No es broma. Si a usted el fútbol le interesa un cuerno, entonces no lea estas líneas. En serio, no las lea; ellas han sido escritas para los futboleros de verdad, esos a todo dar. Esta será una larga crónica, aunque conste sólo de algunos recuerdos puntuales de las décadas del 50 y 60
¿Cuánto saben, realmente, de fútbol, de su historia en Chile, de aquellos partidos sensacionales jugados en los pastos del Nacional, del Santa Laura, de Playa Ancha, de Sausalito, de Independencia? Yo puedo contarles…pero será historia larga, ya que todo comienza allá por 1955.
No soy periodista (menos aún periodista deportivo), pero tengo excelente memoria, y respeto –casi con fruición enfermiza- a mis ídolos de ayer y de anteayer, aquellos que lograban encender mis pasiones y sacar gritos de aliento (o de insultos, según fuese la jugada…buena, mala o pésima).
El primer partido de fútbol que presencié en mi ya larga existencia fue aquel que disputaron “Guerrilleros” de Teno, con “América” de Curicó, en el viejo estadio La Granja. Ello ocurrió el año 1955, y ese encuentro “amateur” fue sólo la ‘previa’ del partido de fondo: Alianza de Curicó versus Rangers de Talca. Una verdadera fiesta en aquel inolvidable verano cuando el fútbol conquistó mi corazón. Yo tenía dulces 10 años de edad.
En 1955 y 1956, aún viviendo en la ciudad de las tortas (Curicó) escuché (en radio Corporaciòn) y leí (en revista Estadio) los triunfos de Universidad Católica, campeón en 1955 de la mano de Miguel Montuori. Sin embargo, al año siguiente, ese mismo equipo, esa misma formación, pero sin Montuori ya que este se había marchado a Italia, Católica terminó en el último lugar de la tabla y descendió a segunda división. ¿Se imaginan ahora cuán tremendo jugador era Montuori? (se nacionalizó italiano y jugó 12 partidos vistiendo la camiseta de la “azzurra”). Y bueno, ese mismo 1956 el club Palestino obtuvo el campeonato (casi invicto, pues perdió su último partido –siendo ya campeón- con ColoColo); de aquel tremendo equipo ‘baisano’ recuerdo nítidamente su delantera: Pérez, Coll, López, Fernández, Díaz. ¡¡Qué ofensiva era esa, mama mía!!
TIEMPOS VIEJOS
Cinco años después (1961), mi familia se trasladó a Santiago y seguí encaramado en cualquier tablón de cualquier estadio ante cualquier encuentro de fútbol. Estadio Nacional, Santa Laura (de Unión Española), estadio Independencia (de la UC), estadio Ferroviario (del Ferrrobádminton), fueron mis lugares habituales de sábado y domingo. Ya más ‘lolo’, visité muchas veces el Sausalito y Playa Ancha, como también el viejo estadio de La Calera, el de Coquimbo, y el Fiscal de Talca. Pero, mi ‘casa’ futbolera fue sin duda el Nacional con sus programas dobles dominicales; a las 13:30 el preliminar, y a las 15:30 el de fondo.
Ya en verano, esos programas dobles fueron nocturnos y sabatinos: a las 20:00 y a las 22:00 horas. Inolvidables. En aquellas encantadas noches de sábado vi jugadores maravillosos de muchos equipos. Recuerdo sólo algunos, como las delanteras goleadoras de la UC y de Colo-Colo. Miren estos nombres. En los cruzados: “Chocolito” Ramírez, Nacho Prieto, ‘Golcito’ Gallardo, Tito Fouilloux, ‘Chueco’ Ibáñez. En el cacique: ‘Súperclase’ Moreno, ‘Cuacuá’ Hormazábal, Luis Hernán Álvarez, Chamaco Valdés y Bernardo Bello (después aparecerían el ‘chino’ Caszely, Frojuelo, Beirut, Vasconcelos).
No eran los únicos. En la ‘U’ ya lucían varios que luego serían insuperables integrantes del famoso “Ballet Azul”, cual era el caso del ‘Fifo’ Eyzaguirre, ‘Pluto’ Contreras, ‘Checho’ Navarro, el ‘chico’ Araya, la ‘Vieja’ Álvarez, Tanque Campos, Siete pulmones Marcos y Leonel Sánchez, todos ellos bajo la batuta del DT Luis ‘Zorro’ Álamos.
