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Una novela sobre la independencia estadounidense

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por Adán Salgado Andrade

En la literatura estadounidense, abundan las novelas ubicadas en los 1800’s, época en que imperaba la anarquía en Estados Unidos (EU), con hombres ricos que hacían de las suyas en los pocos grandes centros urbanos que existían, por un lado y, por otro, los westerns, historias de pueblos dominados por bandas de pistoleros que los asolaban, hasta que el bueno, normalmente, el sheriff, se encargaba de darles su merecido, como el histórico personaje real James Butler Hickok (1837-1876), mejor conocido como “Wild Bill” Hickok, pues, como comisario, fue rudo y con tan excelente puntería, que los mejores forajidos, no pudieron nunca contra él, excepto cuando un tipo, Jack McCall, se vengó, matándolo por la espalda, mientras el temible sheriff jugaba póker, alegando que Hickok había asesinado a su hermano, (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Wild_Bill_Hickok#Death).

De ese tipo de westerns literarios, abundan autores. No se diga los filmes basados en ellos o de guiones originales. Sin embargo, es menos conocida la faceta histórica de las trece colonias, antes de que, al independizarse de Inglaterra, se convirtieran en EU. Sobre todo, quizá, para ocultar la verdadera cara que tuvo ese país en sus orígenes, depredando las conquistadas tierras y arrasando con los nativos que en ellas vivían, justificando los genocidios “en el nombre de Dios”, pues decían esos mercenarios, precursores de los actuales estadounidenses, que era “pecado” tener inactivas todas esas ricas tierras. Y que era su deber “cristiano” ponerlas a trabajar. Muy conveniente la apelación religiosa, para comportarse como infames genocidas contra los pueblos originarios y robarles sus abundantes recursos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2015/06/en-torno-los-obscuros-origenes-de.html).

Una novela, de las pocas existentes, que se desarrolla a finales de los 1700’s, en el periodo independentista, es la debida a la autoría de Lucile Finlay (1897-1985), titulado Grant of Land (Asignación de tierras). De dicha escritora, se conoce poco, sobre todo, porque su novela no despegó, como, por ejemplo, “Lo que el viento se llevó”, de Margaret Mitchell (1900-1949), sobrevalorado, racista trabajo, que, gracias a la cinta de 1939, del mismo nombre, se colocó, para siempre, entre los clásicos literarios (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2017/07/lo-que-el-viento-se-llevo-o-los.html).

Conviene aquí decir que en EU, la competencia por productos “literarios” es muy agresiva. Los autores, parecieran más mercenarios de historias, que verdaderos literatos, pues sólo buscan que su obra se convierta en un best-seller, que alcance altos volúmenes de ventas y que su éxito sea coronado con una obra de teatro o una película. Toman tales mercenarios de las letras, modelos como el de la señora J. K. Rowling o John Grisham, cuyos libros, prácticamente, son más fílmicos, que literarios.

Seguramente lo contrario, el no haber tenido gran aceptación, sucedió con la novela de Finlay, pues hubo una sola edición, en 1949, de la editorial estadounidense Bantam Books, de 1949, que fue la que leí.

Y en la tónica imperante de que los colonizadores eran los buenos y los nativos, los malos, se desarrolla la historia, aunque, en algunos pasajes, trata de dar la visión de los conquistados, todo el sufrimiento ocasionado por los invasores hombres “blancos”, como veremos.

La novela se centra en la figura del coronel Anthony Hastings, militar inglés, quien ambiciona tener un mejor estatus, sobre todo, económico, en las trece colonias inglesas. La historia se desarrolla entre 1771 y 1782, once años en los cuales, Hastings, corre todo tipo de aventuras, algunas que casi le costaron la vida, para caer en cuenta de que era mejor que esas sometidas colonias inglesas, lograran su independencia.

La novela menciona varios personajes reales, que tuvieron que ver con los hechos que llevaron, finalmente, a que los colonos ingleses se independizaran y lograran su emancipación, de una Inglaterra con demasiados problemas económicos y militares, que sólo los estaba sangrando, aplicando impuestos por todo, sin permitirles, ni siquiera, que tuvieran bancos propios. El negocio era redondo, pues ni los intereses cobrados podían quedarse entre las colonias (ver: https://us5.campaign-archive.com/?e=fa90d7d342&u=6557fc90400ccd10e100a13f4&id=48d985fe5f).

