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Siria – ¿Hacia dónde se dirige Siria?

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Blog de Gilbert Achcar, 10-12-2024

Traducción de César Ayala

Correspondencia de Prensa, 11-12-2024

Ahora, como dice el refrán árabe, ha llegado el momento de meditar tras la euforia. Reflexionemos sobre lo que ha ocurrido hasta ahora para intentar prever lo que puede depararnos el futuro.

Mientras observábamos los asombrosos acontecimientos históricos que se desarrollaron desde el viernes pasado, lo primero que nos vino a la mente fue alivio y alegría ante las imágenes de los detenidos liberados del infierno de la sociedad carcelaria en que se había convertido Siria bajo el régimen de la familia Assad. Nuestros sentimientos también se vieron desbordados por la alegría al ver a familias sirias que de repente podían regresar de un exilio cercano, ya fuera desde otra zona dentro de Siria o desde Jordania, Líbano o Turquía, para visitar las ciudades y los hogares de los que se vieron obligados a huir años atrás. Si a esto añadimos que el sueño de millones de refugiados sirios, en los países que rodean Siria y en Europa, de regresar a su patria, aunque sólo sea para visitarla, este sueño que parecía imposible hace unos días, ha empezado a parecer realizable.

Ahora, como dice el refrán árabe, ha llegado el momento de meditar tras la euforia. Reflexionemos sobre lo que ha sucedido hasta ahora para tratar de prever lo que puede depararnos el futuro. En primer lugar, conviene señalar a quienes apoyaban al odioso régimen de Assad y afirmaban que era representativo de la voluntad del pueblo sirio y que todo el que se le oponía no era más que un mercenario de alguna potencia extranjera, ya fuera regional o internacional, y que también afirmaban que este régimen— que no había movido un dedo en medio siglo contra la ocupación sionista de su propia tierra, y que había intervenido en el Líbano en 1976 para reprimir a las fuerzas de la alianza de la Organización para la Liberación de Palestina y el Movimiento Nacional Libanés y rescatar a las fuerzas de la derecha sectaria cristiana libanesa, y que se había unido al bando de la guerra contra Irak dirigida por Estados Unidos y el reino saudí en 1990— era el corazón palpitante del «eje de la resistencia», vale la pena señalarles que la realidad ha demostrado concluyentemente que el odioso régimen de Assad se mantenía en pie sólo gracias a dos ocupaciones extranjeras, de las cinco ocupaciones extranjeras en todo el territorio sirio.

La verdad es que si no fuera por la intervención iraní que comenzó en 2013, especialmente a través del Hezbolá libanés, y por la intervención rusa que comenzó en 2015, y también por el veto estadounidense que impidió que la oposición siria recibiera cualquier tipo de arma antiaérea por temor a que pudiera ser utilizada contra la Fuerza Aérea israelí —si no fuera por estos tres factores, el régimen de Assad habría caído hace más de una década, ya que estuvo al borde del abismo en 2013, y de nuevo en 2015 a pesar del rescate iraní. El hecho es que una vez que se agotó el apoyo externo, el régimen se derrumbó como cualquier «régimen títere» que es abandonado por la potencia que solía sostener sus hilos. El último ejemplo llamativo de tal colapso fue lo que le ocurrió al régimen títere de Kabul ante el avance de los talibanes, después de que las fuerzas estadounidenses renunciaran a apuntalarlo en 2021.

Así, después de que Rusia retirara la mayor parte de sus fuerzas de Siria debido a que se empantanó en el atolladero de su invasión de Ucrania (Moscú sólo dejó 15 aviones militares en Siria, según fuentes israelíes), y después de que el Hezbolá libanés sufriera una severa derrota, que su nuevo secretario general trató desesperadamente de presentar como una «gran victoria… que supera la victoria lograda en 2006» y que le impidió poder rescatar esta vez a su aliado sirio, todo ello mientras Irán seguía con su cautela aterrorizado ante la perspectiva de una escalada de la agresión de Israel contra él y la posibilidad de que Estados Unidos se le uniera directamente, tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca— ante estos hechos combinados, cuando Hay’at Tahrir al-Sham (HTS) aprovechó la oportunidad así creada para lanzar una ofensiva sobre las zonas bajo control del régimen y sus aliados, empezando por la ciudad de Alepo, el régimen títere sirio se derrumbó como su homólogo afgano.

Sin embargo, la gran diferencia entre los casos afgano y sirio es que HTS es mucho más débil de lo que eran los talibanes cuando completaron el control de su país. Las fuerzas del régimen de la familia Assad se derrumbaron no por miedo a un enemigo poderoso, sino porque ya no tenían incentivos para defender el régimen. El ejército, construido sobre una base sectaria a través de la explotación por parte de la familia Assad de la minoría alauita a la que pertenecen, ya no tenía incentivos para luchar por el control de la familia Assad sobre todo el país, especialmente a la luz del colapso de las condiciones de vida que llevó a la caída en picado del poder adquisitivo de los ingresos de los soldados. El miserable intento de última hora del régimen de aumentar sus salarios en un cincuenta por ciento no pudo cambiar nada. En consecuencia, la situación actual en Siria es muy diferente de la de Afganistán tras la victoria de los talibanes. HTS sólo controla una parte de los territorios sirios, y su control es frágil en parte de ellos, especialmente en los alrededores de la capital, Damasco, donde el régimen se derrumbó antes de que HTS llegara a ella, precedido por las fuerzas de la Sala de Operaciones del Sur.