Mientras tanto, Unión Española, Santiago Wanderers, Everton, La Calera, San Luis, O’Higgins, no iban en zaga con sólidas formaciones en las que destacaron cracks de la talla de Raúl, Sánchez, ‘Chico’ Méndez, Cantatore, el gran Elías, Tobar, Hoffrman (Wanderers); Pedro-Pedro Aravena, Meléndez, Verdejo, Eladio Rojas (Everton); Nitsche, Machuca, Félix y Honorino Landa, Grillo, Cruz (Unión Española); Rómulo Betta, Pindinga Muñoz, Pititore Cabrera, Pato Yáñez (San Luis). Y O’Higgins en esos años nos mostró en distintos planteles a Mario Desiderio, Zazzali, Vairo, Pino, Ricardo Díaz, Osorio. Mientras, en La Calera brillaba con luces enormes el gran Osvaldo ‘Pata Bendita’ Castro, tal como lo hacía otro enorme mediocampista en Rangers de Talca: Juan Cortés.
Sin embargo, permítanme una mención muy especial y destacada para un jugador de Audax Italiano que fue en un crack en todo el sentido de la palabra, Carlos Reinoso. Uno de los mejores “8” que he visto en el fútbol chileno. Un genio. Los mexicanos se lo llevaron, y allá en tierras aztecas se transformó en un ídolo a todo dar. Fue él quien abrió las puertas del fútbol mexicano a todos (sí, a todos) los jugadores chilenos que llegaron a ese país en los años siguientes.
Por cierto, también viví, en directo, el Mundial del ’62 desde la esquina noroccidental del Estadio Nacional. Suiza, Italia, Alemania, Brasil, Yugoslavia, Checoslovaquia, desfilaron ante mis ojos en aquellas históricas e inolvidables jornadas donde ‘Nino’ Landa, Raúl Sánchez, Jorge Toro, Jaime Ramírez y Leonel eran mis favoritos.
De ese mundial recuerdo con alegría y nostalgia a Elsener (golero suizo), David y Omar Sívori (Italia); Uwe Seeler (Alemania); Schroiff (Checoslovaquia); Amarildo, Garrincha Didí, Vavá y Zito (Brasil); Soskic y Melic (Yugoslavia). ¿Cómo olvidarlos? ¡¡Imposible!! Chile también mostró lo suyo. Figuras emblemáticas nuestras fueron Jorge Toro, Leonel Sánchez, Luis ‘Fifo’ Eyzaguirre, Eladio Rojas y Jaime Ramírez.
De aquel mundial rescato la violencia en el encuentro Chile-Italia. De hecho, Leonel Sánchez derribó a un defensor itálico con un zurdazo al mentón…pero no fue expulsado. La prensa romana catalogó ese match como “la batalla de Chile”. Y así quedó registrada en la Historia del deporte.
Años más tarde, queridos amigos, llegaron los Pentagonales (¿se acuerdan de ellos?, ¿tienen memoria?). En esas maravillosas noches de verano, en programas dobles, gocé viendo fútbol de primera calidad con la actuación de equipos magníficos como River Plate, Santos (con Pelé y Coutinho incluidos), Selección Checoslovaca, Selección de la Unión Soviética (‘Mandrake’ Walter Jiménez de Colo-Colo les embocó a los soviets el gol del triunfo de los albos).
Yo estuve en el estadio Nacional aquel miércoles histórico de la final de la Libertadores del año 1966 cuando el Peñarol de Rocha, Abbadie, Pablo Forlán, Spencer y Joya derrotó 4×2 en tiempo complementario al gran River de Carrizo, Matosas, Sáez, Solari, Sarnari, Artime, Onega y Mas… endilgándoles a los millonarios el mote de “gallinas” que los ‘bosteros’ de Boca les enrostraron una semana después en la bella Buenos Aires. ¿Por qué ‘gallinas’? En el primer tiempo River ganaba cómodamente 2×0…pero en la segunda fracción se produjo una jugada que cambiaría dramáticamente el encuentro. Una pelota sin ningún peligro para la defensa de River, su arquero, Amadeo Carrizo, la paró de pecho mostrando su ironía a los charrúas que se indignaron y sacaron una garra de proporciones casi heroicas deportivamente hablando. Empataron el trámite 2×2 y fueron a tiempo extra, contando con el apoyo de los veinticinco mil espectadores (chilenos). En tiempo extra de quince minutos por lado Peñarol marcó dos goles más (Rocha y Spencer), logrando no sólo la Copa Libertadores sino, además, alcanzando el Tricampeonato en ese mismo torneo.
