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La guerra que nadie quiere, pero para la que todos se preparan

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La convicción de que Rusia nunca empleará armas nucleares ha generado entre los líderes de la OTAN una falsa sensación de seguridad. Sin embargo, esta ilusión podría provocar una escalada con medios convencionales, comenzando por Ucrania y extendiéndose más allá de sus fronteras, advierte el politólogo ruso Iván Timoféyev.

Por Iván Timoféyev

El reciente impulso del presidente estadounidense Donald Trump por la paz en Ucrania destaca una realidad preocupante: las opciones para resolver el conflicto se están reduciendo. Kiev sigue dependiendo del apoyo militar de la OTAN, mientras que los Estados miembros aumentan el gasto en defensa y fortalecen sus industrias armamentísticas.

El conflicto en Ucrania aún podría desencadenar un enfrentamiento más amplio entre Rusia y la OTAN. Por ahora, las probabilidades son bajas, en gran parte gracias a la disuasión nuclear. Pero ¿qué tan fuerte es esa disuasión hoy?

Es difícil evaluar el papel de las armas nucleares en la guerra moderna. Su único uso en combate —los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en 1945— ocurrió bajo condiciones políticas y tecnológicas muy diferentes. Sin embargo, la mayoría de los expertos en relaciones internacionales coinciden en que las armas nucleares sirven como poderosos elementos disuasorios. Incluso un pequeño arsenal nuclear se considera un escudo contra una invasión: el costo de la agresión se vuelve impensable.

Bombas nucleares B61 de EE.UU.United States Department of Defense (SSGT Phil Schmitten) / Legion-Media

 

Según esta lógica, Rusia, como superpotencia nuclear, debería ser casi inmune a las amenazas militares externas. El uso de armas nucleares se ha convertido en un tabú político y moral, aunque los planificadores militares aún evalúan escenarios en silencio.

La creencia predominante estima que las armas nucleares son inutilizables y que ningún actor racional desafiaría a un Estado con armas nucleares. Pero ¿esta creencia está basada en la realidad? Para Rusia, esta pregunta se vuelve cada vez más urgente a medida que crece el riesgo de un enfrentamiento directo con la OTAN —o con miembros individuales de la alianza—, especialmente en el contexto de Ucrania.

Lanzadera del sistema RS-24 YarsMaxim Blinov / Sputnik

 

Hay muchos puntos de tensión política. Tanto Rusia como la OTAN han dejado claras sus quejas. Que estas tensiones estallen en un conflicto dependerá no solo de la intención, sino también de la capacidad industrial militar y la preparación de las fuerzas. Y estos factores están cambiando rápidamente.

Rusia ha expandido su producción de defensa desde 2022. Los países de la OTAN también se están rearmando, y su base industrial colectiva podría pronto superar a la fuerza convencional de Rusia. Con este cambio, podría surgir una postura más asertiva: presión militar respaldada por poder material.

Varios caminos podrían llevar a una guerra entre la OTAN y Rusia. Uno de los escenarios contempla una intervención directa de la OTAN en Ucrania. Otro podría surgir de una crisis en los países bálticos o en otro lugar del flanco oriental de la OTAN. Estas crisis pueden escalar rápidamente. Los ataques con drones, los bombardeos con misiles y las incursiones transfronterizas son ahora rutinarios. Con el tiempo, no solo voluntarios, sino también fuerzas regulares de la OTAN podrían verse involucradas.

Tanques del Ejército ucranianoKateryna Klochko / AP / AP

 

¿Podría la disuasión nuclear detener esto? A primera vista, sí. En un enfrentamiento directo, Rusia probablemente comenzaría con ataques convencionales. Pero la guerra en Ucrania ha demostrado que las armas convencionales, incluso cuando son efectivas, rara vez fuerzan una capitulación.