 Uno de esos personajes históricos es Sir Jeffery Amherst (1717.1797), racista jefe militar, que venció a Francia en la Guerra de los siete años. Por esa derrota, Francia cedió el territorio de la Nueva Francia, que abarcaba casi un tercio de lo que ahora son los EU y parte de Canadá (ver: https://en.m.wikipedia.org/wiki/Jeffery_Amherst,_1st_Baron_Amherst).

Amherst tenía, como su objetivo, exterminar a los pueblos originarios de EU y de Canadá, a quienes consideraba peligrosos “salvajes”, muy violentos. Claro, no iban a permitir esos conquistados pueblos que esos invasores les arrebataran sus sagradas tierras y extinguieran a sus búfalos, su principal alimento. No es “salvajismo” luchar por lo que le ha pertenecido a un pueblo por siglos. Por esas racistas ideas, ahora se han renombrado calles que antes se llamaban como Amherst y se quieren remover estatuas que lo representan (antes del movimiento Black Lives Matter).

Otro personaje histórico que menciona la novela, es al marques inglés Charles Cornwallis (1738-1805), quien llevó a cabo batallas en contra de los independentistas, a quienes enfrentó y derrotó en algunos casos. Sin embargo, sufrió una severa derrota en el sitio de Yorktown, en 1781, lo que, prácticamente, decidió el fin de la guerra de independencia. Esa batalla, los, ya, estadounidenses, la realizaron conjuntamente con las fuerzas francesas (fue, digamos, el desquite de Francia, contra Inglaterra, la que le arrebató, como dije antes, Nueva Francia, años atrás, en 1763). Fue otro gran agravio militar y territorial para la decadente Inglaterra.

Un personaje histórico más, mencionado, es Bernardo de Gálvez, quien gobernó la Luisiana Española, territorio de la Luisiana Francesa que fue conquistado, primero, como dije, por los ingleses, que luego les fue arrancado por los españoles (de hecho, la historia de Luisiana, está llena de conquistas y reconquistas por parte de franceses, ingleses, españoles y, finalmente, estadounidenses). De ese puesto, Gálvez coordinó la, también, exitosa reconquista de la Florida Occidental, en poder de los ingleses, quien, casi simultáneamente, perdieron ese territorio, cuando las trece colonias luchaban por su independencia.

Y ese el entorno histórico en el que se desarrolla la novela de Finlay, que, justo, para darle más realismo, toma a esos personajes y hasta los lleva a interactuar con Hastings.

La novela está bien narrada y nos traslada, con buena precisión, a los escenarios, muchos, los grandes paisajes naturales, que aún prevalecían por esos tiempos, sobre todo, los que todavía ocupaban los pueblos nativos, y que los colonos u otros invasores, consideraban tierras “salvajes”. Pero, como dije, no lo eran. Simplemente, los nativos defendían sus territorios de cualquier incursión de hombres de otras latitudes, que quisieran invadirlos y someterlos por la fuerza, como así fue, por desgracia.

La historia comienza al referir las victorias de los regimientos que comandaba Hastings, en contra de los independentistas. Él, un leal a Inglaterra, había llegado a ese territorio, aún inglés, con la esperanza, no sólo de ganar militarmente, sino de establecerse allí y lograr fortuna, como había sucedido con muchos ingleses, quienes, habiendo sido pobres en Inglaterra, en las trece colonias, habían logrado enriquecerse, dedicándose, por ejemplo, a hacerse de tierras de cultivo, para sembrar cosas como trigo, cebada, algodón, tener ganado, comerciar con pieles, textiles, armas… a lo que finalmente, cuando se retira del ejército, se dedica Hastings, pues decide retirarse del ejército y, con algunos ahorros, comprar tierras en Natchez, que, en ese tiempo, era parte de la Florida Occidental (hoy, es un condado del estado de Mississippi). Finlay ubica aquí a Hastings, pues, históricamente, Natchez jugó un importante papel en la guerra que llevó a toda Florida a separarse de España y convertirse en parte de EU. Seguramente, Hastings reúne características de hombres de la época, con similares ideas y objetivos.