Fue también en nuestro estadio Nacional donde ‘nació’ el mito argentino Hugo Orlando Gatti, aquel tremendo golero ché que maravilló a miles de chilenos en el pentagonal de verano de 1967 reemplazando en River Plate a Amadeo Carrizo, lesionado en la mitad de un partido. ¡Y conquistó de inmediato a la prensa y al público futbolero de Chile! Desgarbado, con pantalones cortos que parecían nadarle en sus piernas delgadas, chascón y desaliñado… pero, ¡¡qué tremendo portero tenía en la banca River!! La verdad es que en ese pentagonal Gatti ‘jubiló’ al gran Amadeo.
EL MEJOR PARTIDO QUE HE VISTO EN MI LARGA EXISTENCIA
En este punto no revolotea duda alguna en mi cabeza, Santos de Brasil versus la Selección de Checoslovaquia (6×4 venció el Santos, con dos golazos de Pelé cuando el partido se iba). Ese encuentro de perlas, de campanillas, magnífico, ocurrió en el hexagonal de verano desarrollado en nuestro Estadio Nacional el 16 de enero de 1965 ante setenta mil espectadores (sí, setenta mil).
La prensa lo bautizó como “el partido perfecto”. Amigo mío, lea las opiniones emitidas por algunos de los asistentes a ese encuentro (publicadas por la revista argentina “El Gráfico” pocos días después):
<<Julio Martinez (Jefe de deportes de Últimas Noticias, Chile): «Con el correr del tiempo se hablará siempre de la noche en que Santos superó por seis a cuatro a la selección de Checoslovaquia. ¿Qué pasaba si Pelé jugaba para los checos? A lo mejor el resultado se invierte. Por eso me quedo con el espectáculo. Por eso creo que en la historia del estadio Nacional —veinticinco años de fulgores y galas— no se ha visto nada superior al primer tiempo del sábado. Por eso acepto la reacción popular en frases como estas:
<<¡Que cierren el estadio!… ¡Después de esto hay que descansar un mes!…. ¡Voy a las boleterías a pagar de nuevo!».
<<«Fue todo tan hermoso que el árbitro, Rafael Hormazábal, jugó cinco minutos de más. Y con toda razón. ¿Cuándo se va a encontrar en otra como esta?»
<<José Ramos Delgado, zaguero de River: «Debe de haber sido el partido del siglo. Dos equipos a ganar, nada de especular con el cero a cero, ni pensar que enfrente estaban Pelé o Masoput. 90 minutos de ir y venir, a todo trapo, con una fuerza y un afán impresionantes. Lo único malo fue el resultado: debió quedar cuatro a cuatro…,pero Pelé no entiende de esas cosas».
<<Alberto Sainz, marcador de punta de River: «Un partido extraordinario. Si Pelé jugaba para el otro lado ganaban los checos cinco a dos. El negro volcó el partido».
<<Ladislao Cap, volante de River: «La noche más grande de Pelé. Nunca lo había visto así. El espectáculo fue superior al que ofrecieron Racing y Santos en cancha de Huracán. El partido queda en la historia».
<<Raúl Hernán Leppé (jefe de deportes de «La Nación», Santiago): «Un partido excepcional y la presencia del gran rey. Pelé exhibió las múltiples facetas de su juego fantasmagórico, hecho de todo lo que configura al fútbol como un arte: fuerza, habilidad, talento, ingenio, sentido creativo y un poder de realización como jamás antes mostró jugador alguno en el mundo. En el primer gol, cuando primero a Smuker, lo via adelantado y le pasó la pelota por sobre la cabeza. En el segundo, en una maniobra como si siguiera la pelota al compás de un vals, la clavo en la red. En el tercero arrancó de media cancha, esquivo a tres rivales y dejó al arquero checo con la boca abierta, Beethoven, Miguel Ángel, Walt Whitman, Claudio Arrau… y Pelé. Cada uno en lo suyo».
<<José Marko, 42 años, director técnico de la selección checoslovaca, ex jugador del club Trnya: «El mejor de todos los partido que he presenciado en mi vida. Expresión acabada de lo que puede la dedicación puesta al servicio del equipo. Dos grandes conjuntos, sin duda, y una individualidad maravillosa: Pelé. Si yo hubiera estado dentro de la cancha me habría parado pare verlo jugar, como un espectador más. Nosotros pudimos ganar, sobre todo con un mayor ajuste del trabajo defensivo, pero la derrota no implica deshonra. Los aficionados chilenos han experimentado una satisfacción que muchos públicos del mundo les envidiarán seguramente. Esto pasa muy de tanto en tanto. Pelé es el jugador más grande de la historia… Pelé resolvió todo».
