por Catalina Rojas
Inicia marzo y con ello se abren nuevos procesos de lucha cada año, y también se abren desde luego aquellas del campo de las y los trabajadores. Asistimos a un momento de reflujo del movimiento popular, situación posterior a lo que fue el clímax del alzamiento popular de octubre del 2019 y al repliegue forzoso impuesto por la pandemia del Covid-19. De telón de fondo, una crisis integral del capitalismo que data de al menos el año 2010 que ha ido recrudeciendo las condiciones de vida de las y los trabajadores, así como el pueblo en general. Si bien, se reconoce el reflujo, es importante destacar que es un estado aún situacional, que no nos encontramos ante una derrota, muy por el contrario, estamos atravesando una coyuntura en la cual está en juego el devenir del ciclo de lucha actual abierto alrededor de los años 2000 y por tanto, aún se encuentra en disputa el devenir de este. Obviamente, la patronal, la clase en el poder, lleva adelante su plan de desmovilización y relegitimación de su orden burgués. Del otro lado, las y los clasistas, anticapitalistas, antiimperialistas, nos estamos jugando las posibilidades de reactivar el movimiento popular y avanzar hacia un proyecto de transformación estructural de la sociedad actual, que sea para y por los trabajadores y trabajadoras.
En medio de ese contexto, el presente artículo busca ser un aporte en los debates en torno a las tareas que se avecinan para el movimiento de trabajadores en este nuevo año. En primer lugar, se hace necesario caracterizar brevemente la situación actual de las condiciones de trabajo y de vida de la clase trabajadora y el pueblo. Como fue mencionado en el párrafo anterior, existe una crisis económica que sigue siendo una carga que el pueblo soporta sobre sus hombros, mientras los grandes capitalistas buscan mantener la tasa de ganancia. Presenciamos un aumento sostenido del desempleo que, de acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) llegó al 8,5% en el trimestre octubre-diciembre; por su parte, la precariedad laboral alcanzó el 44,1%, según el Informe Mensual de Calidad del Empleo (IMCE) de febrero de acuerdo a Fundación Sol, la que se encuentra presente tanto en el sector privado (expresado en el subcontrato, el trabajo part time, a plazo, entre otras formas contractuales) y en el sector público (honorarios, externalización de servicios) suman el grueso de la población activa laboralmente; por último, el trabajo informal ha alcanzado el 27,5%, según el IMCE de febrero. Todas estas cifras demuestran que la tendencia del empleo es a la precarización, es decir, la total desprotección de las y los trabajadores. El gobierno actual, títere de la burguesía, ha legislado sobre un salario mínimo que sigue siendo paupérrimo y no se ajusta al costo de la vida real, los $470.000 pesos no alcanzan para vivir; igual o peor situación es el engaño de las 40 horas que, bajo un discurso pro trabajadores, esta ley antiobrera viene a profundizar la flexibilidad del trabajo, disminuyendo los costos en mano de obra para la patronal, presionando a la autoexplotación. Por último, dos leyes relevantes están en juego actualmente: la ley de pensiones que en ningún caso acaba con el sistema de capitalización individual, ni el negocio de las empresas de la seguridad social, por otro lado, una ley de la mano de la ofensiva represiva, vinculada a la definición de infraestructura crítica. Si bien actualmente ya se ha engrosado la lista de empresas sometidas a esta categoría, esto sigue siendo revisado para aumentar los criterios de los servicios y empresas que entrarían en dicha condición. Las empresas consideradas infraestructura crítica no tienen derecho a la huelga. Es así como vamos viendo que la represión y contrainsurgencia del estado, no es solo contra el “crimen organizado”, sino más bien son legislaciones antipopulares que están preparándose ante posibles nuevos alzamientos populares, ante la avanzada del campo popular, y en ello, también contra la paralización de la producción como herramienta básica de la acción sindical en la lucha por los derechos de la clase trabajadora. Por último, las y los trabajadores de servicios sociales como son la salud y la educación también se encuentran en precarias condiciones, no solo de trabajo, sino también la infraestructura mínima es paupérrima. Vimos las movilizaciones de trabajadores de la educación durante el 2023, pareciera ser que viene lo mismo este 2024.
