por Margarita Labarca Goddard
Hace unos pocos días se rindió homenaje a Patricio Aylwin, junto a su estatua que se ha erigido frente a La Moneda. El presidente Boric asistió, habló y dijo :”Lo posible es por lo que hay que dejar todo nuestro esfuerzo, todo nuestro empeño, es lo que se define colectivamente”
Quizás debía asistir por razones protocolares, pero no estaba obligado a hablar. Y menos a hacer suya la célebre frase de Aylwin: “… en la medida de lo posible”.
Lo posible es lo que hacen los miedosos, los tímidos, los pusilánimes. En suma y diciéndolo claramente: los cobardes.
En la historia de este mundo ha habido otras medidas de lo que se debe hacer: lo imposible.
Esta fue la medida que estableció la juventud francesa de mayo del 68: “Seamos audaces, hagamos lo imposible”.
Esta y otras consignas como ¡La imaginación al poder! ¡Tomemos el cielo por asalto! ¡Haga el amor y no la guerra!, respaldadas por la mejor intelectualidad francesa, fueron las que conmovieron al mundo. Así, los estudiantes y después los obreros y la mayoría del pueblo de Francia realizaron manifestaciones, desfiles y huelgas contra la sociedad de consumo, el capitalismo, el imperialismo y el autoritarismo reinantes.
¿Lo lograron los jóvenes franceses? No todo, pero pusieron muy alta la vara para los revolucionarios, para las personas valientes, para las que creen en los sueños y las que persiguen un mundo mejor.
Desde luego, consiguieron derrocar al gobierno de De Gaulle, otro hombre que se propuso y conquistó lo imposible: levantar a Francia contra los invasores nazis y conseguir su liberación. Pero De Gaulle se hizo anticuado, era personalista, militarista, y los jóvenes y el pueblo francés ya no lo querían. Finalmente, el general renunció.
En Chile, su gobierno más revolucionario, el mejor y más amado de su historia, encarnado por el presidente Salvador Allende, fue derrocado por la burguesía y los militares con respaldo norteamericano. La dictadura fue feroz y sanguinaria, no sólo asesinaba sino que torturaba de manera inimaginable.
La Democracia Cristiana apoyó a la dictadura creyendo que muy pronto los militares le cederían el poder. Pero no fue así, y como Eduardo Frei pasó a la oposición, también lo asesinaron,
Y una vez que se tuvo que ir Pinochet, porque en el plebiscito triunfó el NO, los milicos siguieron siendo poderosos. Nada se hizo ni nada se ha hecho hasta ahora por democratizarlos.
El hecho es que Patricio Aylwin, el primer presidente post dictadura, fue pusilánime por miedo o por conveniencia, y encabezó una transición pactada en que todo estaba por verse. Prometió la justicia “en la medida de lo posible”, que nunca fue posible porque, sólo por citar un caso, diremos que después de más de 30 años del fin de la dictadura, se ha condenado a los asesinos de Arnoldo Camú a penas bajísimas.
Patricio Aylwin no era tan importante ni tan brillante, de modo no era necesario matarlo como a Frei.
Pero Patricio Aylwin no sólo hizo “justicia en la medida de lo posible”. Hizo cosas que hasta para la dictadura habían sido imposibles: entregar el cobre chileno, el sueldo de Chile, a empresas extranjeras.
Que ahora, en 2022, se vuelva a hablar por un presidente de “lo posible”, es algo oprobioso, una afrenta a todos los chilenos. Chile se ha convertido en uno de los países de América Latina más atrasados políticamente. La dictadura sigue subsistiendo y ha impuesto su noción de lo posible, que es muy ruin, muy mezquino y muy cobarde.
Margarita Labarca Goddard