1986. Hace 15 años Chile vive en la dictadura de Pinochet. Ramiro y Tamara planean junto a sus compañeros de armas -la mayoría inexpertos- un increíble intento de asesinato contra el tirano, con fin de liberar a su pueblo.
Pinche aquí!!! https://cuevana3.io/31576/matar-a-pinochet
una ácida critica a este film y con justa razón
La responsabilidad del cine o lo que permita la ficción. Kill Pinochet y el desprecio por la historia.
Por Michelle Ribaut, cineasta.
Directora del Documental Raul Pellegrin, Comandante José Miguel
Hace unos días, con mucha ilusión vi que fue liberada la película Matar a Pinochet. Mi ilusión radicó en la creencia sobre la necesidad de nuestra memoria histórica y la importancia de conmemorar a la resistencia contra la dictadura que existió en nuestro país.
Luego de ver la película comenzó el trago amargo y la reflexión que hoy plasmo en estas líneas. Debo decir que a los días me enteré que no era la versión final, al menos en términos de postproducción, ya que fue liberada sin permiso de la producción.
La película comienza con este cartón «basada en hechos reales»; utilizando, chapas, nombres reales y locaciones -con un gran presupuesto, por lo demás– nos predispone a ver un trozo de verdad y memoria de nuestro país. Un gran desafío.
Durante todo el film, muestra a una protagonista, Tamara, y personajes relevantes como Ramiro, Sacha y Ernesto, entre otros. El propósito es contar cómo se realizó la emboscada al tirano, pese a que, según mi opinión, la película no logra abordar, ni en términos emocionales ni explicativos, las causas de dicha osadía.
Luego de verla, quedé con una sensación de frustración profunda. Si el deseo de este film es aprovecharse de una temática, creo que al menos se deben a la verdad, a la rigurosidad de la investigación histórica y a la utilización de testimonios.
Al final se aclara que ese “basado en hechos reales” está inspirado en el exitoso libro Los fusileros del periodista Juan Cristóbal Peña, texto que por lo demás tampoco es confiable en términos históricos, ya que no incluye todas las voces de familiares, ni todas las perspectivas. Además, al pertenecer al género del periodismo novelado, el libro contiene diálogos inexistentes y situaciones ficcionadas, lo cual no critico si es que estuviera sinceramente explicitado y planteado al lector desde el comienzo. En efecto, siempre me he preguntado cuál fue la intención del autor al tergiversar material judicial, evitar la incorporación en su trabajo de la gran red de testimonios existente y obviar ciertos momentos de la historia. Como un primer llamado a la ética, este sería un buen momento para preguntárselo.
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