por Margarita Labarca Goddard
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) viaja mucho dentro del país. Cada fin de semana hace alguna gira por el interior. Lo he hecho toda su vida y así conoce cada ciudad, cada pueblito de este enorme país. También conoce a la gente, sabe los nombres de los hijos de los hombres y mujeres del pueblo y por eso ellos lo adoran.
Pero al extranjero casi nunca va; no le gusta. Durante todo su mandato, sólo ha salido del país tres veces, y siempre para ir a Estados Unidos, un vecino al que no se puede menospreciar. Pero no lo ha hecho sólo para ver a los dirigentes de ese país, sino para visitar a los mexicanos que allí son más de 30 millones. Con los gringos prefiere entenderse por videoconferencias o por medio de su Canciller, Marcelo Ebrard, que cumple un requisito elemental para esa tarea: hablar perfectamente inglés.
Y ahora nos ha dado una gran sorpresa y una enorme alegría: acaba de anunciar su viaje a Chile para asistir a los homenajes a Salvador Allende que se rendirán en este cincuentenario del golpe cívico-militar y de la muerte del compañero presidente.
López Obrador es un gran admirador de Allende, tiene una foto de él en su oficina. Ojalá le den posibilidades de hablar ahora. Y quizás su viaje inspire a otros mandatarios del Continente. Y el presidente de Chile tendrá que ponerse flecos para tratar de estar a la altura.