por Milciades Ruiz, Perú
Lejos de mejorar, la economía nacional está empeorando, en una situación mundial de decaimiento económico. El desempleo juvenil se ha triplicado desde la pandemia, como se ha multiplicado la delincuencia juvenil. La inflación nos hace más pobres y no hay un manejo gubernamental expeditivo, mientras la pobreza avanza en cascada empujándonos a pobreza extrema. ¿Qué hacemos?
Según el Banco Central de Reserva- BCR, los países que más nos compran tendrán caídas económicas este año y el siguiente. Calcula que la Unión Europea y EEUU tendrán un crecimiento económico menor al 1% y que la economía china también seguirá bajando en dirección al 4%. Que la inflación mundial todavía sigue alta haciendo que el dinero siga escaso y caro.
Hay pues, un desbarajuste incontenible en la economía capitalista. Esta, ha autogenerado desequilibrios globales que se vuelcan sobre los países desarrollados. La manifestación más visible es la migración internacional masiva desde los países pobres hacia los países ricos por la abismal desigualdad social y la necesidad de sobrevivencia. Como nunca antes, 79 países sufren inseguridad alimentara aguda afirma el FMI.
El capitalismo corporativo actúa como un émbolo planetario en el que la presión de succión de riqueza es tan fuerte, que el fluido social no encuentra otra salida que rebalsar el sifón de opresión. Pese a la dramática cantidad de muertos, la migración es incontenible. Es que, los oprimidos no pueden evadir la opresión del sistema, marchándose a otro planeta. Entonces la ebullición explota espontáneamente.
Es la ley del universo. Todo sistema de explotación humana genera su negación. Esta va creciendo hasta adquirir capacidad para cambiar el sistema. Llega el momento en que el régimen es ya insoportable y es preferible arriesgar la vida intentando salir lo antes posible. Pero la migración internacional es solo una, de las manifestaciones del proceso de deterioro general. No será mañana, pero el declive es irreversible.
El sobreendeudamiento de países, también está aumentando y la morosidad es creciente. La maquinaria no da más, y empieza a fallar. El mercado es uno solo, y no hay lugar para más mayoristas. La guerra por el mercado nos arrastra. Los chicos también crecen y buscan independizarse. Si el sistema globalizado falla rompiendo hegemonías, el descalabro es inevitable. Lo pagaremos todos.
Dejar de exprimir un tanto, sería una pausa racional, a fin de revertir el proceso migratorio, con estímulos económicos. Pero eso significaría renunciar a poderíos, perder rentabilidad de acumulación y dividendos, bajando el nivel de vida en los países desarrollados, lo cual es inadmisible para los opresores. La represión internacional no es solución. Cuba y otros países resisten, y ganan adherentes.
Pero si no se ceden posiciones, la crisis se profundizará hasta alcanzar niveles explosivos. En esta situación estamos a nivel mundial, lo que repercute en todos los países. En el nuestro, la situación mundial se refleja en nuestra economía, en lo social, político y en toda nuestra vivencia. Si la locomotora global pierde velocidad, los vagones que arrastra, también lo hacen.
Nuestra economía está en declive y lo más probable es que no crezca ni el 1% como ya lo pronostica el BCR, mostrando el cuadro siguiente:
Si no hay crecimiento de la producción nacional, mientras la población crece, y también, las necesidades de nuevos centros educativos, de salud, servicios y más; nos vemos obligados a reducir gastos. La torta nacional es una sola y el reparto es cada vez menos. Se reducen presupuestos nacionales, familiares y personales, porque nos estamos empobreciendo.
Pero hay sectores sociales que no tienen margen para ajustar gastos y entonces reducen alimentos a la familia. Si no te alimentas bien, eres vulnerable a problemas de salud, por falta de protección. Los jóvenes dependen de los padres para seguir mejorando, pero si estos, no cuentan con dinero suficiente, dejan de estudiar.
La migración internacional también nos afecta y en una situación de crisis de desempleo, la explosión social ha reventado en los sectores más vulnerables. Estamos alarmados por el exabrupto delincuencial a niveles crecientes nunca vistos y nos indigna sus procedimientos. Pero ello, es producto del deterioro económico en que nos encontramos a nivel mundial y nacional. La delincuencia es un producto social. Es lo que la fábrica capitalista arroja, cuando los insumos están deteriorados.
No hay oportunidades de empleo juvenil. Sin dinero no hay amores. La juventud sin dinero, es primavera sin agua. Si no hay empleo, ni tus padres tienen dinero para dar a los hijos. ¿Qué te queda? La desesperación lleva a delinquir. Hay que ponerse en el caso de los jóvenes para comprender su actitud. Pero si el deterioro es masivo, por causas ajenas a la voluntad, el problema nos afecta a todos porque no hay un lugar seguro para la ciudadanía. La plaga social está en todas partes.
La represión delincuencial ayuda, pero no es solución, porque la fábrica social sigue arrojando productos malogrados. Lo seguirá haciendo mientras si no arreglemos los desperfectos. Estamos acostumbrados a actuar sobre los productos terminados que están fallados y no sobre los insumos. Igual sucede con otros fenómenos sociales que ocurren porque no han sido atendidos oportunamente por el estado.
La protesta social se veía venir, pero no se hizo nada por socorrer a los reclamantes. A fines de 2021, la tasa de pobreza en el Perú ya era de 25.9% en promedio, pero en la sierra norte y central, ya ascendía a 42% y 32%, respectivamente, como se muestra en el gráfico siguiente:
Solamente cuando la protesta social alcanzó niveles violentos es que el estado salió a reprimir, pero no a solucionar. Ahora, todos reclaman al estado prevención y presupuesto, ante posibles desastres naturales, pero nadie pide prevención ante los desastres sociales, que son previsibles, pero no son atendidos. Las mesas de diálogo ante los conflictos sociales, solo son mecedoras del reclamo popular.
Lo dicho hasta aquí, es solo un vistazo a groso modo de la situación en que nos encontramos, pero la problemática es mucho más profunda. Y es aquí, donde se precisa la solvencia de gobierno para el manejo de una situación crítica. Hay alternativas para generar empleo, para la seguridad alimentaria, para el crecimiento económico, para el control de la inflación, para frenar la delincuencia y, para salir airosos frente a la crisis global.
Pero tenemos que cambiar la república. Tenemos un país de recursos maravillosos, pero seguiremos siendo mendigos si permitimos que la injusticia social prevalezca. Solo la lucha nos salvará.
Setiembre 29- 2023