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La casa de Salvador Allende en guardia vieja

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Margarita Labarca

Instalar un museo en la casa de la familia Allende en la calle Guardia Vieja, es algo muy emotivo, profundamente conmovedor e indispensable. Sobre todo cuando se rinde homenaje a los jefes de la dictadura en cualquier lugar sin que pase nada. Desde luego, debería estar prohibido y sancionado por las leyes penales, el poner fotos, estatuas o cualquier recuerdo de esa dictadura criminal, ante la cual el mundo entero se horrorizó.

Pero volviendo a la casa que siempre hemos llamado la casa de Guardia Vieja, diré que muchos la conocimos desde que Salvador Allende y su familia vivieron allí a partir de 1953. Él la compró ese año con un crédito bancario; la dirección exacta es Guardia Vieja 392.

Al principio esa era una calle cerrada, de sólo unas pocas cuadras y por lo tanto era muy tranquila. Posteriormente, la verdad es que no sé cuándo, la prolongaron y haciendo una pequeña curvita, salió a Pedro de Valdivia y ya no fue tan tranquila.

Esta casa no es un chalet ni un bungalow elegante, es una casa de clase media, pareada, de dos pisos. En la planta baja, hay dos dormitorios, dos baños, una cocina, la sala y el comedor que da hacia el jardín de atrás y el escritorio de Salvador Allende a la derecha de la entrada. En el piso de arriba hay tres  dormitorios y un baño.

Pienso que los dormitorios de abajo no se usaban como tales, sino como  salas de reunión o guardaderos.

En el escritorio de esa casa se trabajaba más que en la oficina del Senado, porque esta era demasiado pequeña y siempre llena de gente.

La mesa escritorio no era un escritorio propiamente tal, sino una mesa que Allende le había cambiado a un ropavejero por “ropita usá”, pero a él le gustó porque era más grande que un escritorio normal.

Allí  trabajaba Salvador Allende con sus ayudantes y asesores, en condiciones bastante precarias. Siempre quiso tener una grabadora, una fotocopiadora y otros elementos propios de una oficina elegante, pero nunca lo logró por falta de fondos. Y así, de manera tal limitada, se fue fraguando la historia de Chile.

Allí vivió la familia hasta que él asumió la presidencia, en que debieron mudarse a una casa arrendada en la calle Tomás Moro, por razones protocolares y de seguridad. El día del golpe, Allende pensó que esa casa, por ser la vivienda familiar, era segura y les dijo a sus hijas que se fueran para allá con su mamá. Pero, no sabía el presidente que los milicos facciosos no respetarían nada y lo primero que bombardearon fue la casa de Tomas Moro. La señora Tencha que estaba allí, se salvó de milagro porque sus guardias alcanzaron a sacarla.

Bueno, volviendo a la casa de Guardia Vieja, esa fue siempre la casa de los Allende, que todos sus amigos conocimos y pienso que todo el pueblo debería tener derecho a conocerla, ya transformada en museo.

Muchas lágrimas de emoción, de respeto y de nostalgia se van a ver allí. Y también vendrá mucha gente del extranjero para ver esa casa tan significativa, que constituye el símbolo de una época  feliz y de un presidente amado por su pueblo.  

Parece que el gobierno cometió un error al anunciar lo del museo. Pero ese no es un motivo para atacar a nadie ni menos para sacar a una ministra que cometió una falta irrelevante, que es lo que suele hacer el presidente Boric para eludir su propias culpas, en lugar de defenderse y defender a sus mejores funcionarios.

Bastaría con que las que son funcionarias públicas, Isabel Allende Bussi es senadora y Maya Fernádez Allende es ministra de Defensa, les traspasen sus cuotas en la herencia a tíos o primos que sean simples particulares. Porque nadie quiere hacer negocios con la casa de Guardia Vieja. La derecha chilena, que nunca ha querido recordar a Salvador Allende como se le recuerda en el mundo entero, deberá  conformarse con ver largas colas para entrar al museo de Guardia Vieja.

O bien todos los parientes de Salvador Allende y de Tencha le podrían traspasar sus cuotas a la Fundación Salvador Allende, que es una persona jurídica completamente distinta de la familia. En su  directorio, compuesto por unas veinte personas, la única nieta de Allende que aparece, es Marcia Tambutti.

Y pasando a  lo importante, nos preguntamos ¿qué se podría ver allí? Al parecer el escritorio del compañero Salvador Allende, lleno de efectos personales: sus libros, papeles, plumas, tinteros, el sillón en que se sentaba, más la mesa escritorio llena de otros objetos.

¿Pero cómo se pudo conservar todo esto durante los 17 años de dictadura? ¿Cómo no lo destruyeron, cómo no lo bombardearon y lo quemaron como hicieron con La Moneda, un blanco civil lleno de gente, donde el presidentes se quitó la vida para no ser capturado vivo, humillado y ofendido?. ¿Y cómo no hicieron lo mismo que con la casa familiar de Tomas Moro, que fue bombardeada antes que La Moneda?

Tenemos que creer que los militares no se dieron cuenta de que esa había sido la casa de la familia Allende durante más de 20 años y que lo volvió a ser después de la dictadura. Ignorantes, brutos, no habían tenido ninguna relación de amistad ni de cercanía con Allende antes de que fuera presidente.

Así se pudieron salvar muchos recuerdos que ahora todo el pueblo chileno y los amigos extranjeros que quieran, podrán ver y apreciar.

 Margarita Labarca Goddard

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