Siria está ahora dividida en varias zonas bajo el control de fuerzas heterogéneas, incluso hostiles. En primer lugar, están los Altos del Golán ocupados por Israel, donde el Estado sionista ha aprovechado la oportunidad para expandirse en la zona de amortiguamiento que separaba los territorios que ocupa y que se anexionó formalmente en 1981 de los territorios controlados por el régimen sirio, mientras que su fuerza aérea ha empezado a destruir algunas de las capacidades militares clave del difunto régimen para impedir que quien le suceda se apodere de ellas. También está la vasta zona que HTS controla ahora en el norte y el centro, pero el alcance de este control en general, y especialmente en la región costera que incluye las montañas alauitas, es muy cuestionable. Luego hay dos zonas en la frontera norte bajo ocupación turca, acompañada por el despliegue del «Ejército Nacional Sirio» (que más bien debería llamarse «Ejército Turco-Sirio»); una zona considerable en el noreste, al este del río Éufrates, bajo control de las Fuerzas Democráticas Sirias dominadas por el movimiento kurdo, aliado con algunas tribus árabes (que HTS tratará sin duda de ganarse para su bando) bajo la protección de las fuerzas estadounidenses; una amplia zona en el sur, al oeste del río Éufrates, bajo el control del Ejército Libre Sirio, también vinculado a Estados Unidos y centrado en torno a la base estadounidense de al-Tanf, dentro del territorio sirio, cerca de las fronteras con Jordania e Irak; y, por último, la región sur, donde las fuerzas de la región de Daraa que se rebelaron contra el régimen de Assad, algunas de las cuales estaban bajo tutela rusa, y las fuerzas surgidas del movimiento popular en la región de Suwayda, se han reunido para formar la Sala de Operaciones del Sur, que es la facción armada árabe siria más estrechamente vinculada al movimiento democrático popular.

Ahora bien, ¿hacia dónde pueden ir las cosas a partir de aquí? La primera observación es que la posibilidad de que todas estas facciones acuerden someterse a una autoridad única es casi nula, incluso si dejamos de lado el movimiento kurdo y nos limitamos a las facciones árabes. Incluso Turquía, que mantiene una larga relación con HTS, y sin la cual HTS no habría podido resistir en la región de Idlib, en el noroeste de Siria, no abandonará su ocupación ni a sus títeres mientras no logre su objetivo de reducir el movimiento kurdo. La segunda observación es que quienes esperaban o creían en la transformación de HTS y Ahmed al-Sharaa, alias al-Yulani, del yihadismo salafista a la democracia no sectaria han empezado a darse cuenta de que se trata de una ilusión. La verdad es que HTS no habría podido extenderse en lugar de las fuerzas del régimen derrumbado si no hubiera pretendido cambiar de piel y abrirse a un futuro democrático y no sectario. De lo contrario, las fuerzas locales desde Homs hasta Damasco habrían resistido ferozmente, ya fuera bajo el ala del régimen desaparecido o tras emanciparse de él. Ahora, las prisas de al-Yulani por afirmar que ha convertido el «Gobierno de Salvación» que gobernaba la región de Idlib en el nuevo gobierno sirio, frustrando las esperanzas de quienes esperaban que convocara un gobierno de coalición, ponen de relieve un hecho que debería haber permanecido en la mente de la gente: el hecho de que los propios residentes de la región de Idlib se manifestaron hace sólo ocho meses contra la tiranía de HTS, exigiendo el derrocamiento de al-Yulani, la disolución de sus aparatos represivos y la liberación de los detenidos en sus cárceles.

Por último, pero no por ello menos importante, la alegría por la caída del tirano no debe hacernos pasar por alto la prisa de varios gobiernos europeos por dejar de considerar las solicitudes de asilo sirias, y el comienzo de varios países, especialmente Líbano, Turquía y algunos países europeos, de considerar la expulsión de los refugiados sirios y su devolución forzosa a Siria con el pretexto del fin del régimen de Assad. Siria aún no ha salido de su largo calvario histórico que comenzó hace 54 años (con el golpe de Estado de Hafez al Assad en 1970) y se agravó trágicamente hace 13 años (tras el levantamiento popular de 2011). Todos los países deben seguir respetando el derecho de asilo concedido a los sirios y seguir considerando su concesión a los sirios que lo demanden.

Traducido por César Ayala de la versión en inglés publicada en el Blog de Gilbert Achcar. El original árabe fue publicado por Al-Quds al-Arabi el 10-12-2024. Puede republicarse o publicarse en otros idiomas, con mención de la fuente.

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