Por Sergio Cit Ramírez|agosto 31, 2020
El cincuentenario de la elección del gobierno de la Unidad Popular el 4 de septiembre de 1970 representa una oportunidad para sacar lecciones vitales de este proceso. La apertura de la crisis más profunda del capitalismo mundial desde el decenio de 1930 ya está dando lugar al surgimiento de una lucha entre las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución en muchos países. En este contexto, las lecciones de la experiencia de la revolución chilena entre 1970 y 1973 son inestimables.
La elección de la UP abrió un proceso revolucionario. Los trabajadores construyeron nuevas organizaciones como los Cordones Industriales, las JAP y otras como parte de esto. Se introdujeron reformas masivas, comidas escolares gratuitas, aumento de salarios, reforma agraria, nacionalización de bancos, empresas cupríferas y otras. Para el momento del golpe, el 40% de la economía estaba en manos del Estado a lo que hay que sumar empresas ocupadas por los trabajadores.
Allende ganó las elecciones presidenciales con el 36,3% de los votos. En las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 la UP ganó el 44% de los votos. Su apoyo fue aumentando a pesar del sabotaje económico y violencia desatada por la derecha.
Pero, ¿cómo se perdió la revolución iniciada en 1970 en aquel 11 de septiembre de 1973? Aquí hay lecciones cruciales para la clase obrera a nivel internacional.
Lamentablemente los principales dirigentes de la UP, en todos los partidos, carecían de un programa coherente para romper con el capitalismo a pesar del acto heroico de Allende de sacrificar su vida frente al golpe. Sin embargo, las reformas que introdujeron permanecieron dentro del capitalismo.
Allende cometió un error crucial al aceptar un pacto constitucional por el cual aceptaba no tocar al alto mando de las fuerzas del Estado. Esto iba a resultar fatal. Detrás de esto estaba la convicción errónea de que los militares respetarían la constitución y aceptarían un “proceso democrático”.
Mientras algunos dirigentes de la UP buscaban un acuerdo con el ala “democrática” de la clase capitalista. Sin entender que, cuando sus intereses se ven seriamente desafiados y no hay otro camino, la clase dominante y la maquinaria estatal actúan para defender sus propios intereses, en este caso derrocando al gobierno. En un intento para aplacar la reacción, Allende incluso nombró a Pinochet Comandante en Jefe del Ejercito unos meses antes del golpe.
La revolución se extendió al campo, donde los campesinos y trabajadores agrícolas ocuparon las tierras y llevaron a cabo un programa de reforma agraria más radical que el programado por la Unidad Popular. Contaron con la ayuda o complicidad de la mayoría de los funcionarios encargados de la Reforma Agraria, la CORA, llegando a redistribuir más de cuatro millones 46 mil Hectáreas de tierras, a los campesinos pobres y a los mapuche.
En octubre de 1972 la burguesía lanzó un paro patronal de empresas y camioneros con el objetivo de quebrar la producción y el suministro de mercancías forzando así la caída del gobierno, para esto contó con el apoyo de grandes cantidades de dinero de los Estados Unidos. La respuesta desde los trabajadores fue agruparse en torno de los Cordones Industriales, los trabajadores ocuparon empresas y supermercados cerradas por el paro patronal y las pusieron a trabajar.
Colapsado el paro patronal y constituido un gabinete con participación de altos oficiales del ejército, entre ellos Carlos Prats, el ministro Orlando Millas del PC impulsó la devolución de las empresas ocupadas por los trabajadores durante el lock out patronal, colisionando con los Cordones industriales que lógicamente se oponían a devolver las empresas a quienes intentaban boicotear la economía y derrocar el gobierno de Salvador Allende.
En respuesta a los ataques armados desatados por los fascistas de Patria y Libertad y del Comando Rolando Matus, mientras la policía y el ejército se mantenían al margen, se formaron escuadrones de auto defensa de los trabajadores para proteger las empresas y a sus trabajadores.
Los cordones industriales asumieron cada vez más un papel político para avanzar y defender la revolución. Uno de los sectores más importantes fue el Cordón Industrial Cerillos-Maipú que, entre muchas reivindicaciones radicales, reclamaba “una Asamblea Popular que sustituya al parlamento burgués”.
Un proceso revolucionario
Durante el gobierno de Salvador Allende en Chile se llevó adelante un proceso revolucionario, la movilización generalizada del pueblo trabajador y de la juventud, la expropiación u ocupación de la propiedad capitalista, y la emergencia de las bases de una nueva forma de poder trabajador que fueron los Cordones Industriales así lo demuestran.
