Escribe: Lukas Gómez
La situación actual en Chile se resume en que la gente se encuentra en una
encrucijada sobre la Constitución.
Por un lado, algunos líderes del Frente Amplio, como María Pardo, están
defendiendo la Constitución de Pinochet, lo cual resulta sorprendente.
Además, el filósofo Renato Cristi señala acertadamente que en los últimos
cincuenta años, se ha cambiado la mentalidad chilena para permitir que entidades
privadas con fines de lucro proporcionen servicios básicos como salud, educación
y pensiones.
La dicotomía para el pueblo chileno en el próximo plebiscito es aprobar una
Constitución más derechista que la actual o mantener la actual impuesta en 1980
por Pinochet y aceptada por gobiernos posteriores, como el de Lagos en 2005.
La situación se complica porque, a pesar de elegir presidentes de centroizquierda
en seis ocasiones desde 1990, el país ha experimentado una derechización oculta
en el liderazgo de la Concertación, que nos ha engañado siempre.
Este cambio se materializó en acuerdos y reformas que favorecieron a la derecha,
y políticas encubiertas que afectaron y eliminaron a medios de comunicación de
centro-izquierda.
El surgimiento del Frente Amplio tampoco resultó en un cambio significativo, ya
que se subordinó a acuerdos con la derecha para calmar las protestas de 2019.
La promesa de una «nueva Constitución» también es un engaño, con un proceso
actual que ha sido criticado por su falta de democracia y la posibilidad de terminar
con una Constitución aún más derechista.
En resumen, la elección de diciembre parece ser entre mantener la Constitución
actual de Pinochet-Lagos o reemplazarla con una propuesta aún más derechista
por el partido de José Antonio Kast, lo que se percibe como una victoria total para
la derecha. ¿Qué podemos hacer ahora?
Que rechacemos la contitución de diciembre, no significa que prefiramos la de pinocho y lagos, significa que en cualquier caso vamos a rechazar cualquiera constitución que no emana de una asamblea constituyente. Para nosotros la IR(izquierda revolucionaria), cualquier cosa que no se acuerde sin la participacion popular, esta condenada a ser rechazada. Así que da lo mismo lo que piense la derecha o el gobierno. Está claro que la única salida pacífica es ponerse en contra del sistema, la no participación tarde o temprano les va a doler a los que dicen representar a la clase trabajadora, especialmente a los que estan en el gobierno. Asi que a rechazar compañeros. Por cuanto no ha sido retribuida la sangre derramada por nuestros antepasados y luchadores sociales, el hacha siguirá en alto.