Allí, Hastings construyó su rancho, llamado White Apple Village, honrando una antigua comunidad de los primeros colonos. Convive con los Choctaw, grupo de nativos que, más por conveniencia, que por otra cosa, convivieron “pacíficamente”, tanto con franceses, ingleses y españoles. Incluso, apoyaron la independencia de las trece colonias, las que les pagaron, ingratamente, trasladándolos masivamente a reservaciones, en las cuales languidecieron, y languidecen, como sucedió con las varias etnias que los estadounidenses recluyeron en la misma forma, dentro de tierras pobres y áridas, en las que sobreviven entre pobreza, discriminación y enfermedades (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Choctaw).

Hastings había salido de Inglaterra, henchido de gran entusiasmo militar, pero con mucha tristeza, pues había dejado al gran amor de su vida, Caroline Gresham, una mujer casada, con cuatro hijos, de la que Hastings estaba perdidamente enamorado. Había decidido hacerse rico para volver algún día por ella, arrancarla del vejete ricachón que tenía por esposo, con el que aquélla, concibió cuatro terribles, malcriados hijos. El último año que la había visto fue en 1771, luego de una noche de pasión en una posada de Londres, en donde se encontraban secretamente.

Luego de varios años, Hastings había convertido a White Apple Village, en un próspero negocio rural, pues hacía toda clase de transacciones, tanto con las colonias, así como con los Choctaw, con quienes estaba en perfectos términos. Uno de sus mejores “empleados” era White Panther, el último de un grupo de nativos, los Natchez (a quienes debía su nombre el sitio), que habían sido exterminados por los primeros invasores franceses que habían llegado al lugar, años atrás.

En alguna ocasión, Hastings viaja con varios de sus amigos de Natchez a la lejana Pensacola (perteneciente actualmente a Florida), para surtirse de varias cosas. Era un viaje de casi 500 kilómetros, muy largo para ese entonces. Lo hicieron con varias carretas, caballos, mulas de carga y sus darkies, o sea, sus esclavos africanos. Finlay, al igual que Mitchell, en “Lo que el viento se llevó”, muestra a los sometidos africanos como gente dócil, comprensiva, atenta a cuanta orden recibían de sus amos blancos y, cuando recibían castigos, como azotes, era porque lo “merecían”. Se les presenta, casi, como a animales domesticados que aceptaban sumisamente someterse.

Conoce Hastings, en Pensacola, a Dennis Conover, una chica de 19 años, cuyo padre, trabajaba para un juez de allí. El señor Conover, muere de una agresiva enfermedad y el juez, pretende “hacerse cargo” de Dennis, abusando sexualmente de ella.

Dennis huye del lugar y se encuentra con la caravana de Hastings, que está por partir, pidiéndole a él que la lleve con ellos, que no dará problemas y que ayudará en lo que pueda. Hastings, renuentemente, acepta llevarla, pero le dice que, en cuanto lleguen a Natchez, ella tendrá que seguir su camino. 

A pesar de lo hostil de Hastings y de sus diferencias de edad – Hastings tiene 38 años –, poco a poco, se va dando un acercamiento entre ellos.

El regreso a Natchez, fue duro, pues, como ya empezaban las hostilidades de España, queriendo recuperar ese territorio inglés, tuvieron que elegir una más larga y peligrosa ruta, que cruzaba tierras “salvajes”, o sea, dominadas todavía por la presencia de nativos, los Chickamaugas que, de ningún modo, querían hacer las paces con los invasores y aceptar convertirse en sus “súbditos” por imposición.

Tienen que construir cuatro grandes balsas, para transportar mercaderías, ganado, esclavos, amos… con tal de navegar unos cuatro días por el río Mississippi. Allí, a los dos días, se enfrentan con los Chickamaugas, cortadores de cabelleras.

Aquí, conviena aclarar que eso de cortar las cabelleras a los muertos, fue una acción iniciada por los cazadores de “pieles rojas”, que cobraban cinco dólares por cada cabellera que entregaran a las “autoridades”, pues era prueba de que habían matado a un “piel roja”. Cazarlos, era uno de los métodos preferidos para exterminar a los nativos. Entre más “pieles rojas” asesinaran, mostrando sus cabelleras, más dinero cobraban. Así de criminalmente mezquinos, fueron la mayoría de los invasores blancos.

