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El Chile destituyente

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Lobo Suelto, Publicada en 8 de septiembre de 2022

Alicia Maldonado

Está sucediendo una transformación,
ya está en curso,
es un lahar que se avecina… no hay cauce que lo pueda contener.

El gesto destituyente sigue en curso, el malestar domina la escena callejera y las urnas. El Rechazo alcanzó un nivel de desaprobación que no es traducible como negativa a un texto jurídico-administrativo de un país soberano, igualitario, y garante de derechos. Los votos del Rechazo son más que los que obtuvieron Boric y Kast juntos, y más de 1.200.000 votos separan el techo electoral de la derecha, de la fuerza del APRUEBO en las urnas.


La masividad exhibida en los cierres de campaña del APRUEBO , queda situada como una gran fuerza de calle que tiene voluntad electoral, pero también capacidad de presión callejera, en cierta medida, es el brazo institucional del gesto destituyente inaugurado por el movimiento de secundarixs el 18 de octubre de 2019. Éste no se incrusta en el imaginario izquierda/derecha, sino más bien en el “los de abajo contra los de arriba”, imaginarios con una componente despatriarcalizadora (propia de la racionalidad feminista que ha permeado a las generaciones de adolescentes), y que tiene como prácticas políticas centrales la articulación de un cuerpo colectivo callejero de carácter horizontal, y la interpelación al gobierno en la calle, con agenda y urgencias propias. Son quienes encarnan el límite a la paciencia que estalló el 18 de octubre, y que no está disponible a esperar un texto constitucional lleno de conceptos grandilocuentes sobre el futuro, sino que exige al gobierno medidas concretas para detener la impunidad frente al saqueo, el abuso empresarial, las precarias condiciones de existencia, y la inyección de recursos directos a las economías familiares. Es aquí donde se revela la racionalidad económica desde abajo, alejada de las restricciones jurídicas que se sellan en el Estado.
El altísimo nivel de participación, y el contundente NO, es traducido por la derecha como negativa a un Estado garante de derechos, exceso de feminismo, ecologismo y denigración de los símbolos patrios. La derecha, monta su escena a través del monopolio absoluto de periódicos, radios y canales de televisión, y reconfiguran así, fuerzas pinochetistas mediante la hegemonía de relatos cargados de anhelos de orden, respeto a las instituciones y a los comités de expertos como voceros de lo correcto y viable.
La izquierda de espíritu vanguardista, y con vocación de poder burocrático estatal , territorializada en la universidad-academia chilena, y las cúpulas de los movimientos sociales, hacen suya la derrota, y la leen también bajo la matriz burocrática que impone la derecha en la agenda televisiva: evaluación, autocrítica, detener el avance del sector contrario, ponerse a la cabeza, hacer “entender” a la gente, trasvasijar conceptos y sentidos comunes, traducir la escena para la ruta democrático-electoral, cálculos para la repartija de escaños en el nuevo proceso constituyente, negociación con el gobierno, construcción de un nuevo discurso (esta vez con una moral más conservadora) para el proceso constitucional ya abierto. Esta agenda modera el alcance de sus análisis, define su hoja de ruta, e incorpora un diagnóstico común, respecto de las sensibilidades coloniales y racistas de la sociedad chilena.
Lejos de la insostenible homogenización del voto Rechazo, lo cierto es que su estrategia de campaña, basada en la divulgación masiva de fake news y la impresión de textos falsos de la propuesta constitucional, logró atravesar el centro del corazón neoliberal chileno mediante el temor infundido a las restricciones estatales que se impondrían al emprendedurismo individual, propio del “comunismo venezonalo y cubano”. El temor a la facultad estatal para apropiarse de “tus” ahorros previsionales, o la imposibilidad de tener más de dos casas, pusieron en escena un ingrediente de sabor conocido: “en Chile, solo mediante el esfuerzo personal te puedes garantizar condiciones dignas para vivir”. La falta de registro de un Estado que garantice condiciones de existencia dignas, o que permita salir de la pobreza, refuerzan la confianza en las estrategias individuales como únicos caminos seguros para la subsistencia y el ascenso social. Décadas de entrenamiento bajo el signo de la subjetividad neoliberal, han dado como única forma de garantizar educación, salud y alimentación, el desarrollado de estrategias de gestión familiar empresarial, que junto a la llegada ocasional de transferencia directas de dinero mediante “bonos”, han motorizado la economía nacional de subsistencia no especulativa.
La composición del voto Rechazo, consuma malestares que van desde el voto de castigo al gobierno de Boric, hasta el hermético encapsulamiento del proceso de debate al interior de la Convención Constitucional (dada su estructura y campaña de desprestigio permanente que realizaron todos los medios de comunicación).
El gobierno desde un principio hizo declaraciones de apoyo a la Nueva Constitución, pero este nivel de identificación “Boric = Nueva Constitución”, fueron escenificados por la televisión 24/7, gracias a las acciones judiciales y administrativas que movilizó la derecha. El castigo al gobierno, votándole en contra el nuevo texto, fue una sofisticada operación que comenzó apenas asumieron los Convencionalistas, y que se vio reforzada gracias a las decisiones que ha tomado el gobierno estos primeros meses.
El gobierno de Boric, ha estado en permanente diálogo con la derecha y los sectores más conservadores de la sociedad chilena, han definido la agenda de gobierno, su abordaje y dinámica televisiva, en absoluta subsumisión a su lenguaje y ritmo. Se han ubicado en un terreno, en el que obviamente, siempre quedan expuestos como perdedores e improvisados. Las permanentes disculpas de Ministrxs, por algún agravio reclamado por la derecha, no se replicó además, con la misma empatía, frente a los agravios del pueblo movilizado y organizado.
La primera gran caída del gobierno, fue su negativa al 5to Retiro del sistema de los fondos de pensiones (AFP). Boric, siendo diputado en el gobierno de Piñera, votó a favor, de los retiros 1°, 2°, 3° y 4°, esta vez siendo Presidente, apeló al impacto macroeconómico de la medida, a las consecuencias en el mediano y largo plazo, y a que no se resolvían los problemas estructurales del sistema de pensiones, adoptando así una posición ética, que laceró la confianza en su figura. Para terminar de darse un tiro en los pies, lleva al Congreso un proyecto que permitiría este 5to Retiro, sólo para pagar deuda bancarizada, es decir, un segundo golpe a la huida que han sabido esquivar las economías populares frente al saqueo bancario-empresarial.
En esta misma agenda ética, las atrocidades de las violaciones a los DD.HH., que se siguen desplegando con las fuerzas policiales y militares contra toda protesta social y mapuches, evidencian que no hay voluntad de prestar oído a los sectores que le permitieron el triunfo electoral (el 70% de los votos obtenidos en la 2da vuelta presidencial fueron jóvenes y mujeres), ni agenda con movimientos sociales, ni un discurso contrahegemónico frente al relato con que nos rodean las 7 familias dueñas de Chile.
El liderazgo de Boric, lejos de la imagen promovida por la prensa norteamericana y sus redes, es completamente opuesta a la de Salvador Allende. Sin proyecto de avanzada, sin convicción para castigar las violaciones a los DD.HH., sin iniciativas de transformación estructural, sin el despliegue de una política comunicacional que amplifique la voz de los sectores populares, sin implicancias con el mundo obrero y popular, caen en un triste “más de lo mismo”, constituyéndose así, el importante voto castigo del 4 de septiembre.
Hoy se organizan las fuerzas políticas frente al proceso constitucional abierto. Boric, el día 6 de septiembre cambia su gabinete bajo el espectacularizado y estricto control de la derecha, y hace entrar a la ex Concertación por la puerta ancha. Mientras, en las calles, desde el día 5 de septiembre se movilizan con presencia masiva los estudiantes secundarios bajo una brutal represión.


