ESTELAS DE LA MEMORIA 1
Por Hugo Behm Rosas 2
FRATERNIDAD EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACION DE LA
DICTADURA
LOS PERROS (2)
Al otro día, a una hora extemporánea fuimos llamados a formar. Formábamos
regularmente a las 8 de la mañana y a las 8 de la noche, para cantar la Canción
Nacional e izar o arriar el pabellón. Cuando había una llamada extra era o bien por
una reconvención, por una visita extraordinaria o, por excepción, para leer la lista
de los que serían liberados o simplemente trasladados a otros Campos de
Concentración. Nos formaron en un cuadro y dejaron en el centro de la cancha un
espacio libre. Una de las “cabañas” -como les llamábamos nosotros- fue llamada
esa mañana. Las “cabañas” eran simples piezas que constituían las unidades de
distribución, porque cada seis éramos asignados a una misma cabaña. En el
centro del cuadro que nosotros formábamos, se instaló el sargento de carabineros
con los perros adiestrados. Estos perros, adiestrados para atacar y matar, estaban
normalmente en el Campo y eran soltados en la noche como una precaución
adicional, por si alguien se atrevía o lograba salir de su cabaña. Los conocíamos
muy bien, pues recuerdo que había un perro vagabundo que por alguna
circunstancia se infiltró en el Campo y decidió quedarse en él, perro al cual
nosotros tratábamos con mucho cariño. Algunos lo llamaban “Mendocita”, con un
ánimo jocoso evidente. Era un perro que nos daba muestras de cariño. En las
formaciones o cuando comíamos se acercaba a nosotros y nos golpeaba con sus
patitas, entonces uno le hacía cariño o le daba un poco de comida. Pues bien,
este perro que era tan nuestro, fue una noche atacado por esta jauría de perros
adiestrados; tuvimos que oír sus alaridos de dolores y de angustia y al día
siguiente lo hallamos muy seriamente dañado, casi moribundo. Así es que
sabíamos bastante bien lo que podía significar el ataque al hombre por parte de
estos perros adiestrados para ello.
El adiestrador se colocó en el centro y ató a un perro con una larga correa y al
pelotón de seis compañeros se le ordenó trotar en círculo alrededor del
adiestrador. La cancha era de arena y tenía además un desnivel, una pendiente,
con un pequeño cerrito en uno de sus extremos. El trote forzado resultaba por
tanto sumamente penoso y los prisioneros, que empezaron a trotar con empeño
ante la orden que habían recibido, fueron rezagándose cada vez más. Uno de
ellos -un muchacho delgado que tenía tuberculosis- era el que más esfuerzos
hacía para mantenerse en el grupo. El carabinero que manejaba los perros tenía
la soga tensa, suficientemente larga para que el perro quedara justamente detrás
del pelotón de compañeros, sin alcanzarlo. En un momento dado, uno de ellos,
extenuando, se quedó atrás, después se detuvo, el perro se abalanzó sobre él, le
dio una tremenda dentellada y lo dejó sangrando, naturalmente. El pobre
muchacho, aterrado, siguió adelante trotando como pudo. Mientras tanto, todos los
prisioneros tuvimos que presenciar este bestial espectáculo sin movernos siquiera
y bajo la tensa vigilancia de nuestros carceleros armados; seguramente esperaban
alguna reacción para castigarnos a todos y en todo caso era evidente que
pensaban que esta demostración de crueldad y fuerza nos iba a asustar. Los seis
prisioneros siguieron trotando cada vez más lentamente, cada vez con más
esfuerzo, con cansancio extremo reflejado en sus rostros. Al cabo de media hora,
el teniente de los ojos enrojecidos, dio orden de parar; los compañeros fueron
llevados a descansar a su “cabaña-celda” y el compañero mordido y herido fue
trasladado al consultorio del practicante.
A mediodía, por una situación extraordinaria, llegó de Quinteros el Jefe de la
Base Cuando nos formaron a todos, uno de los miembros de nuestro Consejo de
Ancianos, que era el nivel más alto de nuestra organización, se levantó y con todo
coraje denunció delante del teniente el trato inhumano que éste nos había
impuesto esa mañana y expresó la protesta de todos ante la autoridad máxima del
Campo. Naturalmente, este capitán no podía darnos la razón -como lo
suponíamos- por lo que se limitó simplemente a decir que consideraría y
estudiaría el asunto. En la misma tarde se reunieron nuestras bases y directivas y
se acordó explicar en un memorándum detallado el hecho inaudito que había
acontecido esa mañana y expresar nuevamente nuestra protesta más firme. El
original, firmado por todos y cada uno de los prisioneros, fue enviado al Jefe de la
Base y copias fueron mandadas a la Cruz Roja y más tarde a la Comisión de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas, por conducto confiable. Nos
quedamos a la expectativa, resueltos a afrontar las consecuencias, pero la
protesta había sido tan masiva y unánime la firma que no se atrevieron a tomar
represalias contra ninguno de nosotros, ni siquiera contra la directiva. Semanas
después supimos que el teniente había sido de algún modo reprendido. Sea como
fuere, lo cierto es que nunca más volvió a aparecer en nuestro Campo de
Concentración.
Ritoque. Perros sin uniforme. Obra realizada por el arquitecto Miguel Lawner, preso en el mismo campo de prisioneros.
Fuente: Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos
Esta experiencia nos sirvió a todos para convencernos que, aunque por medio
de nuestra organización pudiéramos manejarnos con bastante dignidad y firmeza
frente a nuestros carceleros, el riesgo que habíamos sufrido en las Casas del
Terror persistía en Campos de Concentración de prolongada estancia – como el de
Ritoque – y que el fascismo estaba siempre ahí latente para manifestarnos en
cualquier forma u ocasión su brutalidad e inhumanidad.
Nos demostró una vez más el poder de nuestra organización: había sido nuestra
solidaridad, la rigidez de la protesta verbal de nuestra directiva ante la “autoridad” y la
firmeza de nuestra reclamación escrita firmada sin vacilación alguna por cada uno de
los prisioneros lo que evidentemente les demostró, de nuevo, que los prisioneros
teníamos plena conciencia del respeto debido a nuestros derechos, a nuestra
dignidad de hombres y a la altivez con que sustentamos nuestras ideas.
1 ESPORA EDICIONES, Santiago de Chile 2019
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