Hay una parte, como dije, en donde Finlay reivindica a los nativos estadounidenses, diciendo que, a pesar de que algunos, como los Choctaw, habían sido cordiales, desde el principio, con los invasores, éstos, comenzaron a portarse hostiles, mostrando que la única “convivencia” que podían tener con aquéllos, era si cedían sus tierras a tales invasores, fuera pacíficamente o por la fuerza.

Eso sucedió, comenta Finley, con los franceses, que expulsaron a los Choctaw de ancestrales, sagradas tierras, a pesar de tanta cordialidad mostrada por los nativos. Como comento antes, de nada sirvió a la mayoría de las etnias nativas, mostrarse amigables con los invasores de sus tierras, pues terminaron, o aniquiladas totalmente varias de ellas, o arrojadas a inermes, improductivas tierras.

Es por el ataque de los Chickamaugas, que el romance entre Hastings y Dennis se consolida, pues ella lo cuidó y curó sus heridas, que esos “salvajes” le produjeron.

Llegan a Natchez y, con mucho gusto, Hastings se establece en su rancho con Dennis, con quien se había casado en religiosa ceremonia, efectuada por el pastor de Natchez.

Tras varios meses, todo va transcurriendo bien, con sus negocios entre colonos y los Choctaw, con sus tierras cultivadas por sus darkies, con Dennis, que, aunque ya terminó su inicial obnubilación por ella, es abnegada y hogareña, proporcionándole todo cuanto requiere, su ropa, la comida, lo que se necesita de la casa. Y su amistad con White Panther, está mejor que nunca, además de todo lo útil que es el nativo, sobre todo con sus contactos con los Choctaw. El único problema es que Dennis no le ha podido dar un hijo. “¡Ay, si fuera tan fértil como Caroline!”, suspira Hastings.

Un día, se entera de que Caroline Gresham ha viajado desde Inglaterra a Natchez, para visitar a amigos, que también lo eran de Hastings. Busca un encuentro solitario con ella, a la orilla de un río, en donde, aparentemente, recuperan la pasión y se besan frenéticamente. Él le promete que irá a visitarla a Inglaterra, “para quedarme contigo para siempre”.

Eso lo dice porque, ya que la fortuna lo ha iluminado, es un acaudalado hombre, con más de cuarenta mil libras, una gran fortuna para esos tiempos. Y con toda esa fortuna, puede tener para siempre a Caroline. Y Dennis, pues… ni modo. En el corazón no se manda, piensa.

A los pocos días de ese encuentro, toda la localidad es asaltada por la fiebre amarilla, males que eran muy comunes en ese entonces. Varios conocidos de Hastings mueren, al igual que muchos de sus darkies. White Panther, casi fallece, pero gracias a los cuidados de Hastings, pronto se recupera, siendo, nuevamente, la gran ayuda que siempre ha sido para aquél. Podría decirse que con la amistad entre White Panther y Hastings, Finlay pretendió presentar que, a pesar de tanta diferencia, de la superioridad de uno con respecto al otro, es posible establecer buenas y duraderas relaciones. Muy ingenua su pretención.

La epidemia termina y todo vuelve, por fortuna, a la normalidad. Hastings debe de invertir algunos de sus ahorros para comprar más ganado y, sobre todo, esclavos, pues, sin ellos, ningún granjero puede prosperar.

De todos modos, su inversión le dio grandes ganancias y está muy satisfecho, sintiendo que pronto viajará a Inglaterra a ver a Caroline.

Lo inquietan los acontecimientos en Florida Occidental, por el avance español. Y, aunque sus amigos lo tienen por leal a la corona inglesa, se cuida de revelarles que está a favor de las trece colonias, que estaban avanzando mucho en su lucha por la independencia.

De todos modos, la vida le sonríe, hasta que un día, le tienden una emboscada, mercenarios que se dedicaban a secuestrar gente, pidiendo sus propiedades en recompensa, a cambio de no matarlos. Un tal Willings era el que se encargaba de eso. Había sido rebelde de las colonias, pero se había vuelto secuestrador, más lucrativo que ser soldado.

Para que fuera atendido del brutal golpe que le dieron en la cabeza, llevaron con él a Dan, uno de sus esclavos. Y así, en un bote, viajaron por el Mississippi hasta Nueva Orleans, en donde Willing esperaba escribir una carta de rescate para enviarla a Natchez.