La herida que ha dejado el triunfo del Rechazo, no es menor, no sólo porque el gobierno ha entregado el proceso constituyente a la institución con menos confianza popular: el Congreso, sino por la decepción de ese 40% del APRUEBO, que rápidamente ha asumido el diagnóstico de la derecha. Pasan la cuenta además, la banalización de los símbolos feministas, que completamente despojados de sus contextos de lucha y ajenos a la identidad de los sectores populares, fueron usados de una forma vacía y esnobista para vestir al gobierno, y ahora quedan como tapete para que la lectura conservadora de la sociedad se limpie las patas.
El feminismo de gobierno, frente amplista y dueño del micrófono que amplifica la voz de las reflexiones academicistas, tiene una agenda basada en la enunciación de políticas públicas nacidas desde el asesoramiento experto, que busca la ampliación de derechos en clave jurídica, colonial y moderna. Los espacios de debate teórico que alimentan la agenda institucional feminista, está dada por el academicismo, y por ende, ausente de una reflexión que se haga cargo de los límites que impone la inercia burocrática estatal al interior del Estado. Así, por ejemplo, la Red de Municipios Feministas, promovida por la Municipalidad de Ñuñoa, no termina siendo más que una nota en el diario, una posibilidad de ponerse en onda con el gobierno y el gabinete de la primera dama/Irina Karamanos, y usada como una estrategia de ocultamiento a la violencia patriarcal que se padece en los centros de trabajo del servicio público. Esta Red, hasta ahora, no garantiza la participación de funcionarias en la problematización de la violencia patriarcal en la administración del Estado, tampoco compromete recursos para desplegar medidas tendientes a la erradicación de la violencia, ni establece mecanismos de control para entrar o salir de la Red.
Chile tiembla, y como réplicas telúricas, pasamos del erotismo colectivo que se despliega en el eterno retorno de la Revuelta, a la frustración. De la vergüenza por la banalización de los símbolos, a la imposibilidad de la renuncia.

 

 

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