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La esperanza de vida es para los ricos: en EEUU, el 1% vive 15 años más que los más pobres

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MOHORTE@mohorte

Estados Unidos es un país, en muchos sentidos, excepcional. Sus niveles de desigualdad tienen poco parangón dentro del resto de países desarrollados, y sus estadísticas sanitarias lo colocan en una categoría propia. Pese a tratarse de la primera economía mundial, la esperanza de vida de su población lleva cayendo tres años consecutivos y no supera los 80 años (ahora mismo se ubica en los 78,6). Es un contraste radical no ya con la mayoría de estados europeos, sino con países comparativamente más pobres como Chile o  Costa Rica. Y uno muy determinado por el estrato socioeconómico al que se pertenezca.

Desigualdad. Lo revela un estudio elaborado por JAMA hace tres años, en el que cruzó los datos censales recopilados por los organismos públicos estadounidenses. «Una renta más alta está asociada con una mayor longevidad, y las diferencias en la esperanza de vida según el volumen de ingresos ha aumentado con el paso de los años». Es decir, aquellas personas que pertenecen al decil más rico, al 1%  más acaudalado del país, viven hasta 93 años. Mientras que aquellas más pobres, el 1% con menos recursos, lo hacen 15 años menos (unos 78: el estudio se realizó antes de que la esperanza de vida comenzara a caer).

El gráfico que explica por qué el sistema sanitario de EEUU es el peor del mundo occidental

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Tendencia. Tan preocupante como la brecha es la tendencia. Década a década, la esperanza de vida de los más pobres sólo crece 9 meses y medio; un nítido contraste frente a los 24 (dos años exactos) que ganan los más adinerados. Lleva sucediendo más de treinta años. Un estudio elaborado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos entre 1980 y 2010 descubrió que los hombres más ricos del país habían ganado 6 años de vida en ese periodo, mientras que los más pobres se habían quedado exactamente igual. Es una desigualdad al alza.

Motivos. Es un ejemplo, acaso el más extremo, de la desigualdad social, económica, educativa y cultural que se ha apoderado de Estados Unidos durante el último medio siglo (y del resto de naciones del planeta, aunque de forma más extrema). La mortalidad también se puede explicar en función del estrato económico: su aumento durante los últimos años está capitalizado por el 10% con menor nivel educacional del país, a su vez un predictor casi perfecto del nivel de renta. Los más pobres y peor educados sufren más paro, menores tasas de cobertura sanitaria, peor alimentación y más violencia en su día a día.

El sistema. Tiene sentido. Como hemos visto en otras ocasiones, estudios históricos sobre las poblaciones de diversos países del mundo han identificado una alta correlación entre riqueza y más esperanza de vida, pero una correlación aún más alta entre un alto nivel educacional y vivir más años. Siendo así, resulta lógico que EEUU represente un caso extremo: es allí donde el acceso a una educación de calidad está más determinado por el nivel económico de tu familia, tanto por factores estructurales (peores servicios, peores escuelas) como económicos (la Universidad es muy cara, y no todos la pueden pagar).

La esperanza de vida cae en Estados Unidos por tercer año consecutivo

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La salud. Sucede lo mismo en el sistema de salud. Sus tasas de cobertura son muy bajas en comparación a la de los países europeos, y los tratamientos y las operaciones son extremadamente caros. Quedarse sin empleo, el principal proveedor de un seguro sanitario (en España y en el resto de países occidentales es el estado), obliga a afrontar los elevados costes de cualquier dolencia o enfermedad (como la diabetes) en solitario. A menudo es una tarea imposible, lo que redunda en el deterioro de su salud y en la reducción de su esperanza de vida. Y como sabemos, los más pobres tienden a estar más desempleados. Es un círculo vicioso.

La longevidad es sólo uno de los millares de ejemplos que ofrece el sistema estadounidense (económico, social, sanitario, educativo). Las altísimas ratas de prescripción de opiáceos o sus inauditas cifras de mortandad en el parto, sin igual entre los países de la OCDE, apuntalan un problema a gran escala. Las realidades del 1% más pobre y del 1% más rico dentro de Estados Unidos están a años luz las unas de las otras. 

Imagen: Christian Langballe/Unsplash

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