Rafael Kries. Junio 2021
Dr. rer. Pol. Universidad de Kassel – Alemania
¿Cómo asumir la comprensión de un conflicto sin ubicarlo en algún contexto y coyuntura?
En la guerra fría la izquierda recibía una jerarquía de temas y luchas que venía dada en las revistas del PCUS y la derecha la recibía del Reader´s Digest.
¿Pero ahora, qué haría relevante el conflicto de los rohinyhas o de los tamiles, de los hutíes o de los armenios, por sobre el de los colombianos o mapuches, de las confrontaciones en Cachemira o Siria, excepto que la CNN los resalta o los esconde y otros medios hacen lo inverso?
El problema más difícil del pensamiento contemporáneo es poner cosas y opiniones en contexto.
El pensamiento analítico, poderosa herramienta de la División del Trabajo y de su Episteme la Razón racional, ha penetrado tanto dentro de nuestras cabezas que es muy difícil hoy en el mundo cotidiano, pero también en la esfera teórica, apelar a las exigencias y prelatura de la síntesis.
Hoy en amplios sectores, que se consideran parte del mundo crítico al sistema imperante, prevalece un pensamiento segmentado, inconexo, estructuralista en el mejor de los casos, o abstracto. Las formas del valor, el fetichismo y el estructuralismo lo impregnan todo, lo cual no es sino expresión y/o reflejo del modo de vivir y reproducirse de la sociedad contemporánea.
¿Cuál es el contexto de un conflicto como el que vimos las pasadas semanas entre el Estado de Israel y la Dirección del segmento del pueblo palestino ubicado en Gaza?
.- ¿Es un conflicto local y circunstancial de dos fuerzas aisladas, una que es un Estado Nacional poderoso y la otra de un Gobierno local, cada uno con amplios sectores de su población en apoyo?
.- ¿Es un conflicto regional y que implica solo el Medio Oriente. Pero que hoy aparece abarcar no sólo los países de la media luna fértil sino a Irán y Turquía?
.- ¿Es un conflicto geo-político o abarca dimensiones geo-estratégicas?
.- ¿Qué fuerzas locales y globales y a través de qué mecanismos se confrontan en ese rincón del mundo?
.- ¿Quiénes son los sujetos que asumen esas acciones? ¿Son los judíos? ¿Son los ciudadanos de Israel o quienes controlan su Estado Nación?
¿Es el pueblo hebreo, una religión y una raza? La respuesta es compleja pues pocos distinguen lo que esos nombres y conceptos significan o han significado, y los unifican en alguna idea vaga que recoge el inconsciente colectivo de Occidente.
.- Y por el otro lado ¿Quiénes son los palestinos a que nos referimos con esa denominación?
¿Son los pueblos de la región de la Filistina, que hace un milenio fue islamizada por los pueblos árabes y posteriormente controlada por el imperio otomano?
¿Son los pueblos de habla y religión musulmana que Inglaterra y Francia dividieron en el s XX en varias áreas, países y estados, de diversa composición poblacional como Israel, Jordania, Siria, Líbano, en un reparto imperial más o menos ratificado por la ONU? ¿o sólo aquellos descendientes de las tribus de la región costera, cuyos hijos y descendientes se cuentan por millones, no sólo allí sino en Egipto, Siria, Marruecos u otros países árabes, incluyendo minorías significativas en todo el Golfo Pérsico?
¿Qué son y qué perspectivas tienen los “Estado-Nación” involucrados en esa zona? ¿Qué hay de las naciones que intentan serlo, como los sarahuíes, los kurdos u otros grupos demográficos importantes ante cuyas luchas Occidente se lava las manos o las manipula groseramente?
¿Por qué sus poblamientos se han unificado y segmentado de tan diversas maneras?
Y finalmente, ¿por qué aparece Occidente permanentemente involucrado en la destrucción de sus expresiones políticas más cercanas al laicismo y a intentos de desarrollo industrial e incluso democracia formal?
¿Cómo puede industrializarse e integrarse una región cuya religión fundamental, el Islam, no se ha separado de la lucha política directa? ¿Cómo abrir perspectivas de participación desde la base que no sean controlados por el fundamentalismo religioso?
Son tareas inmensas, también para aquellos que desde afuera busquen apoyar con respeto, los esfuerzos de autonomía, modernidad y simple laicismo que se intentan en forma sostenida pero dispersa.
