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VATICANO, AUTORITARISMO Y ANTISEMITISMO (XXVII)

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Felipe Portales

Otro factor negativo para la constitución de vínculos positivos entre el Vaticano y los judíos fueron
las declaraciones, en noviembre de 1998, del encargado de promover la canonización de Pío XII, el
sacerdote jesuita alemán Peter Gumpel, respecto a que estaba próximo a obtenerse dicho objetivo.
Ante ello, el embajador de Israel ante la Santa Sede, Aarón López, solicitó que la canonización fuese
dilatada hasta que todos los archivos vaticanos del tiempo de guerra fuesen abiertos. En airada
reacción, Gumpel señaló al diario austriaco Der Standard, que tales actitudes “lo hacen a uno
preguntarse con asombro acerca de qué tiene la facción judía contra los católicos”, añadiendo que
quienes critican a Pío XII pueden considerarse “cómplices en masa de la destrucción de la Iglesia
Católica” (James Carroll.- Constantine’s Sword. The Church and the Jews; A Mariner Book, New York,
2002; p. 436).

En una entrevista posterior al estadounidense National Catholic Reporter, Gumpel señaló que sus
comentarios habían sido sacados fuera de contexto y que “tengo muchos amigos judíos” y que no había
dirigido su crítica “a los judíos en general. Eso sería falso e injusto. Pero lo que digo es que desde el
momento en que la Iglesia Católica se está haciendo un examen de conciencia, apreciaríamos también lo
mismo por el otro lado. Algunos judíos han dañado mucho a la Iglesia Católica”. Además, -repitiendo un
mito muy manido- agregó: “Es un hecho histórico que muchos de los bolcheviques que persiguieron a la
Iglesia Católica, como a la Iglesia Ortodoxa de Rusia, eran judíos. Esta es la pura verdad”. Y haciendo
una analogía con la caracterización reciente del Vaticano del caso Galileo como uno de “incomprensión
mutua”, como si hubiese habido errores por ambas partes, Gumpel dijo “sería una buena idea para
ambas partes que los judíos y los católicos admitieran su culpa” (Ibid.; pp. 436-7)…

Estas declaraciones de Gumpel generaron, a su vez, una dura crítica de Gerhard Bodendorfer, jefe del
organismo coordinador del diálogo cristiano-judío en Austria. En una carta a los jesuitas y al nuncio
apostólico en Austria señaló: “Estoy asombrado de que un colaborador oficial con un alto cargo en el
Vaticano pueda sostener estos viejos y obviamente groseros prejuicios que aún son pregonados hoy.
Las teorías conspirativas sobre el judaísmo mundial, combinadas con las polémicas anticomunistas
provienen de los más bajos estratos del antisemitismo. El comportamiento de Gumpel muestra que él
obviamente no se ha dado cuenta que tal antisemitismo está clara y completamente condenado por
la actual doctrina de la Iglesia” (Ibid.; p. 437).

A su vez, en 1999 Gumpel sacó nuevas declaraciones al respecto diciendo que “la causa de beatificación
y canonización del Papa Pío XII, que es debidamente venerado por millones de católicos, no será detenida
ni postergada por los ataques injustificables y calumniosos contra este gran y santo hombre… Que la
verdad, la justicia y la honestidad finalmente prevalezcan respecto de Pío XII, a quien tantos judíos y sus
descendientes deben sus vidas” (Ibid.; p. 531).

Por otro lado, “intentando acallar las críticas contra Pío XII, el Vaticano anunció en octubre de 1999 la
creación de una comisión compuesta por tres historiadores católicos y tres judíos para investigar la
conducta del Papa durante el Holocausto. El mandato inicial de la comisión era revisar los documentos
diplomáticos de la Iglesia de la época de la guerra, hacer preguntas y redactar un informe” (Daniel
Goldhagen.- La Iglesia Católica y el Holocausto. Una deuda pendiente; Taurus, Buenos Aires, 2003; p.
218). Los historiadores católicos fueron Eva Fleishner, Gerald Fogerty y John Morley; y los judíos: Michael
Marrus, Bernard Suchecky y Robert Wistrich.

En octubre de 2000 la comisión hizo público un informe preliminar, en que luego de analizar los once
volúmenes de documentos dados a luz por el Vaticano –respecto de la segunda guerra mundial, publicados
entre 1965 y 1981- los miembros de la comisión solicitaron, a través de numerosos alcances y preguntas
caracterizados en 47 items, gran cantidad de informaciones adicionales para poder hacer un informe final
(ver www. jcrelations. net). Sin embargo, el Vaticano no accedió y luego de diez meses de espera infructuosa
la comisión suspendió sus trabajos. Respecto de ello el miembro judío de la Comisión, Michael Marrus declaró
que “la comisión se topó con una pared de ladrillos” y que “habría sido realmente útil contar con el apoyo de
la Santa Sede en este asunto” (Jerusalen Post; 24-7-2001). En reacción, “el Vaticano respondió acusando a sus
miembros judíos de orquestar una ‘campaña difamatoria’ contra la Iglesia” (Goldhagen; p. 218).

