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Extrema derecha – Cuando la acusación de antisemitismo se convierte en un arma en manos del neofascismo

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Al-Quds al-Arabi, 2-7-2024

Correspondencia de Prensa, 3-7-2024

Traducción César Ayala*

Gilbert  Achcar

Los árabes están acostumbrados a ser acusados de antisemitismo cada vez que los sionistas y sus partidarios son incapaces de refutar sus críticas a la realidad del Estado de Israel y a su opresivo comportamiento colonial. De hecho, los propios críticos judíos del sionismo están acostumbrados a ser objeto de las mismas calumnias, con mayor severidad cuando los sionistas los consideran «traidores» o los acusan de «odio a sí mismos» según la lógica racista de que todo judío debería ser sionista (la misma lógica que prevalece entre aquellos cuya hostilidad al sionismo sirve para ocultar una posición racista hostil a los judíos en su conjunto).

La novedad de los últimos años es la ampliación del ámbito de los acusados de antisemitismo para incluir a una amplia gama de críticos de izquierdas del Estado de Israel, cuya postura crítica tiene una larga historia política y que, durante décadas de crítica a los gobiernos israelíes por sus prácticas coloniales racistas hacia los palestinos, estaban convencidos de que compartían esta postura con los judíos israelíes de izquierdas. Este cambio ha acompañado un creciente giro de la escena política mundial hacia la derecha y la extrema derecha, impulsado y estimulado por esta última.

Benjamin Netanyahu fue un pionero. El primer ministro sionista es, en más de un sentido, un pionero de la extrema derecha mundial. En particular, desempeñó este papel tras su regreso al poder en 2009 y su longevidad en el gobierno, estableciendo el récord de mayor permanencia en el cargo de un primer ministro del Estado de Israel, habiendo ocupado el puesto durante más de doce años, hasta 2021, antes de volver a ocuparlo desde finales de 2022. Durante estos años, Netanyahu ha sido un modelo para la extrema derecha mundial por su desvergonzado oportunismo, su capacidad para mentir descaradamente, su uso sin escrúpulos de los métodos políticos más viles contra sus oponentes israelíes y su capacidad sin precedentes para superar a todos en la excomunión sionista de los oponentes, que se ha convertido en su arma ideológica preferida.

Netanyahu se ha convertido en el niño mimado de la extrema derecha mundial, no sólo como modelo a seguir, sino también por sus asiduos esfuerzos por exculpar a sus camaradas de todo el mundo de la acusación de antisemitismo y vincularlo a los que la extrema derecha odia. Esto encajaba perfectamente con la coincidencia entre el auge de la extrema derecha mundial y el auge de la islamofobia, como resultado de la combinación de la hostilidad racista hacia los inmigrantes de países de mayoría musulmana y la ideología de la «guerra contra el terror» espoleada por los atentados criminales perpetrados por Al Qaeda y el Estado Islámico de Iraq y Siria (ISIS)  en el Norte global.

En su esfuerzo por exonerar de la acusación de antisemitismo a las fuentes del antisemitismo tradicional de la extrema derecha, con el fin de trasladar la culpa a todos los críticos del sionismo, Netanyahu llegó a intentar absolver parcialmente al propio Adolf Hitler de la responsabilidad por la perpetración del genocidio de los judíos europeos, atribuyendo esta responsabilidad a Amin al-Husseini de un modo que suscitó protestas y denuncias de todos los historiadores del holocausto. La intención de Netanyahu no era sólo amplificar la hostilidad racista hacia árabes y musulmanes a través de la figura de al-Husseini, argumento favorito de la propaganda sionista durante más de ochenta años por el daño que hizo a la causa palestina al colaborar con la Alemania nazi y la Italia fascista durante la Segunda Guerra Mundial. La intención del primer ministro israelí era también exculpar a la extrema derecha antisemita europea a través de la figura de Hitler.

Netanyahu se ha convertido así en el pretexto favorito de los líderes de la extrema derecha mundial para ocultar su antisemitismo, incluso cuando es flagrante. Desde Viktor Orban, el primer ministro húngaro cuyo odio a los judíos no es ningún secreto, hasta Donald Trump, que cree que es deber de los judíos estadounidenses ser incondicionalmente leales al Estado de Israel y a su gobierno, pasando por Vladimir Putin, otro modelo de la extrema derecha mundial, y Marine Le Pen, que se esfuerza por ocultar el antisemitismo históricamente inherente al movimiento que lidera, una larga serie de figuras de la extrema derecha mundial se han convertido en los mejores amigos de Netanyahu y su gobierno sionista de extrema derecha que tanto se asemeja a ellos. Han superado a todos los demás en el apoyo a Netanyahu que han mostrado, encontrando en ello una forma barata de camuflar su antisemitismo pasado y presente, especialmente cuando el número de judíos europeos se ha vuelto muy limitado desde el genocidio nazi, mientras que los inmigrantes del Sur global se han convertido en el nuevo chivo expiatorio favorito de la extrema derecha del Norte.

Un caso muy revelador es el anuncio de Amichai Chikli, ministro de Netanyahu y miembro de su partido, el Likud, de que todo el gobierno israelí estaba encantado con la victoria del partido de Le Pen en la primera vuelta de las elecciones parlamentarias francesas del pasado domingo. ¡Chikli ocupa una cartera ministerial especializada en «asuntos de la diáspora y lucha contra el antisemitismo»! Lo peor de todo es que los partidos políticos de «centro» han optado por explotar la acusación de antisemitismo con fines derechistas en su lucha contra sus oponentes de la izquierda, como en la odiosa campaña emprendida en Gran Bretaña por la derecha conservadora y el ala derecha del Partido Laborista («centrista») para eliminar políticamente a Jeremy Corbyn, y la campaña similar emprendida contra Jean-Luc Mélenchon en Francia por la «centro-derecha» representada por el actual presidente Macron, y el ala derecha de la izquierda, la llamada «centro-izquierda».

Al participar en estas campañas de desprestigio sin siquiera dirigir su fuego contra la extrema derecha y denunciar su hipocresía en materia de antisemitismo, las fuerzas «centristas» han contribuido a encubrir a la extrema derecha y a dar credibilidad a su pretensión de ser inocente de antisemitismo, al tiempo que dan prioridad a esa pretensión de inocencia por encima de la condena del racismo antinegro y antimusulmán y la xenofobia en general, que la extrema derecha en modo alguno pretende haber superado, sino que más bien se enorgullece de ello, utilizándolos como argumento ideológico central de su actividad. Así es como el espectro político «centrista», de derecha a izquierda, acabó participando en manifestaciones contra el antisemitismo junto con la extrema derecha antisemita, como ocurrió en Francia tras la operación de Hamás en la Franja de Gaza. En conclusión, hacer de la acusación de antisemitismo un mal absoluto hasta el punto de menospreciar todos los demás aspectos del racismo y aceptar que «los judíos» están representados por un gobierno sionista dirigido por un partido de origen fascista y en el que participan ministros «neonazis» y fundamentalistas religiosos judíos, un gobierno que ha acercado al «Estado judío» a la «gestión de la barbarie» según el modelo encarnado por el «Estado islámico», este comportamiento de las fuerzas «centristas» ha contribuido y sigue contribuyendo en gran medida a reforzar la extrema derecha mundial, al igual que su emulación de esta extrema derecha en otros ámbitos, en particular la hostilidad racista hacia los inmigrantes.

*Traducido por César Ayala a partir de la versión en francés facilitada por el autor.

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