar capitales. También las regalías y las patentes son formas de fugar divisas. Las mineras y las grandes corporaciones agropecuarias tampoco tienen restricciones para sacar sus ganancias del sistema económico argentino, porque desde febrero de 2016, cuando Macri firmó los decretos que eliminaban las retenciones, pueden disponer de sus dineros como quieran”, agregó.

Ahorro en dólares

Para la economista, la fuga de divisas es un fenómeno estructural y cultural en Argentina. “No es una cosa que se vea en otros países de la región. Es que el argentino incorporó el dólar como forma de ahorro y cree que debe atesorarlo fuera del país, ponerlo a resguardo de los vaivenes de la situación económica local. Eso no se ve en Uruguay, ni en Brasil, tampoco en Chile o en Colombia. Es un fenómeno argentino que nació en los años setenta”, señala Marcó del Pont.

En el mismo sentido apunta el jefe del área económica de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Eduardo Basualdo, quien junto a un equipo de economistas publicó el libro Endeudar y fugar. Un análisis de la historia económica argentina de Martínez de Hoz a Macri (Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2017). El libro explica la génesis del fenómeno argentino y lo ubica a mediados de los años setenta, con la llegada de la dictadura militar instalada en 1976. Sin embargo, para entenderlo a fondo, Basualdo considera que el fin de la edad de oro del capitalismo de posguerra en esos años setenta fue el fin de un paradigma económico y el comienzo de otro. Al proceso de industrialización iniciado tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los capitales trasnacionales desplegaron un modelo de industrialización por sustitución de importaciones, le siguió otro basado en la valorización financiera, la preeminencia de la economía apoyada en las finanzas y la especulación, que se convirtió en el eje ordenador de las relaciones económicas. “En ese contexto, y junto con el auge de los flujos financieros a nivel mundial, tuvo lugar también un drástico viraje tanto en las características de los deudores y los acreedores externos como en la dimensión y el papel que cumplía el endeudamiento externo en la economía argentina”, sostiene Basualdo. “La deuda externa dejó de estar en función de la expansión de las actividades productivas, a pesar de que se trataba sobre todo de capitales industriales, y pasó a vincularse a la apropiación de una ingente renta financiera; la deuda dejó de ser un modo de financiamiento de la inversión o la formación de capital de trabajo y se convirtió en una vía para obtener renta financiera”, agrega.

Historia de una fuga

El antecedente que permitió el cambio de paradigma en el modelo de acumulación, para pasar de la industrialización a la valorización financiera, lo constituyó en Argentina el Rodrigazo. Así se conoció al paquete de medidas económicas implementadas por Celestino Rodrigo, ministro de Economía del gobierno de María Estela Martínez de Perón en junio de 1975, por el que se devaluó la moneda un 160 por ciento con la correspondiente caída del salario, que pasó en pocos meses de representar el 42 por ciento del Pbi a menos del 30 por ciento, ya en los primeros días del gobierno militar instalado en marzo de 1976. “En ese junio de 1975 se publicó por primera vez en un diario de Buenos Aires la venta de un apartamento cotizado en dólares y no en pesos argentinos. Fue toda una novedad y el primer antecedente de cómo los argentinos vieron un refugio a sus ahorros en el dólar”, apunta Marcó del Pont.

El programa económico del ministro Martínez de Hoz incluyó la ley de entidades financieras promulgada en 1977 y la reforma del sistema financiero, que abrió indiscriminadamente la economía y la toma de deuda externa por parte de empresas e instituciones privadas. Estos cambios legislativos provocaron la proliferación de instituciones financieras, cuevas o mesas de dinero –como se las llamó en los círculos ligados a la Bolsa de Comercio en esos días–. Entre 1977 y 1981, “de cada 100 dólares ingresados (al país, a través de un crédito del Fmi) como deuda, 90 se fugaban al exterior por medio de esos mecanismos económicos conocidos como bicicleta financiera: nula regulación de salida de capitales al exterior por parte de personas físicas o sociedades”, señala Basualdo en su libro. La crisis de la deuda en América Latina ocurrida en 1982 detuvo momentáneamente el ciclo de endeudamiento y fuga para convertir la fiesta privada en crisis pública: el Estado se hizo cargo de las deudas privadas gracias a la intervención del entonces titular del Banco Central, Domingo Cavallo, que las estatizó.

Con la vuelta de la democracia en 1983, el gobierno del radical Raúl Alfonsín debió lidiar con los sectores económicos concentrados (campo, industria, finanzas), hasta que en 1988 recurrió al plan Primavera, con el que pretendía controlar la inflación. Pero sólo logró una nueva emisión de bonos que permitieron fugar dólares al exterior y generar una estampida inflacionaria que en 1989 hizo adelantar la entrega del mando presidencial a Carlos Menem. Durante el período menemista iniciado en 1989 se implementó la convertibilidad, que implicó la paridad cambiaria entre el peso y el dólar, lo cual otorgó rigidez a la economía, pero en un primer momento consiguió acomodarla frente a la hiperinflación heredada. Tal como señaló a Brecha el economista Matías Kulfas, entre 1991 y 1993 se produjo un importante ingreso de capitales externos para la compra de empresas estatales. “Paradójicamente, por cada dólar que ingresaba al país se fugaba otro a cuentas fuera del sistema económico argentino”, recordó. Y es que la convertibilidad obligaba al Banco Central a mantener las reservas que garantizasen una base de respaldo a los dólares adquiridos, y por eso debió endeudarse para garantizar liquidez, ya que tenía un déficit recurrente en las cuentas fiscales. Kulfas pone como ejemplo de la fuga de divisas en los años noventa las acciones de 11 grupos económicos argentinos que, tras recaudar 6.750 millones de dólares por la venta de empresas y paquetes accionarios, sólo reinvirtieron en el mercado productivo 1.020 millones de dólares y el resto fue a parar a activos externos.