Pero quizá la mayor de las contradicciones vaticanas en la línea de intentar mejorar realmente las relaciones
con los judíos fue la beatificación, el 3 de septiembre de 2000, del Papa moderno antisemita por antonomasia:
Pío IX. El hecho de que, al mismo tiempo, se beatificara a Juan XXIII –el Papa que abandonó doctrinalmente el
antisemitismo católico y que se distinguió durante la segunda guerra mundial por su total compromiso con la
salvación de los judíos del Holocausto- significó un claro mensaje de que no se lo beatificó por su
antisemitismo, sino que a pesar de ello. Pero de todas formas, significó que el ser furibundamente antisemita
no constituía ningún factor que pudiese llevar a objetar la beatificación o canonización de alguien…
Recordemos que Pío IX, luego de algunos intentos de liberalizar su régimen autocrático sobre los Estados
Pontificios (incluyendo la situación miserable de los judíos en el gueto de Roma), con posterioridad a la fugaz
instalación de la República romana en 1948-9; redobló su autoritarismo en términos generales y
especialmente la opresión y discriminación de los judíos. Repuso el gueto de Roma, beatificó en 1867 a un
niño ¡por considerar que fue un mártir de “asesinato ritual” de judíos a niños cristianos!; y bendijo el libro
ferozmente antisemita de Henri Gougenot des Mosseaux (El Judío: El Judaísmo y la Judaización de los Pueblos
Cristianos) que, entre otras cosas, sostenía que los judíos requerían de sangre de niños cristianos para
elaborar sus panes sagrados para celebrar su Pascua (Pesaj) (ver David Kertzer.- The Popes against the Jews.
The Vatican’s role in the rise of modern antisemitism; Vintage Books, New York, 2002; p. 128) y que el Talmud
“no sólo permite, sino que manda y urge a los judíos a engañar y matar a los cristianos cuando encuentren
una ocasión de hacerlo” (Ibid.).

Además, como vimos, en su encíclica Syllabus consideró que de las sectas (masónicas) “toma su fuerza la
Sinagoga de Satanás para reunir sus tropas contra la Iglesia de Cristo” (Ibid.; p. 127); y en una alocución a
organizaciones de mujeres de Roma dijo que los judíos, por su obstinación “se han convertido en perros” por
lo que “desgraciadamente hoy tenemos en Roma demasiados de estos perros, y podemos oírlos ladrar en
todas las calles y andar en todas partes molestando a la gente” (Ibid.; p. 130). Pero lo que causó incluso
conmoción y dura crítica internacional fue la violenta separación de sus padres del niño judío Edgardo
Mortara, efectuada por la Inquisición en Bolonia en 1858, por haber sido supuestamente bautizado por una
niñera católica al verlo enfermo con peligro de muerte…

Por cierto, dicha beatificación generó consternación en los judíos a lo largo del mundo. Así, por ejemplo, David
Ketzer señaló que “esta beatificación reniega y contradice el perdón pedido por Juan Pablo II a los judíos por
los sufrimientos que les ocasionara el catolicismo. Después de haber condenado el pecado, se premia al
pecador y no está muy claro que es lo que tenía in mente el Papa cuando pidió disculpas” (La Nación,
Argentina; 30-8-2000).

Y también la generó en el universo católico avanzado. De este modo, una declaración del Consejo Editorial
de la prestigiosa revista teológica internacional (publicada en siete idiomas) Concilium, dijo que “la
beatificación del papa Pío IX resultará muy inquietante para muchos católicos reflexivos”, debido a que dicho
pontífice condenó en sus encíclicas todas las ideas de democracia, derechos humanos y libertades religiosas
y políticas; y “se opuso especialmente a la libertad de conciencia”. Además, que “la propagación y la posterior
puesta en vigor del dogma de la infalibilidad se debe a una iniciativa personal suya”; que la colegialidad
episcopal “significó poco para él”, y que, por el contrario, “bajo su jefatura se desarrolló en la Iglesia el sistema
absolutista” (El País, España; 7-8-2000).

Asimismo, los teólogos cuestionaron “las actuaciones antijudías” de Pío IX, que en 1850 “hizo reconstruir los
muros del gueto judío de Roma” y que “la libertad de los judíos romanos se vio restringida de nuevo, Niños
secretamente bautizados fueron arrebatados a sus padres. Todos los judíos fueron sometidos a fuerte presión
para que se convirtieran” (Ibid.).

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