La OTAN posee las herramientas defensivas de Ucrania, pero a mayor escala. Sus sociedades están menos preparadas para soportar bajas, pero esto podría cambiar con suficiente movilización política y mensajes mediáticos. Rusia ha acumulado una experiencia militar significativa —especialmente en operaciones defensivas—, pero la OTAN sigue siendo un adversario formidable.

Si Rusia llegara a considerar el uso de armas nucleares, existen dos escenarios principales. El primero es un ataque táctico preventivo contra concentraciones de tropas o infraestructura enemiga.

El segundo es un ataque de represalia tras una escalada de la OTAN. El primero es políticamente peligroso: presentaría a Rusia como agresora y desencadenaría un aislamiento diplomático. El segundo también viola el tabú nuclear, pero podría ser visto de manera diferente en la opinión global.

Carga de un lanzador con misiles de crucero durante un ejercicio de lanzamiento electrónico de sistemas de misiles tácticos operacionales Iskander-MVitaly Nevar / Sputnik

 

En cualquier caso, la OTAN podría responder con fuerza convencional o nuclear. Un ataque ruso podría provocar un contraataque devastador. Moscú entonces enfrentaría una decisión sombría: continuar la lucha convencionalmente y arriesgarse a la derrota, escalar con más armas nucleares o desplegar armas estratégicas, lo que llevaría a la destrucción mutua.

La creencia de que Rusia nunca recurriría a las armas nucleares —por temor a represalias— ha creado una falsa sensación de seguridad entre algunos líderes de la OTAN. Esta ilusión podría tentar a una escalada por medios convencionales, comenzando en Ucrania y extendiéndose más allá. Requeriría que la OTAN abandonara su cautela de la Guerra Fría.

Un interceptor supersónico MiG-31K con el misil KinzhalAnton Denisov / Sputnik

 

¿Quién sufriría más en tal escenario? Ucrania, que soportaría lo peor de los combates intensificados. Rusia, que podría enfrentar bombardeos de misiles y una posible invasión terrestre. Los Estados del este de la OTAN, objetivos potenciales de represalias rusas o incluso de una invasión.

Estados Unidos podría escapar de las consecuencias iniciales, a menos que se desplieguen armas nucleares estratégicas. Pero una escalada rara vez es predecible. Si los intercambios tácticos se descontrolan, incluso EE.UU. podría verse arrastrado a un conflicto nuclear.

No hay ganadores en una guerra nuclear. Solo supervivientes, si es que los hay. Apostar a que el otro lado retrocederá es un juego peligroso con la civilización en juego.

Tanto Rusia como la OTAN comprenden los costos catastróficos de una guerra. Cualquier conflicto a gran escala requeriría cambios sociales y económicos masivos y devastaría Europa a una escala no vista desde la Segunda Guerra Mundial. Pero la historia muestra que el miedo por sí solo no siempre evita el desastre. No podemos descartar un regreso a los extremos.

Las armas nucleares siguen funcionando como disuasivo. Pero el tabú contra su uso —y su capacidad para garantizar la paz— está siendo puesto a prueba una vez más. Cuanto más jueguen los líderes con suposiciones, más cerca estaremos de descubrir si las viejas reglas aún se mantienen.

* director general del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales

Fuente: https://actualidad.rt.com/actualidad/558864-guerra-nadie-quiere-todos-preparan

1 COMENTARIO

  1. No se preocupen tanto, si ni siquiera lo vamos a sentir. Lo que quiero decir, es que los cuetes no se van a escuchar desde aquí. Primero toda Rusia tiene un subterráneo, y los misiles nucleares rusos están programados para ser lanzados automáticamente hacia objetivos bien precisos en Europa. Lo dicen los expertos. Y por otro lado la OTAN no se manda sola, tendrían que ser muy tontos los europeos para provocar a los rusos, y desaparecer en un segundo. Los muertos no hablan. Mientras más acorralen a Rusia, más posibilidad existe de que hagan uso de su mayor secreto, la ira.

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