La convertibilidad sirvió para la reelección de Menem, pero en 1998, tras la crisis económica en Asia, que repercutió con más fuerza en Brasil y se instaló en la región sudamericana, ese modelo empezó a mostrar signos de agotamiento y comenzó a hacer agua en 1999, para hundirse definitivamente en 2001 a raíz de la salida masiva de capitales del país incendiado. Entre 2000 y 2001 se produjo una salida de 6.200 millones de dólares cada año y el gobierno de la Alianza, encabezado por Fernando de la Rúa, se vio obligado a tomar deuda para blindar la economía. Uno de los principales implicados en esta fuga de divisas fue el Banco General de Negocios, propiedad de los hermanos José y Carlos Rohm, que terminaron procesados y en prisión por haber sido los principales arquitectos de la salida de dineros hacia Uruguay. El mecanismo que se implementó tiene semejanzas con la situación actual, porque en ambos casos los gobiernos, el de Fernando de la Rúa y el de Macri, recurrieron al blindaje con créditos externos que en definitiva terminan fugándose mediante bonos al exterior.

La fiesta continúa

“En cualquier caso, se trata de falta de regulaciones en el sistema financiero y económico del país”, aseguró Marcó del Pont. “La cultura del dólar está instalada entre los argentinos, de manera que para desactivarla es necesario un programa económico que tenga un marco alternativo incluyendo aspectos jurídicos y que contemple otras formas de ahorro creíbles para recuperar la confianza en el sistema económico del país. Cuando era titular del Banco Central participé de un encuentro internacional y el único país similar a Argentina resultó India, cuya población está aferrada al patrón oro. El resto de los países no padece semejante situación de desconfianza al punto de fugar dineros como forma de ahorro”, señaló Marcó del Pont.

Tanto para Lozano como para Marcó del Pont la llegada del crédito del Fmi no frenará la salida de capitales. “El Fmi podría pedir que se regule el sistema financiero del país, tal como lo señala el artículo 6 de su estatuto. Sin embargo, no está entre las condiciones planteadas para liberar el primer tramo del préstamo”, apuntó la titular de Fide.

Los señores “Panama Papers”

Los Panama Papers desnudaron en 2016 los negocios de los principales funcionarios públicos del gobierno argentino, desde el presidente Mauricio Macri a ministros del gabinete nacional, secretarios e intendentes municipales de algunos distritos del Gran Buenos Aires. Así los empresarios devenidos funcionarios públicos debieron reconocer cuentas bancarias en paraísos off shore.

“No voy a traer mi dinero al país hasta que no generemos confianza”, se defendió el ministro de Energía, Juan José Aranguren, directivo de la petrolera Shell hasta el 10 de diciembre de 2015, cuando asumió como ministro. Durante una exposición en Diputados, el ministro de Finanzas, Luis Caputo, pidió a una legisladora que no lo expusiera ante la prensa por sus cuentas en el exterior, porque sus hijos eran adolescentes y podrían sufrir el escarnio público. Todos tienen algo en común: habilidad para las finanzas que implica retirar dineros del circuito nacional y trasladarlos a otros destinos, lejos del país.

Según Basualdo, la fuga de capitales en los casi tres años de macrismo tiene puntos de contacto con los años de la dictadura y la valorización financiera. “Las políticas puestas en marcha indican la intención de restaurar la preeminencia del capital respecto del trabajo, con una valorización financiera sustentada en el endeudamiento externo y las producciones primarias exportables”, señala en su libro.

“Lo cierto es que un modelo económico como el que plantea el gobierno, que cree que abriendo la economía de par en par, sin regulaciones, va a atraer capitales para inversión productiva y no de especulación financiera, necesita el ingreso permanente de flujos de capital para permitir sostener la balanza comercial. Una economía estancada desde hace casi cinco años como la argentina no funciona de otra manera y así va a volver a darse la bicicleta financiera que termina con dineros tomados como deuda por el Estado y sacados del sistema por los privados”, remató Marcó del Pont.

Las variables macroeconómicas no preanuncian, por ahora, una crisis similar a la de 2001 para el sistema económico. “En primer lugar porque no hay una estrategia rígida como la de la convertibilidad de 2001 que ataba el dólar al peso. Hoy la flotación cambiaria permite márgenes de maniobra a los bancos como para navegar la situación”, aseguró Claudio Lozano. Marcó del Pont advirtió sin embargo sobre “crisis cambiarias recurrentes si no se equilibra y regula la cuenta capital del sistema económico”. La fuga parece, para este modelo, una forma de vida que con el acuerdo firmado con el Fmi a tres años será heredado por el próximo gobierno. Macri apunta a ser reelecto. La oposición tiene la palabra.

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