Del otro lado, el movimiento sindical continúa sumido en los males que hemos venido anunciando los últimos años. Atomización de sindicatos empresa y poca capacidad de lucha concreta, dispersión de las fuerzas sindicales de mayor avanzada, prácticas como el burocratismo, el entreguismo y el caudillismo como enfermedades enquistadas en la organización sindical, por último, centrales sindicales de conciliación que sirven a los intereses de la burguesía, haciendo de vocerías de los diferentes gobiernos entre el pueblo. La CUT, la CAT, la CTCH y la UNT, todas expresiones de quiebres en el marco del caudillismo y colaboracionismo de clase, son elefantes blancos, sin bases sindicales reales, sin capacidad ni interés por luchar, no representan ni son voz real ni legítima de las y los trabajadores.
Por su parte, en el campo de las y los clasistas, la dispersión se mantiene y también sigue siendo un movimiento embrionario, esto debido a que aún no se logra contar con suficiente fuerza sindical organizada y con capacidad de pelear, persiste el sectarismo entre las organizaciones, así como desviaciones caudillistas y oportunistas en algunas dirigencias que llevó a sectores a sumarse al carro de la farsa constituyente. Sin embargo, las diferentes fuerzas clasistas, con avances, retrocesos y aciertos siguen realizando esfuerzos por impulsar un sindicalismo de nuevo tipo. Asimismo, también se han gestado espacios de articulación y solidaridad concreta entre las diferentes organizaciones, principalmente en torno a fechas conmemorativas del sector, así como ante situaciones de persecución, hostigamiento y matonaje patronal.
También es importante relevar que las y los trabajadores han demostrado disposición y capacidad de lucha, aún pese al reflujo, la huelga y la movilización sigue siendo una herramienta utilizada masivamente para la lucha por reivindicaciones concretas. Dentro de esto, no es solo el uso de la huelga legal, sino también la extra legal la que ha ido en aumento durante el ciclo de lucha iniciado el 2006, también se identifican expresiones de uso de métodos no convencionales y disruptivos y no meramente culturales en estas movilizaciones.
Asistimos a tiempos de crisis en donde la tendencia a los alzamientos de las masas populares parece ser la tónica. En ese sentido, y considerando que esta afecta la vida cotidiana de millones en el país y en el mundo, las condiciones para la rebelión siguen latentes, de allí la gran y urgente tarea que surge para hacer frente a la situación actual y a las posibilidades de avanzar desde la organización sindical clasista y combativa. Ante la ofensiva patronal antiobrera, se hace urgente oponer un movimiento sindical fuerte, anclado en las bases sindicales y con orientación de lucha, para ello, algunos desafíos son: a) es urgente impulsar luchas concretas por las demandas de las y los trabajadores, y a la vez, reconstituir un movimiento sindical clasista y combativo que se ponga a la cabeza de estas luchas; b)debemos luchar contra las expresiones de precariedad laboral, contra el subcontrato, el trabajo a honorarios, la flexibilidad laboral, por un salario vital; c) fomentar el levantamiento y multiplicación de sindicatos en cada empresa y servicio, y que avancen a constituirse en sindicatos de lucha; d) asimismo, tomar la gran tarea de apoyar la organización de trabajadores y trabajadoras cesantes e informales, luchar por el derecho al trabajo y al pan, así como a la protección social; e) fortalecer la organización sindical desde el protagonismo de las bases, la combatividad, la independencia de clase y la solidaridad; e) articular y combatir la atomización de las bases sindicales, debemos levantar federaciones clasistas; f) formar políticamente a dirigentes sindicales y trabajadores organizados desde una concepción clasista, dotando herramientas técnicas para la negociación colectiva y defensa cotidiana de las y los trabajadores, pero por, sobre todo, dotar de herramientas políticas que fomenten el desarrollo de conciencia de clase y barra con la tendencia al entreguismo; g) seguir impulsando la corriente clasista en cada rincón del país es urgente para parar la ofensiva patronal de precariedad y matonaje. El sindicalismo clasista debe desarrollar las capacidades de lucha y de autodefensa de las y los trabajadores, contra las leyes patronales y represivas, así como contra el sicariato y matonaje.
Resulta imperioso que las y los trabajadores sigan levantando luchas concretas por sus demandas, y al calor de esas luchas, desarrollar la conciencia de clase que permita constituir un movimiento de trabajadores y trabajadoras fuerte y con un horizonte claro. Volver a recuperar la confianza en las propias fuerzas y capacidades y asumir la tarea histórica de dar un paso adelante en las luchas del pueblo.
Que este 2024 sea un año de conquistas para la clase trabajadora.
Por pan, trabajo, salud y techo
Sindicalízate para luchar
Catalina Rojas
Asociación Intersindical de Trabajadores y Trabajadoras Clasistas – AIT
Chile, marzo, 2024
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