<<Pelé: «Gran partido. Muy duro, pero duro con la pelota, sin que en ningún momento se buscaran las piernas. Mi satisfacción mayor radica en la alegría del público manifestada en una ovación inolvidable. No puedo precisar si fue el mejor partido: en la cancha solo pienso en ganar, en luchar, en sacar todas las ventajas posibles. Ahora, mirado a la distancia, hago balance y creo que sí, que fue uno de los más emotivos que ha jugado el Santos. El público dio el fallo y eso es lo que más interesa. Ellos (los aficionados) pagan, exigen y a ellos nos debemos. ¿O no somos profesionales?»>>>
Ya, ¿qué tal? ¿Y saben por qué es tan importante para mí? Porque yo estuve allí esa mágica noche, en la galería norte, disfrutando, emocionándome, agradeciendo a Dios por presenciar en vivo y en directo el mejor partido de fútbol en la Historia del Fútbol Mundial. Años más tarde, en 1968, se lo recordé al mismo Edson Arantes do Nascimento en mi propia casa, perdón, en casa de mis padres, allí en Argomedo Nº 50, casi esquina de Vicuña Mackenna, en Santiago, por supuesto. Pero eso pertenece a otro momento, a otro hexagonal y a otra crónica.
TIEMPOS NO TAN NUEVOS
Lo que diré a continuación provocará, de seguro, una embestida de ácidas críticas, especialmente por parte de quienes no vivieron, ‘in situ’, el fútbol de ayer.
El llamado “deporte rey” cambió drástica e insanablemente a partir del uso de tarjetas, amarillas y rojas, blandidas por las cofradías de árbitros de acuerdo a las órdenes emitidas desde la FIFA en el Mundial de 1974 en Alemania. Allí se acabó el ’fútbol’ y comenzó el atletismo futbolero. No más defensores ‘guapos y bravos’…bienvenidos lo danzarines, bienvenido el show circense basado en la vertiginosidad del juego y en la pulcritud del mismo, rayana en la teoría del “nadie toque a nadie” so pena de ser expulsado luego de dos tarjetas amarillas, o de una roja directa.
¿En aquella larga época de la inexistencia de tarjetas, habrían logrado tanto éxito (mediático y futbolístico) jugadores como Maradona, Ronaldo ‘Fenómeno’, Cristiano Ronaldo, Ronaldinho Gaúcho, Messi, Mbappé, Alexis? Era aquel un fútbol violento, demasiado ‘guapo’ para los estándares actuales. Un ejemplo de lo que digo es aquella jugada ‘asesina’ que el año 1971 ejecutó el defensa paraguayo Enciso (Cerro Porteño) contra el delantero Pedro García (Colo-Colo), en el arco sur del Nacional, fracturándolo tan gravemente que García hubo de abandonar el fútbol profesional tres años más tarde, ya que nunca logró recuperar ritmo, fuerza ni técnica.
La verdad es que Di Stéfano, José Manuel Moreno, Montuori, Pelé, Coutinho, Spencer, Rocha, Abbadie, Leonel Sánchez, Sívori, Garrincha, Teófilo Cubillas, Masopust, Seeler, Fontaine, lo lograron a pesar de las patadas, los encontronazos, los codazos, la violencia de esos zapatos “un poco arriba” en cada trancada, y del temor arbitral de expulsar a un jugador por una sola infracción por fuerte que ella fuese. Mi duda persiste.
Amigos míos, fui testigo de verdaderas batallas campales, a puñetazo limpio, con patadas voladoras y árbitros huyendo hacia a camarines para desaparecer de escena, con los reservas o banca de cada equipo salir a pelear sillas en mano al medio del campo de juego.
Ocurrió no una, sino varias veces. Por ejemplo, en los Sudamericanos de la década de 1950 y en parte de la década posterior, argentinos y paraguayos, uruguayos y argentinos, brasileños y uruguayos, protagonizaron unas broncas de padre y señor mío; algunas de ellas terminaron a silletazos, ‘piñas’ y puntapiés. Esos espectáculos fueron una combinación de fútbol y boxeo. En Brasil, en estadios como Pacaembú y Maracaná, varios encuentros entre brasileños y argentinos también terminaron en batallas campales. Doloroso y vergonzoso es decirlo, pero todo ello formaba parte del espectáculo, y el público –al igual que la prensa- sabía que lo anterior iba a ocurrir.
Por su parte, los árbitros controlaban objetivamente el encuentro futbolístico…hasta cuando ello no fuera conveniente para el dueño de casa si este era Argentina, Uruguay o Brasil. Para equipos provenientes de Chille, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, jugar de visita en los estadios de Buenos Aires, Montevideo, Rio o Sao Paulo, les significaba enfrentar a un Goliat elevado a la máxima potencia por un público hostil, agresivo y altamente peligroso.
Por cierto, lo mismo pensaban los árbitros.