El problema analítico en este documento no consiste en jerarquizar o categorizar en niveles de modernidad a esos múltiples grupos enfrentados en la faz oriental del Mar Mediterráneo, sino sólo en reflexionar porqué lo hacen –en singular pero contextualizando– el Estado de Israel y grupos palestinos.
.- ¿Por qué llegaron, de dónde y cómo a la situación actual?
Los Israelíes, que se consideran judíos, vienen mayoritariamente de Europa y el Medio Oriente, aunque hay amplios sectores del Norte y Oriente de África e incluso de América. Hay entre ellos, ateos, religiosos liberales, así como minorías ortodoxas de diverso matiz. Incluso una minoría de religión musulmana y cultura árabe que ha jugado un papel importante en las resoluciones políticas de las últimas semanas.
Además, hay también importantes minorías cristianas monofisitas, evangélicas, sincréticas y de múltiples matices religiosos, étnicos y culturales.
No obstante, a pesar o incluso junto a ello ha llegado allí a construirse un Estado-Nación en que grupos de cultura, origen ético o religioso articulados en torno a mitos judíos controlan un ejército y sociedad moderna, que es temida u odiada, no sólo por sus vecinos sino por un amplio sector de los países cristianos y musulmanes.
Esos sentimientos y su estructura no pueden comprenderse a través de dos frases, pero es evidente que en la conformación de este Estado singular –que recreó incluso un idioma común, el hebreo moderno– y en su relación con la cultura y religión judía, está involucrado no sólo el Holocausto de millones en Europa sino un tema cultural profundo: el haber sido utilizados como chivos expiatorios de Occidente en cada una de sus Crisis por casi mil años.
Advertimos, en consecuencia, que si no se tiene una panorámica histórica y una interpretación profunda de las raíces del anti-semitismo, no es posible comprender el origen y evolución de esa Nación y su futuro.
En consecuencia, no me interesa plantear enfoques estructuralistas de rescate de su impronta democrática o sectaria, de sus Kibutzs o su rol en los mercados, sino hacer comprender algo más relevante que se esconde detrás del llamado “problema judío”, en Occidente. Es en Occidente en donde están las claves de ese conflicto y es en la actual crisis global en donde se plantearán salidas.
También debemos acercarnos al otro segmento de población humana en ese conflicto regional, el que en Palestina no ha logrado constituir un Estado-Nación árabe por diversas causas geo-políticas, atribuibles a diversos factores y fuerzas, y que es utilizado como punto de unión de un nacionalismo árabe frustrado desde la época al menos de Gamal Abdel Nasser, por Occidente.
En esa dialéctica de crisis un conflicto que nunca ha sido local, es hoy mayor que el que atraviesa países y sociedades 10 veces más grandes, y moviliza a creyentes de religión musulmana y cristiana en ese esfuerzo.
¿Hay en la base de esa confrontación un conflicto racial, como fue la ideología central de las confrontaciones del capitalismo europeo del s XVIII ? Eso es de muy difícil argumentación pues los ciudadanos judíos de Israel vienen de los cuatro rincones del planeta, y aunque muchos de ellos lo crean. su similitud genética es menor entre ellos que con la población de Gaza o Jericó.
Una segunda formulación es que ella surge del sentimiento religioso de ambos sectores, en que unos culpan a un lado y otros al otro. También eso es de difícil argumentación pues tanto el Estado israelí como los viejos liderazgos palestinos eran en buena parte ateos o librepensadores.
Geo-políticos podrán decir que se trata de la ubicación geográfica del territorio en que viven y la distinta provisión de recursos. Que el petróleo pasa por allí o por sus cercanías. Pero, aunque hay elementos que pueden favorecer ese tipo de explicación no explican la permanencia ni intensidad en la valoración de un conflicto que no tiene la magnitud de víctimas alcanzados en cualquiera de los conflictos en otros países de esa región.
¿Es entonces un conflicto de Civilizaciones o de Culturas, como fue la interpretación estructural de Occidente en los conflictos de la Guerra Fría?
No creo que ello sea suficiente explicación. La Crisis Global que yo he denominado “Crisis Perfecta” no tiene una posible resolución en una nueva guerra mundial como fue el caso de la Crisis de 1929. Tampoco la tiene en el actual juego de fuerzas por la hegemonía planetaria.
En esa situación de equilibrio inestable las grandes multitudes buscan en el juego de conflictos, cuales grupos humanos pueden servir de chivo expiatorio de sus tensiones y angustias. Es el ascenso del fascismo cotidiano y estructural el que frustra en Occidente, ver salidas hacia una comunidad unificada en torno de nuevos valores, ideas y actitudes.