Era necesario armar al pueblo
La clase dominante, junto con el imperialismo estadounidense, comenzó a desarrollar rápidamente planes para un golpe militar. Sin embargo, a pesar de esto, los dirigentes del Partido Comunista (PC) y de sectores del Partido Socialista (PS) trataron de frenar el proceso revolucionario, argumentando que la burguesía “democrática” no debía ser presionada y defendieron la “constitucionalidad” de las fuerzas armadas.Advertisement
Mientras tanto, Henry Kissinger, secretario de Estado de la administración Nixon, daba órdenes al jefe de la CIA en Santiago: “Es la política firme y continua que Allende sea derrocado por un golpe de estado.”
En junio de 1973, secciones del ejército, de los regimientos de tanques organizaron una rebelión contra el gobierno – el llamado ‘Tanquetazo’. Fue un golpe prematuro y fue sofocado por los militares, bajo las órdenes de Allende. El general Prats, partidario de Allende, que sofocó el intento de sublevación, fue posteriormente asesinado tras el éxito del golpe.
El “Tanquetazo”, en junio, actuó como látigo de la contrarrevolución y provocó que la clase obrera tomara nuevas medidas revolucionarias.
El fallido golpe de junio fue seguido por el anuncio de un plan de nacionalizaciones masivas y por una creciente demanda de armas por parte de la clase obrera para luchar contra la amenaza de la reacción.
Sin embargo, ni Allende ni los demás dirigentes tomaron medidas para castigar a los militares o para movilizar y armar a los trabajadores.
No se concedieron derechos sindicales a las filas del ejército, ni se intentó organizar o conseguir apoyo en las filas de las fuerzas armadas, muchas de las cuales apoyaban el proceso revolucionario. Existían las condiciones para dividir las fuerzas armadas. Sin embargo, los dirigentes de la UP se negaron a realizarlo.
Tenían una política de respeto a “la constitucionalidad de las fuerzas armadas” y de un programa gradual y medido de reformas que, con el tiempo, establecería el socialismo.
En la práctica, esta “teoría de las etapas” daba tiempo a la clase dominante para preparar sus fuerzas para dar el golpe, en el momento más oportuno. El resultado no fue evitar una guerra civil, sino ahogar en sangre el movimiento revolucionario.
Allende adoptó una política de apaciguamiento en un intento por tranquilizar a los militares y a la clase dirigente llevando a las Fuerzas Armadas al gobierno. Nombro a Pinochet Comandante en Jefe del Ejército, tras la dimisión forzada del general Prats por los conspiradores golpistas.
En agosto, en el puerto naval de Valparaíso, 100 marineros fueron arrestados por “abandono del deber militar”. Habían descubierto planes para el golpe y declararon que se opondrían a él. En lo que se llamó su hora más oscura, Allende apoyó a la jerarquía de la marina mientras detenían y torturaban a este grupo de marineros.
Un millón de personas se manifestaron frente al Palacio Presidencial, donde estaba Allende, dos días antes del golpe. Estos trabajadores, jóvenes y estudiantes, sabiendo del inminente golpe, exigieron armas para defender la revolución. También exigieron el cierre del parlamento burgués.
A pesar de las promesas, en realidad, no se hizo nada para armar a la clase obrera contra la sangrienta contrarrevolución en desarrollo.
Un golpe de Estado sangriento
Dos días después, los conspiradores atacaron, mientras la armada chilena y estadounidense realizaba ejercicios conjuntos frente a la costa chilena.
El día del golpe, la central sindical, la CUT, llamó a los trabajadores a ir a las fábricas y esperar instrucciones. A medida que el golpe se desarrollaba, los trabajadores se quedaban aislados en sus fábricas, esperando a que los destacamentos armados del ejército los eliminaran.
En septiembre de 1973, una protesta armada masiva y un claro llamamiento a los soldados para que se unieran a la revolución era la única perspectiva en esta etapa tardía para salvar la revolución y derrotar el golpe.
Una vez en el poder, el ejército desató una sangrienta era de represión y matanza. Fue una operación clínica despiadada que se dirigió a los trabajadores y jóvenes más activos y con mayor conciencia política. Una dictadura militar que duro largos 17 años.
Al conmemorar la tremenda victoria de la elección de la UP en 1970, hoy debemos sacar las lecciones de la derrota de 1973 para evitar que la historia se repita.
Por Sergio Cit Ramírez