Por Fernando SoCar
Fueron abatidos los hermanos Rafael y Eduardo Vergara Toledo se informaba aquella noche………… Aparecieron degollados decían en la radio, al día siguiente, los tres profesionales que habían sido detenido………..dos casos emblemáticos, que estremecieron la conciencia del país bajo el terror de la tiranía. Hubo otros hechos ese día, menos conocidos, que también dieron cuenta de la barbarie desatada del aparato represor del régimen de Pinochet. El 29 de marzo de 1985, marcó un punto de inflexión, que reforzó la convicción colectiva más íntima del pueblo chileno, para profundizar la lucha en todos los frentes y terminar con la dictadura.
El horror de esos hechos y tantos otros, como los ocurridos el año siguiente y durante los 17 años que Chile soportó la opresión militar, impulsaron a la ciudadanía, especialmente de sectores populares a dar esa lucha final, decisiva, abierta y encubierta, que finalmente terminó con la dictadura, pero donde se asumió un camino institucional que al tiempo mostraría los errores y traiciones de esa vía. Desde hacía ya unos años, trabajadores, pobladores y estudiantes habían iniciado una lucha clandestina, territorial, que avanzaba a jornadas nacionales, donde se logró desestabilizar el poder del régimen. También aportó el mundo cultural, las comunidades religiosas y la prensa opositora. Los resultados de todo ese esfuerzo fueron muy dolorosas para cientos de familias que aún hoy claman por justicia.
Toda esa épica por la libertad, que en ese tiempo se propagaba en las noches, en reuniones secretas, en círculos pequeños, en las esquinas de los barrios, se justificaba por la opresión y las injusticias que el pueblo sufría en manos de quienes ejercían el poder sin contrapeso. Por quienes habían usurpado la soberanía y la voluntad democrática a sangre y fuego. En definitiva, por quienes impusieron un régimen político, institucional y económico funcional a los poderosos y que condenaba al pueblo a la miseria.
La resistencia no fue fácil. Esa necesidad de cambiar el estado de cosas que se percibía generalizada, se conflictuaba con el miedo que dominaba las relaciones sociales y familiares. Por eso el homenaje a todos esos combatientes anónimos, que se jugaron la vida protestando, saboteando e inspirando a muchos a unirse a la lucha desigual.
Hoy, en otras condiciones históricas, pero con similar ímpetu, otros jóvenes, estudiantes, pobladores, trabajadores, siguen librando la resistencia por la dignidad. A partir de octubre de 2019, la semilla que germinó de la lucha popular nuevamente se hace visible en los territorios. Aunque la élite política haya fraguado un “proceso constituyente” para embriagar a la ciudadanía y contener la rebelión popular, atrincherándose en las reglas del juego institucionales para traicionar (una vez más) la masiva movilización que demandaba cambios profundos y no cosméticos. Esa jugada tramada en La Moneda y validada por la mayoría del espectro político, que sentó las bases para la futura constitución de Piñera (más allá de que no la alcance a firmar, solo por efectos de la pandemia), es otra justificación para la resistencia y la lucha social. Porque pactaron sin importarles los muertos, los mutilados oculares, los reprimidos y encarcelados, que significaron cuatro contundentes Informes condenatorios de organismos internacionales sobre derechos humanos, que sin duda la historia se encargará de dimensionar en su justa medida.
En medio de esta pandemia, cuando todos aplauden la vacunación universal y gratuita, donde nadie alega injusticia porque los adinerados reciben su vacuna tal como el más humilde de los obreros, donde ninguna autoridad ha salido a decir que ellos se marginan porque podrían pagar por su vacuna (como se argumenta cuando se discute sobre salud, educación o pensiones). Porque en los últimos años ha primado el criterio del negocio por sobre los derechos sociales. Porque mientras la gran mayoría se debate entre dramáticas realidades económicas, los grandes negocios de los megaempresarios y las grandes fortunas siguen aumentando y aseguran sus ganancias en este tiempo de crisis sanitaria. Por eso, en este nuevo tiempo histórico, donde se vuelven a levantar muros y se abandona a su suerte a los jóvenes y niños en las poblaciones, los combatientes anónimos vuelven a surgir como los que señalan el camino. Son los que nos conectan con las más nobles y emblemáticas luchas de todos los tiempos. Para que el sacrificio de los que cayeron aquel 29 de marzo y en todas las resistencias de ayer y de hoy, no se olvide ni sea en vano. Estamos todos llamados a hacer nuestro aporte y reivindicar esa memoria.
Por Fernando SoCar, Administrador Público, Comunicador y Gestor Cultural