¿Pueden las sociedades democráticas de mercado ofrecer nuevas salidas, aparte de su confrontación con las sociedades centralizadas de mercado en Oriente? ¿Qué se esconde detrás de este aparentemente inocente ascenso de un pensamiento fascista, no siempre anti -judío pero siempre autoritario?
En la resolución de esas interrogantes está una respuesta no sólo para conflictos como los de Israel y Palestina, de los Rohinyas y el Estado Birmano, o los temas de Yemen u Ruanda sino a temas de la Revolución Mundial, hoy olvidada como problema por la Izquierda. Hoy es el triunfo de la idea de Stalin de que pueden resolverse los temas de la guerra y del Socialismo en “un solo país”.
Pero no es encerrándose dentro de los Estados Naciones, sino abriéndolos a acuerdos integradores en nuevas perspectivas comunitarias, en donde pueden encontrarse salidas de largo plazo. Por cierto, esas eran las ideas que formulo hace más de 70 años, un notable líder nacido en Rusia: David Ben Gurión, proponiendo Kibbutzim integrados por grupos de distinto origen, incluido el árabe .
En resumen, el acenso de la abstracción del valor y la crisis de la globalización financiera están conduciendo a la humanidad a buscar en los niveles de la guerra y de la occisión ritual una respuesta de largo plazo a los conflictos internos y externos. Como consecuencia vemos un ascenso estructural del fascismo y del fundamentalismo religioso y de la abstracción de mercado, así como de nacionalismos y particularismos.
Detrás de la lucha palestina se encuentra –además del nacionalismo árabe, el islamismo y el antisemitismo occidental– su oposición a ser “el pato de la boda”, el “homo sacer”, el sacrificado en la consolidación del Estado de Israel. Si ello los arrastra a una confrontación de alto impacto local no parece estar en sus pensamientos.
Detrás de la supervivencia del Estado de Israel, se encuentran no sólo los judíos de ese lugar y minorías aliadas de esa zona, –junto al maquiavelismo político de grandes potencias e Iglesias– sino un sector de cultura judía en Europa y América, que no desean ser nuevamente el chivo expiatorio de los holocaustos de Occidente para reequilibrar sus juegos de poder y dominio.
La vieja izquierda marxista ha abandonado desde hace un siglo su internacionalismo proletario y de clases sociales para retroceder a la ideología de un anti-imperialismo singularizado sólo en EEUU, y de vaga solidaridad cristiana que es más bien de defensa de Derechos Humanos nominales, que le evita defender derechos ciudadanos y la dura tarea de repensar salidas a esta Crisis Perfecta.
Pero es mi pronóstico –ya expresado al iniciarse este siglo XXI– que esta Crisis se acentuará hasta que nuevas articulaciones de fuerza, mentales, sociales y políticas reordenen los procesos de producción y/o reproducción, no sin graves daños que afectarán la vida del planeta en múltiples sentidos.
El facismo y el anti-semitismo están ad-portas, detrás del nacionalismo y fundamentalismo, pero no surgiendo de las oligarquías y el lumpen como en el s XX, sino transversalmente de amplios sectores de la población que no encuentran respuestas a su Crisis en un marxismo estructuralista o en un liberalismo deslavado.
En la confrontación local –en los territorios en que hoy habitan comunidades israelíes y palestinas– de dos dirigencias Nacionalistas y próximas al neo-fascismo: las de Netanyahu y las de Hamas, un amplio sector que se dice de izquierdas ha preferido replegarse sobre fundamentos cristianos y el nacionalismo.
Hay otros, por último, que abandonan toda aproximación histórica-materialista para evaluar respuestas en el plano de la analítica transaccional. Así se les aparece Marx como un europeísta que cedió ante las presiones imperialistas inglesas para criticar el sistema de castas en la India, o advertir el carácter oligárquico de las clases que en América Latina dirigían con Bolívar la revolución independentista contra España.
Así pueden celebrar el bombardeo de las Torres gemelas como un triunfo y algo propio o ignorar que cada acción viene de una acción y reacción previa.
Es una incapacidad, para ubicar en contextos no sólo territoriales sino histórico-estructurales, que esta nueva generación deberá superar para evitar ser arrastrada por el derrumbe epistemológico y social que esta Crisis Perfecta trae consigo.