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DECÁLOGO ANTINEOLIBERAL

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Por Fernando SoCar

Cuando transitamos por un período crucial de nuestra historia, a partir del levantamiento popular del 18 de octubre de 2019, donde el estallido social tomó la posta de las más profundas luchas de nuestros pueblos y generaciones, es momento de confrontar a quienes aspiran a conducir el Estado (en su vigente estructura tradicional), en todos sus niveles. Más, en tiempos que el mundo sufre la más grave crisis ambiental, provocada por las consecuencias del capitalismo depredador.

Porque como si nada hubiese pasado (o esté pasando), la dirigencia política que se regenera y se defiende en estas crisis institucionales, tanto la tradicional moribunda como también la nueva emergente (especialmente ésta última aprovechando la ‘oportunidad’), a contrapelo de la expresión popular soberana, se proponen como alternativas presidenciales y parlamentarias, validando y perpetuando un esquema diseñado y protegido para perpetuar el poder justamente en la clase dirigente y no en el pueblo desplazado.

Precisamente ese pueblo que en sus diversas expresiones se movilizó por meses, exigiendo cambios definitivos, sistémicos, que acabaran con décadas de abusos e injusticias. Ese pueblo apuntó nítidamente, muchos de forma consciente y otros sin siquiera dimensionarlo, a las bases del modelo neoliberal, impuesto a sangre y fuego en Chile desde la década del setenta, profundizado en la post dictadura.

Por eso es fundamental que los aspirantes a recibir un nuevo voto de confianza, (no obstante que el promedio de participación de los últimos comicios no logra superar el 50% del electorado) se definan y comprometan sobre los principales ejes que permitirían superar el modelo neoliberal. Como un incipiente ejercicio me atrevo a proponer un decálogo con los principales aspectos que involucra una visión verdaderamente transformadora y que apunte a sustituir el sistema neoliberal por un poder popular activo y permanente (Experiencia que Chile ya conoció en breve lapso, durante los últimos meses de la Unidad Popular y, cómo no, fue truncado por el poderío económico y militar).

1.- Esto supone en primer lugar, promover y desarrollar un proceso constituyente donde el pueblo ejerza el poder constituyente soberano, donde se mandate desde los territorios y todos los ámbitos de la sociedad organizada para el establecimiento de un marco societario general, surgido de la deliberación colectiva y no de la elección de representantes sin mandato, en un sistema copiado de una elección convencional, con primacía de los partidos (viejos o nuevos).

Lo anterior contraviene abiertamente el actual proceso, que tiene ilegitimidad de origen, por cuanto es producto de una propuesta de Sebastián Piñera, acogida por la mayoría de la dirigencia política, mientras se violaban los derechos humanos en las calles, con el objetivo de contener y desmovilizar al pueblo con una iniciativa tan atractiva como cambiar la constitución de la tiranía de Pinochet. Acuerdo que se consagró con fundamentales cortapisas a la soberanía popular y con la fuerte tutela de la clase política, más allá de las ‘concesiones’ que después se han introducido.

Como se puede comprobar hoy, la Convención Constitucional establece fórmulas para ‘ir’ a regiones, para ‘escuchar’ al pueblo, para ‘permitir’ participación de organizaciones. Es decir, todo lo contrario a un ejercicio de la soberanía popular DESDE el pueblo, mandatando a los constituyentes que puedan surgir de esa misma deliberación. Ahí entonces hay un primer aspecto que debe llamar a la definición de todos los candidatos en las próximas elecciones.

2.- Apuntar al poder del capital. Fin de las AFP, de los monopolios y colusiones, así como de los negocios en base a derechos sociales como la salud y la educación. Regulación estricta del sistema financiero. Reforma y rediseño tributario. Sistema de pensiones digno y con supervisión institucional. Establecimiento y potenciación de áreas estratégicas de la economía, entre otros aspectos.

3.- Revisión de los tratados de libre comercio, revisando especialmente los capítulos relativos al aseguramiento de la intervención de capitales transnacionales que afectan la producción interna. Promoción de la cooperación, especialmente regional. Implementar la producción elaborada.

4.- Terminar con la explotación indiscriminada de los recursos naturales, especialmente de empresas extranjeras. Que sean las comunidades y los territorios los que los aprovechen y trabajen, de acuerdo a las necesidades. Lo mismo con el tema agrario.

5.- Establecer poder local y colectivo a través de estructuras, instancias o espacios territoriales que expresen la organización social y popular activa. Que se traduzca en mandatos vinculantes.

6.- Repensar el sistema político institucional. Que el pueblo decida si se modifica el sistema electoral, el régimen presidencial (quizás avanzar hacia un federalismo incipiente), el poder legislativo (una Asamblea Legislativa?), el poder judicial, etc.

7.- Establecer la plurinacionalidad, con reconocimiento, autonomía y autodeterminación de las naciones originarias. El pueblo además deberá deliberar si es Estado, Federación u otra forma de organización.

8.- Disolución, recomposición y nuevo perfilamiento de órganos armados y policiales. En relación a las necesidades del pueblo y no de los intereses de los poderosos.

9.- Facilitar la movilización y participación activa del pueblo, en todos los niveles y formas. Que protagonice los procesos transformadores.

10.- Crear un Tribunal especial de justicia y reparación popular histórica. Especialmente en materias de derechos humanos, laborales, ambientales, entre otros. Que incluya un indulto general sin condiciones para los presos políticos. En todos los ámbitos mencionados se debe poner especial énfasis en la reparación.

Otro aspecto fundamental, que podría ser complementario a todo lo anterior, es la cuestión de los medios de comunicación. Se debe terminar con los monopolios de la información, limitando la tenencia de medios y estableciendo único giro. Promoviendo a la vez, la red de medios autogestionados, independientes y locales.

Hay también otros elementos que si bien no son centrales en un diseño antineoliberal, poseen un valor simbólico relevante, como son los llamados ‘emblemas’, como los himnos, las banderas, escudos, etc etc. Todo eso debe ser revisado.

Por cierto que el enfoque de género debe ser un componente transversal e ineludible, incluyendo cuestiones como la paridad y las perspectivas feministas, de diversidad, que también deben expresarse en la construcción de la nueva sociedad.

Por cierto que todos los aspectos mencionados requieren de mayor elaboración y determinar medidas concretas para cada uno de los ejes. Pero al menos es una primera aproximación a un programa o una hoja de ruta que apunte a los elementos centrales para la superación del modelo neoliberal, sin maquillajes ni embustes. Aunque, tal como lo señalaba al inicio, quizás no sirva tanto para interpelar a los que no aceptan espacios de disidencia o protagonismo fuera del marco institucional, sino que tenga mucho más sentido para aportar a la confluencia de un espacio popular, fuera del actual sistema institucional, que avance con la fuerza de la unidad colectiva, lejos de intereses protagónicos de algunos. 

Porque lo que no han entendido los que secuestraron para si la soberanía, y lo siguen haciendo hoy, es que en un proceso genuinamente constituyente, la clase política debe hacerse a un lado, dejando la tarea del dibujo societario al pueblo soberano, y luego en conjunto, disputar los espacios de representación que se establezcan. Lo contrario es conflicto de interés. Lo contrario es perpetuar la lógica institucional repudiada por cientos y miles en las calles desde octubre de 2019.

Aun así, ¿Quiénes de los candidatos presidenciales y parlamentarios suscribirían este decálogo?……………

Por Fernando SoCar, Administrador Público, Comunicador y Gestor Cultural

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