La historia es algo hollywoodesca, pues, como siempre, Hastings es el héroe que todas las puede. Ayudado por White Panther, quien siguió a la balsa entre los bosques, logra escapar. Los esclavos que le habían robado, así como otras cosas, como alhajas, sigilosamente los embarcan en una balsa, para que se regresen a Natchez.

Ellos dos, caminan varios días por entre los bosques, cuidándose de los rastreadores de Willing, hasta llegar a Natchez.

Cuando arriban, Hastings se entera de que los españoles han tomado el fuerte Panmure, el que defiende al pueblo, en el cual había ondeado la bandera inglesa, pues Natchez era todavía inglés. Pero ya estaba izada la bandera española, lo cual es un duro golpe para él, pues el estar dominados por los españoles “los peores saqueadores de la historia”, era insoportable.

De risa eso, pues hay que señalar que, todos los invasores, por igual, fueran españoles, ingleses, italianos, portugueses, franceses… en fin, las potencias militares de entonces, se comportaron del mismo modo. El genocidio español que sometió al México antiguo, es un ingrato ejemplo.

Aprovecharon todos los invasores su superioridad militar, para saquear las tierras “vírgenes” – no lo eran, pues estaban habitadas por pueblos nativos –, aniquilando o esclavizando a sus habitantes, degradándolos al mínimo, implantando sus nefastas costumbres, sus hipócritas religiones, su mezquino sistema económico (capitalismo salvaje) y sus idiomas.

Como decía el cantante y activista nigeriano Fela Anikulapo Kuti (1938-1997), en una de sus canciones, “¡Ustedes fueron forzados a hablar inglés, para el beneficio de los extranjeros!”.

Quiere Hastings formar una milicia para expulsar a los españoles de Natchez, con sus amigos, varios de los cuales son ex militares, pero sus emisarios le avisan que Willing navega por el río, buscándolo. Así que prepara Hastings una emboscada para deshacerse del secuestrador. Es tan exitosa, que lo matan, antes de que Willing logre sacar su arma.

De allí, Hastings, se prepara para tomar el fuerte. Lo logran, tras varios días de sitio y todos los españoles son hechos prisioneros.

Piensa que recibirán ayuda de Inglaterra, pero su país tiene tantos problemas, que los dejan a su suerte.

Como desafiaron a los españoles, ya una escuadra de más de cuatrocientos, va tras ellos.

Hastings le pide a Dennis que permanezca en Natchez, a pesar de que ella quiere huir con él, pues teme la venganza que puedan tomar contra ella. Pero Hastings le asegura que no le harán nada, que al que quieren, es a él. Y huye, junto con el sargento Jean, un buen y viejo amigo del ejército, que lo ha seguido a todas partes.

Escapan como pueden, entre cañadas y bosques. Deben de sacrificar a sus caballos, para no morir de hambre. Y llegan, casi muertos, a Savannah, la única ciudad de la todavía colonia de Georgia, que no habían tomado los independentistas y seguía en poder de los ingleses.

Allí, se comunican con James Wright (1716-1785), personaje verdadero, quien fuera el último gobernador colonial inglés que dominara a Georgia. Como dije, Finlay, con tal de dar más realismo a su novela, hizo que Hastings interactuara con personalidades reales.

Los ayuda para embarcarse a Inglaterra, a cambio de que Hastings mueva sus “influencias” para lograr que les envíen refuerzos.

Sin embargo, aunque sí está en su interés hacerlo, Hastings está convencido de que las trece colonias lograrán su independencia y a él, le convendrá.

Ya, en Inglaterra, Hastings platica con personajes como los mencionados Amherst y Cornwallis, para ver si pueden enviar refuerzos a América, pero es inútil. “La causa inglesa en América, está perdida, coronel”, le dice Amherst.

Pero también se encuentra con Caroline, y su intenso romance, regresa. Se ven en la misma posada que once años atrás, pues ya es 1782, en donde hicieran intensamente el amor, por la, que habían creído, sería la última vez.

Pero no fue así. Todas las semanas que estuvo Hastings en Londres, se veían con gran frecuencia. Caroline, hacía mucho que había enviudado, así que no tenía ya ningún impedimento para verse con Hastings y hacer el amor apasionadamente… ¡excepto por sus cuatro hijos!

A Hastings, esos cuatro jóvenes, huraños, mal educados, le parecieron monstruosos. “Te aseguro que ni yo los quiero”, le replicaba Caroline, asegurándole que, muy pronto, estarían juntos, sin esos molestos chamacos.

Sin embargo, Caroline tiene otro hijo, el menor de todos, que nunca ha mostrado a Hastings, a pesar de que él, ya tiene varios días en Londres. “Es que tiene retraso mental”, es la “resignada” respuesta de ella.

Un día, en una reunión, una amiga de Caroline, se acerca a Hastings y le platica que el hijo menor, llamado Robert, es idéntico a él. “De verdad, coronel, debería de verlo”, le dice, muy intrigante.

Hastings recuerda que dos años antes, cuando se vieron en el río, en Natchez, Caroline le preguntó que qué haría él, si supiera que ella tenía un hijo suyo. “Si fuera cierto, lo reconocería”, le dijo, pero ella le aclaró que no era cierto, que sólo lo había puesto a prueba.

Hastings reconsidera la posibilidad de que Caroline le hubiera dicho la verdad.

Contrata a Harris, un investigador privado, para que averiguara todo cuanto fuera posible de Robert.

Días después, cuando Harris le dice lo que averiguó, Hastings hierve de coraje, pues se entera que, en efecto, es su hijo, y que sus medios hermanos, lo maltratan y torturan, como si con él, se desquitaran de los encuentros que ha tenido su madre con Hastings, a quien consideran un vago. Harris logró rescatarlo cuando estaban a punto de darle una nueva golpiza.

El reencuentro de Hastings con su hijo, a quien, de inmediato, llama Anthony, como él, pues “los primogénitos se llaman igual que su padre, hijo mío”, es intenso y conmovedor. Le dice que lo llevará con él a América. “¿No se molesta de saber que existo, señor?”, le pregunta, tímidamente, el niño de once años. “¡No, hijo mío, al contrario, me has hecho el hombre más feliz del mundo”, le responde.

Sí, once años, correspondiendo con 1771, cuando Caroline, habría quedado embarazada de Hastings.

De repente, todo el amor que tenía por ella, se cae. Entra Caroline a la posada, como si nada, pensando que sería un encuentro amoroso más. “¡Maldita víbora!”, le grita Hastings, quien no entiende las razones que le da Caroline, de que el niño era un peso para ella. “¿Lo tenías que maltratar así, dejando que tus malditos hijos lo torturaran y golpearan a diario?”, le increpa. Antes de que le haga algo, prudentemente, Caroline sale de la habitación, llorando amargamente.

Y Hastings, va a la casa de ella, para castigar, con azotes, a los dos agresores de su querido hijo.

Culmina la novela con un Hastings, muy satisfecho de haber regresado a White Apple Village, con su hijo. Habla con Gálvez, en buenos términos, quien le asegura que todo está bien entre Hastings y España. Y hasta lo indulta.

A Dennis, le pide que cuide mucho a Anthony Jr., y le promete que nunca la dejará sola y que terminará sus días con ella. “Lo tuve con Caroline, antes de conocerte”, le asegura. Dennis, abnegada como es, le dice que sí, que no se preocupe, que lo cuidará todo lo que pueda.

Le presenta a su hijo a White Panther. “Siempre que lo veas, hijo, salúdalo, es un súper jefe indio”, le recomienda.

Y se hace a la idea de que los españoles estarán por un tiempo en Natchez, aunque no le preocupa, mientras no lo molesten.

Así fue, pues los estadounidenses, “paladines de la justicia” de las, ya, independientes colonias, no sólo expulsaron a los españoles de Florida Oriental, sino iniciaron, en pocos años, una oleada de saqueos territoriales, que incluyeron la mitad de lo que es hoy México, y en otras latitudes del planeta (Hawái, Puerto Rico o Cuba, antes de su revolución).

Sí, EU pasó de las ideas libertarias, representadas por la estatua de La Libertad, a los actos de vil saqueo, representados por sus armas y asesinos mariners.

Así de cambiante es la voluble naturaleza humana.

Contacto: studillac@hotmail.com

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